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Salud y jornada laboral

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Chile tiene una de las jornadas laborales más larga de los países de la OCDE (5°lugar), con 45 horas a la semana. Esta situación tiene numerosos efectos en la vida cotidiana de la población. Desde el punto de vista sanitario es importante destacar que las enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) son las de mayor frecuencia y gravedad en la población general y también laboral, porque son ellas las que producen la mayor cantidad de días de trabajo perdidos y también de muertes prematuras. Entre estas enfermedades están: la hipertensión arterial, la diabetes, la depresión, las enfermedades musculo esqueléticas degenerativas, como lumbago crónico y artrosis de distinta localización, el consumo de alcohol y otras dependencias a medicamentos y drogas, entre otras. En todas ellas, el sedentarismo, que afecta aproximadamente al 90% de la población, es una causa común, así como también impacta en la generación de otros factores de riesgo, como el sobrepeso, la obesidad, los elevados niveles de azúcar y de colesterol en la sangre, entre otros. En este complejo de factores de riesgo y patologías, la jornada laboral de 45 horas semanales, tiene un gran impacto, puesto que entre las personas que se declaran sedentarias, el 50% lo sería por “falta de tiempo” porque, a las 45 horas de trabajo en el medio urbano, en promedio habría que sumar 3 a 4 horas diarias en desplazamiento. Ello conlleva restricciones a la vida familiar y a la vida comunitaria, sin participación en las actividades sociales como en los sindicatos, las juntas de vecinos y otras expresiones de asociatividad ciudadana.

En este contexto la disminución de la jornada de trabajo a 40 horas, podría ser una de las medidas más significativas para disminuir los factores de riesgo antes señalados y las patologías asociadas, porque permitiría incrementar la actividad física de los trabajadores, mejorar su vida familiar y facilitar la vida ciudadana. En consecuencia, desde el punto de vista sanitario, es una indicación perentoria disminuir la jornada de trabajo y ofrecer alternativas a la población, como áreas verdes, que posibiliten desarrollar actividades en familia y realizar actividad física.

El sedentarismo que afecta a casi el 90% de la población no se combate estimulando la práctica de deportes, sino simplemente estimulando la actividad física, como caminar 30 minutos diariamente, lo que tiene impacto en la presión arterial, el sobrepeso, los niveles de azúcar y de colesterol en la sangre, entre otros beneficios que sería lato enumerar.

La sola enumeración de las ventajas anotadas debería bastar para impulsar una medida de esta naturaleza, en un país que tiene un gasto en salud incremental y un deterioro evidente de la salud de la población, precisamente por el peso de las enfermedades crónicas y se traduciría no sólo en una disminución del gasto en salud, sino también en un mejoramiento de la esperanza de vida y una disminución de la discapacidad, tanto por problemas de salud mental, como de salud física.

En otro aspecto tenemos que señalar que una disminución de la jornada de trabajo traería otros beneficios, porque la necesidad de trabajar mejor en las 40 horas semanales, obligaría a una capacitación activa de la población laboral, para incrementar su productividad. En la práctica, no hay que trabajar más, hay que trabajar mejor. No olvidemos que países como Francia instauraron las 40 horas semanales en 1936, hace 83 años y que esta medida tuvo un resultado positivo desde el inicio porque contribuyó a incrementar la productividad, hoy en Francia la jornada laboral es de 35 horas a la semana desde hace ya 20 años, sin que ello haya sido un factor negativo en la actividad económica. Por otra parte, los sindicatos metalúrgicos alemanes establecieron una convención colectiva el 2018 que lleva la jornada laboral a 27 horas semanales con posibilidad optativa, voluntaria, de extenderla hasta 33 horas semanales.

Sin perjuicio de todo lo anterior, el cientista social y filósofo André Gorz, señaló en los años 80 del siglo XX, en un informe a la central sindical alemana, que la mejor forma que tenían los trabajadores de participar en las ganancias que generaba el incremento de la productividad, era la disminución de la jornada laboral, aparte de los estímulos monetarios que se asocian a ello y de hecho los sindicatos alemanes, han mantenido como objetivo precisamente aquello, asociar la disminución de la horas laborales a los incrementos de productividad.

Todas las experiencias internacionales demuestran que la disminución de la jornada de trabajo trae beneficios, tanto en la vida social de los países, como en la actividad económica

Todas las experiencias internacionales demuestran que la disminución de la jornada de trabajo trae beneficios, tanto en la vida social de los países, como en la actividad económica, y de hecho en nuestro país, cuando en el gobierno del presidente Lagos se disminuyó de 48 a 45 horas semanales, las asociaciones de empleadores y el coro de economistas neoliberales anticipó enormes catástrofes, que desde luego no se produjeron, sino que hubo un impacto positivo de tal medida. Una argumentación económica al efecto de esta medida se encuentra en esta publicación.

Por último, frente a la amenaza de la “destrucción” de empleos provocada por la introducción acelerada del automatismo y la inteligencia artificial en las actividades productivas y de servicio, la disminución de la jornada laboral es también una forma de respuesta adecuada a ese fenómeno, para precisamente preservar el empleo para mayor cantidad de gente y no excluirlos de la vida laboral, sobre todo en aquellos que no tienen la base educacional, que les permita desarrollar nuevas habilidades compatibles con la introducción de tecnología avanzadas.

Sólo desde el punto de vista sanitario existen motivos suficientes para impulsar una medida de esta naturaleza, pero es necesaria convertirla en voluntad política y transformarla en una bandera de lucha social.  Sería una medida de incalculables beneficios sociales, que contaría con gran apoyo en la población y que obligaría a una transformación económica indispensable para el país.

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Hernán Sandoval Orellana

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