La controversia generada sobre las viviendas sociales que el alcalde de Las Condes Joaquín Lavín propuso en la Rotonda Atenas ha convulsionado al país, entreabriendo viejas heridas que nos enrostran nuestros propios límites como sociedad.
Más allá de polemizar sobre un tema que se ha tratado en todos los ángulos posibles por políticos, columnistas y medios de comunicación, la palabra que más me ha hecho sentido es subdesarrollo.
Y esta perspectiva la considero pertinente y original. Muchas veces políticos y técnicos nos hablan de desarrollo en función de cifras macroeconómicas, de diferentes indicadores de desarrollo humano. Sin embargo, un elemento que pasa desapercibido al momento de evaluar a aquellos países más desarrollados y con más bienestar es la mentalidad, la psicología de la población.La desconfianza institucionalizada en nuestro país, el temor al otro, a la diferencia, a la confrontación de ideas, al sano debate son elementos de nuestra mentalidad colectiva que gangrenan la sana convivencia
¿Puede confiar en mi vecino? ¿Tengo alguna razón para rechazar a ciudadanos de mi propio país en función de su ingreso o su color de piel? ¿Aprovecharse de los errores y descuidos de los demás para hacer acciones que perjudican al colectivo es algo picaresco, pillo o algo inmoral?
Preguntas como estas hay decenas y la respuesta reflejará sin duda alguna nuestro grado de desarrollo. Esto responde a una razón evidente y a menudo invisible en los debates. El desarrollo como ideal responde a un Estado que beneficia al conjunto de la sociedad. Y sin duda alguna, un elemento fundamental que asegura el bienestar de esta es la calidad de las relaciones humanas de los individuos que la habitan.
La desconfianza institucionalizada en nuestro país, el temor al otro, a la diferencia, a la confrontación de ideas, al sano debate son elementos de nuestra mentalidad colectiva que gangrenan la sana convivencia y por extensión nuestra pretensión a un desarrollo humano y solidario. La existencia de este tipo de comportamiento responde sin duda a un sinnúmero de razones que pueden ser perfectamente legítimas como falsas y prejuiciosas. Sin embargo, enfocarse en revertirlas a nivel individual como colectivo no solo sería algo positivo para nuestras sociedades. Sería además un paso hacia un desarrollo real.
Comentarios
17 de julio
Pienso que lo que separa a estas personas es un abismo cultural, que el estado con múltiples manejos, entre ellos sus politicas de vivienda social, profundiza y diligentemente se preocupa de que no se construyan puentes.
0