Estimado Presidente de la República, Sr. Sebastián Piñera,
Por intermedio de la presente, me complace hacerle llegar una propuesta de carta que le permitirá aclarar el proceder de su gobierno en los últimos días en lo relacionado con la “desvinculación” de muchos trabajadores del Estado. Me he permitido basarme en su “Carta abierta a los funcionarios públicos” de noviembre de 2009, aunque me he tomado la licencia –dado el curso de la gestión de su administración de marzo a la fecha- actualizar o corregir algunas de las promesas que usted hiciera en aquella misiva. Espero le sea útil.
Su seguro servidor,
Darío del Puente
Sobre azul abierto a los funcionarios públicos
Tenemos muchas razones para estar orgullosos y agradecidos de nuestros funcionarios públicos. Pero tenemos más razones para sacárnoslos de encima, sobre todo a aquellos de ustedes que estamos por fin erradicando del Estado. Imagino la gratitud que sentirán al pensar que hemos esperado hasta ahora para desvincularlos o despedido, cuando pudimos hacerlo mucho antes. Recuerdo en estos momentos a mi padre, un trabajador público de elite a quien nunca le faltó el trabajo, porque en realidad venía de una clase bien acomodada, quien me enseñó que en este mundo los privilegios o se heredan de la cuna o no sirven de nada. Las conquistas sindicales, como estarán comprobando en estos días, son bien febles.
Sé que pasarán momentos muy difíciles a contar de enero, pero espero entiendan que tenía que ubicar a los miles de operadores políticos que me ayudaron en la campaña. Espero no hayan creído en la ingenuidad de que la campaña la gané prescindiendo de esas personas que abundan en todos los sectores. ¿No quisieron apoyarme, como amablemente les pedí en noviembre pasado? Bueno, no se quejen de que ahora que ganó nuestra candidatura, muchos proyectos sean cerrados, sus plantas disminuidas y ustedes, derechamente, despedidos.
Sabemos que puede parecerles un abuso de poder y una campaña del terror que produce mucho daño a la administración pública y a nuestro país. Pero, hay que ser rigurosos: no es campaña, es la pura, santa y real realidad. Ustedes están despedidos y nosotros, los del gobierno de la excelencia, nos quedamos. Digámoslo con todas sus letras: nada destruye tanto la credibilidad en las instituciones como su uso y abuso para fines ajenos a mi propio, personal y particular interés y los de mi clase. El peor enemigo de los funcionarios públicos son los mismos funcionarios públicos, porque creen en la mentira, falacia y entelequia del servicio público y hacer las cosas bien cuando el sector privado está ansioso por rentabilizar los derechos básicos de nuestros compatriotas. Son quienes nos privan de las oportunidades de desarrollo económico privado, que es lo que queremos movilizar desde la administración del Estado.
Pero el objetivo de estas palabras no es expresar mi solidaridad frente a los abusos de que son víctimas. Quiero transmitirles un mensaje de cambio: los vamos a cambiar a todos, sin miramientos.
En primer lugar, en mi gobierno estamos demostrando a todos los funcionarios públicos –ya sean de planta, contrata u honorarios- que sus derechos, dignidad y méritos no serán respetados si ustedes no demuestran su lealtad a nuestros intereses primero. Los mejoramientos contractuales estarán sólo reservados para los leales y los nuevos y, si quieren pedir explicaciones, apunten a los gobiernos anteriores que los dejaron en la indefensión.
En segundo lugar, y perfeccionando una práctica tan tradicional de nuestra patria, haremos de la repartija y el cuoteo político una tarea implacable, recurrente y hasta bien vista. Total, somos el gobierno de los mejores. En la pasada, desarmaremos el sistema de Alta Dirección Pública, porque el mérito y las calificaciones claramente no son recursos para escoger a los de nuestra clase, y lo único que hacen es infiltrar elementos sediciosos en nuestras oficinas.
Por último, sólo ratificar que son ustedes quienes no me han permitido formar la alianza que lleve adelante la verdadera revolución que falta en Chile: la de privatizar el Estado. Su apego a las normas del servicio público únicamente entorpecen los quehaceres de la nueva forma de gobernar. La magnitud de la tarea y las ganancias que de eso obtendremos algunos, va a requerir una permanente degradación del lo público que sé ustedes combatirían.
Eso, entenderán, no puedo permitirlo.
Prometí derrotar la pobreza y crear un millón de buenos empleos. Evidentemente, no me refería a la pobreza de los pobres, sino a la pobreza de iniciativa privada. Y el millón de buenos empleos, desde luego, no serán para ustedes. Espero que entiendan que todo este cambio es por el bien (de nuestra clase) y que estas decisiones difíciles han requerido no sólo mucha voluntad y coraje por parte del Presidente de la República sino también, y sobre todo, de los jefes nuevos, que los han despedido a todos ustedes.
Feliz Navidad.
Comentarios
30 de noviembre
Que buena descripción de la situación actual… el sector púbico a merced de los corsarios
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30 de noviembre
Los corsarios, estimado Andrés, tienen patente de corso entregada por una autoridad, lo que aquí no ocurre. Piratería puede ser un término más apropiado en este caso.
01 de diciembre
Excelente ,retrata de cuerpo entero la forma de actuar del gobierno y sus personeros, hambrientos de poder, nepotismo y humillante con los trabajadores.
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01 de diciembre
Antonio, trabajo en el Estado hace unos años y nunca antes había visto tanta ansiedad y desazón como estos días. Muy triste todo.