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Republicanos «En Contra»: Se cae la última frontera de la ultraderecha

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Los díscolos de la emergente ultraderecha alegan que la nueva propuesta es marxista mientras al frente afirman que responde bien a los intereses de la derecha tradicional. Porque al igual que en el proceso anterior, la propuesta da para muchas interpretaciones

La derecha chilena ya no tiene bordes.  En la práctica, sobrepasó la baranda que fragilmente la separaba de un extremismo que no se le veía, por lo menos, desde hace dos décadas.  En la deep web o en mitines ultrones probablemente aparecía, pero no entre quienes hacían política formal.

Hasta estas últimas semanas quizás muchos pensábamos que el Partido Republicano era la última frontera de un sector al que todo lo que huela a colectivo o comunidad le hace ruido. En realidad, no todo. Las acotadas teletonestrabajos de veranoplantación de arbolitos y limpieza de playas sí son de su agrado, pero siempre que sirvan para ganarse el cielo gracias a las individuales obras de caridad desplegadas en el mundo terrenal. Individuales sí, pero muy bien publicitadas y que, idealmente, mantengan el statu quo que no transforma sino que, vía asistencialismo, mantiene al de abajo ávido de las migajas que caen de su mesa.  Y que, claro, no interpelen el modelo de desarrollo y sociedad responsable de esa necesidad, ni las cargas necesarias para que, desde lo público, nos hagamos cargo del problema.  No pueh, eso atentaría contra la libertad.

Por años José Antonio Kast representó el auge de un nacionalismo conservador libertario que desde la dictadura no se veía por estos lados.  Gracias a su integrismo militante, la UDI quedó a su izquierda, tanto así que hoy el pinochetista senador Iván Moreira lo acusó de actuar con la “infamia de un verdadero nazi que intenta redimirse por su pasado, mala leche hipócrita”.  Aunque sus palabras aludieran a su indirecto apoyo a Israel, el caso es que la mención al historial nacionalsocialista de la familia del líder republicano no fue gratuita.

Pero lo que no pudo la izquierda, el centro ni el oficialismo, lo está logrando el plebiscito del 17 de diciembre.

Cuando todo hacía prever que la derecha en pleno se cuadraría con la propuesta constitucional que impuso el Partido Republicano, transformando en un mal recuerdo las voluntaristas promesas de “una que nos una” o “una con amor”, la derecha extrema se desfondó… hacia su propia ultraderecha.

Hoy aquel ultrismo va tanto por el A Favor como por el En Contra. Y está ocurriendo lo que hace años no se veía: enfrentamientos a cuchillada limpia en la esfera pública, con descalificaciones que sólo pueden germinar entre quienes se sienten parte de la misma familia.  Traición, amarillismo, cobardía, son parte de las distribas que pavimentan el camino de la división.  Donde se enfrentan quienes se suman a una táctica política para acceder al poder contra quienes se dicen celadores de los principios fundacionales del sector.

El discurso contra la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (calificado como globalismo onunista), el bienestar animal y el fin de buscar la armonía ecosistémica (que dicen atentaría contra el rodeo, por ejemplo) son sólo una parte de esta mirada.  Al igual que la ilusión de que el derecho individual y, particularmente, el de propiedad debieran primar por sobre toda otra prioridad, lo cual no ocurre ni ha ocurrido nunca en sociedad alguna.

Los díscolos de la emergente ultraderecha alegan que la nueva propuesta es marxista mientras al frente afirman que responde bien a los intereses de la derecha tradicional (obviando que también de la elite económica). Porque al igual que en el proceso anterior, lo cierto es que la propuesta da para muchas interpretaciones (lo cual da cuenta del populismo falta de oficio del Partido Republicano), pero siempre dentro del marco de un espíritu propietarista, mercantil, individualista y católico, donde el público y el Estado son sólo una excepción para no ser acusados de neoliberales.

Hoy el debate se limita a cuán extremo sería el texto en su integridad. Y tal es un problema, porque al circunscribir la discusión a ese rayado de cancha, se corre el cerco hacia visiones sobre las que creíamos había cierto acuerdo, pero que hoy nuevamente forman parte de la disputa cultural.

Ahí está el patriotismo errático que las emprende contra las convenciones internacionales sobre derechos humanos y protección del medio ambiente pero acepta gratamente los tratados de libre comercio, las directrices del FMI y un catolicismo colonial que no nació precisamente en el Michimahuida.

También se nutre de clamores por la libertad individual a todo evento, pero pretende instalar una cámara de seguridad bajo las faldas y pantalones de las personas, además de definir qué es familia y qué no.

O el eslogan de la meritocracia y la capacidad individual para emprender pero que en todo momento impulsa transferencias desde el Estado hacia el sector privado.

Incluso vocea su amor por la naturaleza, exclusivamente en sus componentes de paisajismo (ese particular activismo de la estética), pero que no está disponible para interpelar el modelo de desarrollo que nos tiene en el dilema actual, tanto global como local.

Pero que nadie se asuste.  Si algo hemos aprendido es que son los ciclos de la historia (a veces más largos, a veces más cortos) y que nada está clavado en piedra.  Que lo permanente es, precisamente, la capacidad del ser humano de buscar la transformación.

Y el primer paso para retomar el rumbo del interés público es votar ”En contra” el 17 de diciembre (no por los motivos de cierta ultraderecha, precisamente), que el camino para tener un país para todos y todas, y no sólo para unos pocos, no partió en octubre de 2019.  Es parte de un proceso más extenso inserto en la memoria colectiva de nuestro historial social.

TAGS: #NuevaConstitución #UltraDerecha

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08 de diciembre

La izquierda se encuentra en la encrucijada, autoimpuesta, de tener que validar (por fin!) La Constitución del 80. Con su voto este 17 de Diciembre tendrán que dar un ok a qué la Constitución que nos rija, por al menos 20 años, siga siendo la vilipendiada, pero efectiva «Constitución de los cuatro Generales». Fin de época de cambios máximos.
Luego , que se quiera cambiar , por obligación, la forma que nos relacionamos, buscando bajo la frase de «solidaridad» o «comunidad» , que el resultado del esfuerzo de algunos se socialice , simplemente porque así las actividades menos productivas podrán ser recompensadas con criterio político y no económico, es un elemento que cada vez se está rechazando más. Porque se ha logrado visualizar que es muy fácil determinar prioridades de gasto y foco en base a preferencias de grupos de presión (ambientalistas, LGTB, animalistas, etc), pero para eso tienen que obligar a los que contribuyen a hacerlo. Por eso duele…

10 de diciembre

Don Arturo y me voy a referir a lo medioambiental, para usted es un tema que solo importa a un «grupo de presión», comparable a los grupos LGTB y animalistas. Es lamentable la poca importancia que le otorga y posiblemente lo vea como algo implantado por los comunistas.

Y sobre el proyecto de constitución, a los consejeros les debería avergonzar el resultado, es tan malo que hicieron ver buena la constitución vigente de Pinochet/Lagos. Se quiere un cambio, pero no puede ser por cualquier cosa y menos si es con algo peor.

Saludos

12 de diciembre

Don Fernando
Si usted la mira, la propuesta de Constitución es un remozamiento de la actual, con algunos guiños a la izquierda; por lo pronto declarar un Estado Social de derecho. Es un cambio, pero definitivamente no tan fuerte como el que hubiese querido la izquierda. Y eso es lo que molesta…sabiendo que, SI, se cambia ya Constitución, pero por una no tan distinta a la actual. Por lo mismo la esperanza de la izquierda es rechazarla para dejar abierto el tema constitucional hasta que otro tenga el poder político de reiniciarla.
Pues ahí hay dos temas: uno, que votar en contra SI es validar la Constitución del 80, aunque duela. Porque el tema que se calificara de ilegitima habrá pasado por dos elecciones, y en ambas queda claro que las propuestas alternativas NO son preferidas. Por ende, la mejor opción, para izquierdas y derechas extremas, es continuar con la actual. Queda Entonces Validada; de acabó el argumento. Cuando alguien por ahí argumente que hay que cambiarla PORQUE fue hecha en dictadura, la respuesta será evidente: fue validada con dos elecciones. Mas democrática, imposible.
Respecto al tema medioambiental, lo importante es que la Constitución habilite la protección de la naturaleza; y esta propuesta si lo hace; es mas, define al Estado como protector del Medio Ambiente. Eso hace que pueda dictarse leyes específicas para ello, siendo habilitante.
Y, finalmente, los grupos de presión existen..y el medioambiental, animalista,LGTB, etc si lo hacen. Una realidad.

Domingo

18 de diciembre

Con la noticia de la detención de 55 empresarios estafadores que robaron el dinero del Estado, o sea de todos los chilenos, muchos indecisos tuvieron una epifanía, vieron la luz que bien iluminaba la calaña de indecentes ladrones estafadores que se beneficiaban con la nueva constitución, y rechazaron a lo ancho y largo de chile con 6.649.048 de votos En Contra. A favor solo 5.275.758 de votos.

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