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Octubre 1988 – 2020: tan cerca y tan lejos

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Octubre carga con un simbolismo político que es imposible de soslayar. El 05 de octubre de 1988 se concretó el inicio de la democracia cuando poco más de 7 millones de chilenas y chilenos votaron -y de ellos el 55.99% lo hicieron por la opción NO-, impidiendo que la dictadura cívico-militar se perpetuara ocho años más en el poder.

Cumplidos 31 años de ese hito de la historia política del país, el 18 de octubre del año 2019, con el denominado Estallido Social, se marcó otro clivaje político en la historia de Chile, pues, se abrió paso para eliminar los -aparentes- últimos eslabones de la Dictadura, materializándose ello, en un acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución el 15 de noviembre del mismo año. Lo anterior, permitió que para abril 2020 pudiésemos celebrar el plebiscito constitucional de entrada, aprobando o rechazando una Nueva Constitución, forzando la pandemia COVID-19 a que octubre sea el testigo de la historia política trascendente, confiriéndole otra vez, el tiempo del cambio.


¿Será posible que en este ciclo electoral general, las oposiciones se unan para enfrentar a la derecha o derechas políticas, como sí lo hizo -en peores condiciones- el 05 de octubre de 1988 a una Dictadura?

Podríamos señalar que un emblemático momento donde la transición política llegaba a su fin se asoció al año 2011, pues se activó la Geografía de la Multitud[1], principalmente asociada con los problemas en educación, los socioambientales, las pensiones injustas y otras reivindicaciones que se plasmaron en un Programa de Gobierno del año 2014. Desde esa perspectiva, las reformas políticas (partidos políticos, sistema electoral y descentralización), así como plantear visionariamente una Nueva Constitución, se constituyeron en hitos de cambios (venían ya las acciones tendientes a una nueva constitución con el movimiento AC). Proceso este último que se asumió, por medio de una innovadora metodología de participación ciudadana y proyecto de una Nueva Constitución, la que debía plasmarse en el siguiente gobierno, por medio de un proceso institucional, democrático y representativo/participativo.

Es ahí, donde se generaron otras/más condiciones institucionales y sociales para entender lo que se vivencia en la actualidad, cual clímax de sedimentación de energía social y política que buscó mayores grados de dignidad e equidad en este octubre del 2019. Más, interesa cruzarlos con el siguiente ciclo electoral, tanto de elecciones subnacionales y plebiscitaria constitucional, como con la elección del Congreso y, finalmente, la Presidencial.

Motiva a esta opinión, además, escrutar el comportamiento de la oposición u oposiciones políticas, pues sometidas a los primeros grados de presión para coordinar voluntades que se traduzcan en mensajes públicos coherentes y claros para la ciudadanía, derivaron en un primer y bochornoso episodio de divergencia, aunque comprensible desde una clave de los intereses político- electorales de la representación.

La teoría dice que dividir las fuerzas deslegitima las ideas y, es acá, donde después de meses de conversaciones para aunarlas, se redujo a contradecir los mismos argumentos que daban o dan vida a quienes se propugnaban la promoción y defensa de las Primarias como mecanismo democrático de definición de candidaturas en el marco de un proyecto político unitario. Pero, paradojalmente y, contra todo lo esperado, descartaron su propia visión de un pacto único nacional para primarias que definieran Gobernadores Regionales y Alcaldes. Definición que se acompañó con una performance pública singular, como fue estar negociando en mesa y sin mayores anuncios, irse al Servicio Electoral (SERVEL) a inscribir el propio pacto… es digno de una explicación, indicarán los más capciosos. Aquí se vivió el adagio: si no eres como yo, estás contra mí. Lo sombrío de la estrategia es que, en un futuro cercano, todos se necesitarán (2ª. Vuelta presidencial… ya lo entendió Beatriz Sánchez[2]).

Luego, más que buscar unir, lo que resultó fue diferenciar proyectos, mancillando al adversario político para transformarlo en enemigo. Deslegitimando la diferencia (la cual es permanente y natural en el ejercicio de la política) y buscando construir la historia como resultado de su propio logro de existencia. Cómo si la vida, no tuviera tiempo histórico.

¿Podría entenderse el acto como el legítimo derecho de colocar el valor, la moral o la ética de la convicción por sobre la de la responsabilidad política, como indicaría Max Weber?, es probable. Lo cierto es que, en el resultado de la acción, a priori, no se lograrán los mejores candidatos a Gobernadores Regionales y Alcaldes, en cuanto acompañados de ideas colectivas, unitarias y legitimadas por el ejercicio de primarias universales. Siendo, paradojalmente, gran parte de los actuales candidatos a Gobernadores, personas con una trayectoria regional, experiencia pública y una calidad moral a toda prueba. De lo contrario, no estarían en las papeletas del 29 de noviembre.

Queda entonces a la vista la fragmentación opositora (otra vez), que para algunos se sustenta en la significativa existencia de partidos políticos con representación congresal y otras instancias, como son los gobiernos sub-nacionales u organizaciones sociales, explicándose tal situación, además, por un sistema electoral proporcional[3], que de paso tendería a una polarización del sistema de partidos, motivo por el cual enfrentó, enfrenta y seguirá enfrentando desafíos para avanzar en un régimen democrático… más democrático.

Es razonable preguntarse, si para la geografía de multitud, la unidad se lograría  en  el clivaje político constitucional. O, por el contrario, los altos grados de desconfianza sistémica, transmitidos linealmente entre los actores del sistema político, impedirán, finalmente, superar las diferencias a costo de castigar a la ciudadanía.

Lo cierto es que la anterior fragmentación, sea por el motivo que sea, se expresa también en la ‘gestión popular-ciudadana’ y ‘política partidaria’ del plebiscito constitucional de entrada, observándose cuatro comandos que bregan por el Apruebo y Convención Constituyente, inviabilizados para la unidad, sin perjuicio de que todos apuntan al mismo propósito, cuestión que junto con  materializarse en la confusa ‘franja televisiva por el Apruebo’, también se vivencia en las escalas locales de gestión política… en parte, dado el relacionamiento del plebiscito con las próximas elecciones, sobre todo las locales, como son las de alcaldes y concejales.

Esto nos recuerda que los actores partidarios privilegiarán las coaliciones que le reporten la mayor cantidad de elegibilidad de sus candidatos, particularmente en coaliciones pequeñas[4], buscando así también, las cercanías políticas e ideológicas más afines.

En esa clave, la falta de acuerdos recientes explica, que los incentivos para coalicionar no sólo se basaron en las cercanías políticas e ideológicas, sino que también en la pretensión de maximizar la aparente elegibilidad de sus candidatos. Ello, buscando la diferenciación, ante una ciudadanía que observa en el quehacer político, una falta de ética de la convicción, así como también una débil ética de la responsabilidad, ubicándose del lado menos juzgado y queriendo representar valores que los demás no harían propios, impidiendo el acuerdo táctico y estratégico. Arriesgada acción pero explicable desde lo antes dicho.

Si esta búsqueda diferenciadora, al estilo PODEMOS de España (el que terminó allanándose), y/o la auto-referencia que no se traduce en madurez política-electoral, la potencial debacle electoral de la actual oposición dará espacio al reposicionamiento de la Derecha quien, sin ideas, sin proyecto y sin ser mayoría, podría alcanzar escaños constituyentes, gobernaciones no representativas y gobiernos locales ante la diversidad de una misma idea.

Como estamos en octubre, mes para esta coyuntura cargada de simbolismos varios, vale la siguiente pregunta:¿será posible que en este ciclo electoral general, las oposiciones se unan para enfrentar a la derecha o derechas políticas, como sí lo hizo -en peores condiciones- el 05 de octubre de 1988  a una Dictadura?

A la luz del planteamiento de Pasquino, pareciera una empresa muy difícil, solo posible hasta que todas las variables racionales se integren (o las fundamentales), de lo contrario, será complejo lograrlo. Pero, además, dado que se trabaja en un contexto de desafección y desconfianza hacia la política y los profesionales de ésta, complementado por movilizaciones sociales y una Geografía de la Multitud intensa y que presenta diversas  demandas, la tarea se hace más difícil. Ello obliga perseverar en la Unidad.

Más de alguien afirma que la denostación de la política y los profesionales de la misma se acerca a la caracterización que realizaron desde la derecha pinochetista, hasta otra más contemporánea, donde inclusive Joaquín Lavín Infante contribuyó para ello. Si bien pudiese ser plausible la observación, el contexto y móviles son distintos donde operan los actores sociales y políticos, generacionalmente, desprovistos de la carga del miedo estructural de aquel momento histórico (durante el pinochetismo duro). Por ello los liderazgos, debiesen contribuir a orientar las conductas con las que deben coalicionar integrando cargas de valores y emociones v/s décadas de vivenciada indignidad, como baluarte propio.

El desafío que la historia pone sobre los hombros de los líderes y representantes actuales, es despejar todo aquello que las nuevas generaciones de políticos tratan de representar y que buscan diferenciar, dado el propósito mayor: mejorar la calidad de vida de la población. Tal como lo permitió el plebiscito del 05 de octubre del 88, ganarle a la dictadura, sumando voluntades, proyectos y dejando atrás serias y profundas diferencias. Un buen análisis presenta Camilo Escalona, uno de los actores principales de ese proceso[5] e insoslayable y polémico actor político del proceso transicional, quien pone su foco en la necesidad de la reflexión como valor político, es decir lo colectivo por sobre lo individual de precandidaturas. Valorando la acción política como instrumento de cambios sociales y poniendo como ejemplo a Salvador Allende como un Presidente que prefirió morir por lealtad al mandato que el pueblo le había entregado.

Queda observar y esperar que se creen las condiciones objetivas y subjetivas para que se logren las unidades racionales respectivas, ante una geografía de la multitud que se encuentra expectante y en desconfianza profunda, todo en medio de la pandemia COVID-19.

Sin duda, serán claves los resultados electorales de gobernador regional, municipales y constituyentes para proyectar el segundo sub-ciclo electoral. Lo que es claro, es que, independiente de racionalidad más o, racionalidad menos, es la patria la que se encuentra expectante en profundizar la equidad de género, la valoración e inclusión de los pueblos originarios, la paridad en la elección de las y los constituyentes y la inclusión de minorías de diverso tipo, como también las preocupaciones por más y mejor medio ambiente, entre varios otros aspectos. Es la patria la que necesita más democracia y pareciera que el obstáculo que podría terminar deslegitimándolos a todos, es la falta de unidad opositora.

Esta columna se logró en co – autoría con el Hernán García, profesor de la Universidad Academia Humanismo Cristiano. Magister© Ingeniería Informática USACH. Diplomado en Big Data Universidad Católica.
Diplomado en Ciencias Políticas y Administración Pública. Universidad de Chile. Licenciado en Educación en Matemática y Computación USACH

[1] Ver en «La geografía de la multitud: hacia el nuevo trato»

[2] Ver en «Beatriz Sánchez: “El camino propio del Frente Amplio fue el 2017 (…) hoy lo que necesitamos son mayorías, porque sí queremos gobernar”, La Tercera

[3] Según el SERVEL, serían 25 los partidos legalmente constituidos. De ellos, casi 15 tienen representación en el Congreso.

[4]Gianfranco Pasquino politólogo italiano, describiendo la racionalidad de los actores políticos, lo que denomina teoría de las coaliciones, en “Nuevo curso de ciencia política”, capítulo VI partido y sistemas de partido, ed FCE, 2011

[5] Ver en A propósito de candidaduras, El Mostrador

TAGS: #NuevaConstitución #PlebiscitoConstitucional Acuerdos Políticos Geografía de la multitud

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18 de octubre

Buena columna. La dificultad de generar unidad en la oposición es consecuencia de la crisis (entendida esta como un proceso de perdida de sentido, en este caso, con la política), en donde posterior a su surgimiento, deviene la incertidumbre y los posibles efectos que traeria para el sistema. Son estos efectos, negativos para quienes detentan el poder político, los que generan prudencia respecto a las acciones que tomarán. Como bien se explico en la columna en el caso de la imposibilidad de llegar a acuerdo para los pactos electorales, la pluralidad de sectores que conforman a la oposición y el cuestionamiento a una parte de esta (concertación-Nueva Mayoria) hizo que los actores políticos de uno y otro sector fueran cautelosos o derechamente rechazaran un pacto, con el fin de evitar (probablemente) abiertas disputas en sus respectivos colectivos. Quizás no pactar acuerdo sea beneficioso para el FA, como fuerza que se desmarca de la «vieja política», y ello motive a esos «desencantados» a participar en sus distintas expresiones (como viene ocurriendo desde el surgimiento de esta coalición).

19 de octubre

Muy acertada reflexión en cuanto a la compleja unidad de la oposición.
La explicación que comporta la columna manifiesta componentes centrales de la imposibilidad de la misma.
Las argumentaciones de sentido ideológicas, del imaginario colectivo y fragmentaciones que recorren y operan en el texto, permiten una muy plausible comprensión de la coyuntura si de unión electoral se refiere.
Buena columna!!

20 de octubre

Muy buena reflexión Ignacio. Analizando el proceso político plebiscitario desde el punto de vista de los partidos políticos y en un sistema de partidos como el chileno con características de multipartidismo y dispersión ideológica, la única forma de avanzar en los proyectos es a través de las uniones y coaliciones. Sin esa característica es muy difícil constituirse en fuerza política. Así lo ha demostrado la derecha que con dos partidos fuertes a contrarrestado a la centro izquierda que cuenta con más número de partidos de diverso tamaño, pero con coaliciones menos férreas.

19 de octubre

Muy acertada reflexión en cuanto a la compleja unidad de la oposición.
La explicación que comporta la columna manifiesta componentes centrales de la imposibilidad de la misma.
Las argumentaciones de sentido ideológicas, del imaginario colectivo y Fragmentaciones que recorren y operan en el texto, permiten una muy plausible comprensión de la coyuntura si de unión electoral se refiere.
Buena columna!!

19 de octubre

Los octubres de 1988 y 2020 son fechas cruciales para la democracia chilena. El primero porque su plebiscito es una fecha clave del proceso de transición democrática, no es su inicio ni su término, pero posiblemente su fecha central. Octubre de 2020, es una fecha clave del necesario proceso de democratización nacional. Chile es una democracia, pero aún con grandes falencias muchas heredadas del período dictatorial. Los que apoyamos el apruebo esperamos que este plebiscito contribuya a mejorar esas deudas pendientes que tiene la democracia chilena con sus ciudadanos, más allá de lo político, sino también en lo económico y lo social.

Pablo Zuniga

21 de octubre

Comparto la dificultad el análisis que existe en la actual oposición u oposiciones. Sin embargo lo que más dificulta la capacidad de crear UNA oposición es la atomización de las oposiciones ( incluso dentro de la propia derecha), las agendas particulares de la diversidad de movimientos existentes, incapaces de poner una mirada de largo aliento y que además apuestan al todo o nada; dudo que esto pueda vincularse linealmente con un calendario electoral( que a luz de los hechos, le importa solo a los políticos de oficio), es también la incapacidad de conducir la multitud que la vuelta de la esquina rutinice a tal punto los símbolos políticos que hoy defiende, y por la incapacidad de proyectarlo en los hechos, les quiten pertinencia histórica, porque no exista nadie que sea capaz de sustentarlos en el tiempo.

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