Durante estos días he seguido con particular atención varias entrevistas y programas especiales dedicados al aniversario número 40 del Golpe Militar en Chile. Desde que tengo uso de memoria no había visto un aniversario tan bullado como el de este año. Esto me hace reflexionar un par de cosas.
En primer lugar, hablar del golpe de Estado en Chile es un tema sensible que genera hasta el día de hoy conflicto y discusiones acaloradas en todos los círculos de nuestra sociedad. Quizá por eso muchos evitan tocar el tema, pues desde pequeños se nos ha enseñado que hablar de política y religión es de mala educación. Desde pequeños se nos ha dicho que «el que come calladito come más y come mejor». Quizá por eso en los días previos no me había referido al tema.
Desde otro punto de vista, mi familia no es una familia históricamente vinculada con la política, como la de muchos. Por lo que no tengo familiares involucrados, ni tampoco militantes históricos o alguien en mi entorno más cercano que me haya influido a pensar según determinada doctrina. Creo, que a la larga, esto se constituye en una ventaja para opinar sobre un tema desde una perspectiva «menos desde la guata».
A la luz de los hechos, es evidente que el clima de polarización en los ’70 era bastante marcado. Lo cierto es que el mundo entero lo estaba, en el contexto de la guerra fría. Lo de la llegada de Allende al poder no fue algo fortuito, pues su figura política ya era de primera linea desde que fue Ministro de Salud en el gobierno de Pedro Aguirre Cerda. Como anécdota quedan las elecciones presidenciales anteriores, donde fue candidato en más de una ocasión. Hasta que finalmente es elegido presidente en 1970. Por supuesto, no exento de polémica, pues la mayoría no fue absoluta y se debió esperar la validación por parte del parlamento, según disponía la constitución de 1925.
Es así como con un voto duro de alrededor de un tercio de los chilenos, Salvador Allende asume el poder y comienza a desplegar una agenda que se constituyó como la vía chilena al socialismo. Fue por cierto un hito a nivel mundial, pues fue el primer gobierno democráticamente electo que declaraba en forma explícita dichos fines. Lo que naturalmente, llamó la atención del presidente de turno de Estados Unidos, Nixon. Pues un gobierno de corte revolucionario elegido en las urnas, podía sentar un precedente para repetir la experiencia en otros países latinoamericanos o incluso más allá de las fronteras continentales. Es así, que en concordancia con la derecha chilena se comienza a gestar la desestabilización de la Unidad popular.
El resto es historia. Hay hitos importantes como la nacionalización del cobre, profundización de la reforma agraria, etc. Hasta que el 11, el experimento de la vía chilena al socialismo fracasa, producto del golpe llevado a cabo por un hombre de confianza del Presidente, Augusto Pinochet, comandante en jefe de las fuerzas armadas, quien no sería el gestor intelectual del golpe, pero sí quien más réditos ganó de éste.
Ahora bien, a estas alturas hay un par de preguntas que deberíamos hacernos, por ejemplo: ¿La mayoría relativa de Allende realmente reflejaba el apoyo popular (pudiendo ser más o menos)? Es decir, ¿la institucionalidad política del ’25 era capaz de representar la diversidad política de la época?
A Chile le falta mucho para reconciliarse, pero dejar la basura debajo de la alfombra no soluciona nada. Para la verdadera reconciliación se necesita avanzar en justicia, no impunidad.
Otro aspecto importante es, ¿qué tan armada estaba la izquierda, teniendo en cuenta que muchos golpistas se justifican diciendo «eran ellos o nosotros»? Me pregunto esto a propósito de que las bajas en el mundo de la derecha son poco conocidas o yo al menos nunca he escuchado hablar de alguna. Si bien se sabe que existían grupos paramilitares como el MIR y posteriormente el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, no creo que fuesen grupos lo suficientemente grandes como para representar un peligro de revolución armada o bien enfrentar un mano a mano con el ejercito regular.
Otro aspecto importante que poner sobre la mesa, es el desempeño económico de la UP. Lo cierto es que Chile, debido a su modelo de desarrollo hacia dentro y bajo desarrollo de infraestructura, vivía desde hace mucho un problema bastante serio con la inflación. Lo que sumado a un Banco Central supeditado al Gobierno de turno, no ayudaba en nada. Por otro lado, ¿cuánto del mal desempeño económico puede ser explicado por el bloqueo económico de ciertos gremios? Esto me llama particularmente la atención debido a que el ’75 y el ’82, Chile vive crisis económicas bastante marcadas, pero que ninguna desembocó en otro golpe o toma del poder.
Si bien el gobierno de Allende tuvo dificultades desde el principio y quizá el manejo de la economía no fuera el de los mejores, es claro que no justifican el posterior derramamiento masivo de sangre, casi dos décadas de terror que hicieron que nuestros padres nos hicieran temer de la política por el miedo que ellos mismos sentían y un sistema político diseñado minuciosamente para sobrerrepresentar un sector político heredero del régimen. El fin no justifica los medios y el mayor bienestar de la población, hoy en día, no puede justificarse sobre el asesinato de la gente que pensó diferente.
Hace pocos días la UC publicó un estudio donde afirma que en la actualidad el golpe de estado y la dictadura sufren de un repudio mayoritario por parte de la población. Que incluso dentro de la misma derecha, existe un grupo importante de personas que asumen que es una época que jamás debiese repetirse. Creo que a Chile le falta mucho para reconciliarse, pero dejar la basura debajo de la alfombra no soluciona nada. Para la verdadera reconciliación se necesita avanzar en justicia, no impunidad.
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