La mayoría de los partidos hablan y proponen con fuerza la descentralización política y administrativa del país. Se ven conglomerados articulados con regionales y comunales disciplinados y dispuestos a trabajar eufóricamente por sus candidatos. Pero al momento de que tales nodos se prenuncien sobre a quiénes les gustaría proponer y respaldar, deben hacerlo consultivo a Santiago, desde donde se definen realidades y contextos para los distintos distritos y circunscripciones.
Generalmente se puede escuchar de nuestros parlamentarios que ellos representan un sentir popular, que cuentan con un amplio apoyo manifestado en las urnas, que aseguran el cupo del partido, que poseen un vasto trabajo en terreno y que son líderes innatos en la población. Por ello, no se prestarían a generar división y entregar ese cupo al doblaje del bando contrario, bajo el amparo del bullado sistema binominal. Sin embargo, me inquieta esa mezquindad y oídos sordos de los honorables al momento de pedirse primarias por los propios ciudadanos a quienes dicen fielmente representar.
Digo esto, ya que febrero es un mes clave para la negociación de cupos a la cámara alta y baja, cuando los personalismos y apellidos más relevantes se comienzan a imponer desde las secretarias nacionales de los partidos políticos.
Pues bien: si ellos son las opciones más fuertes y las cartas seguras a ganar, ¿por qué no hacer del ejercicio democrático un debate programático y de ideas con otros actores interesados en representar a la ciudadanía y, una vez victoriosos, mancomunar las propuestas de todos? ¿Por qué no hacer partícipe a los electores en la selección del candidato idóneo? ¿A qué temen si son los indicados?
La mayoría de los partidos hablan y proponen con fuerza la descentralización política y administrativa del país. Se ven conglomerados articulados con regionales y comunales disciplinados y dispuestos a trabajar eufóricamente por sus candidatos. Pero al momento de que tales nodos se prenuncien sobre a quiénes les gustaría proponer y respaldar, deben hacerlo consultivo a Santiago, desde donde se definen realidades y contextos para los distintos distritos y circunscripciones. Es decir, la “dedocracia” termina posicionando técnicamente nombres a su criterio, sin hacerlos propositivos a las respectivas asambleas.
De esa forma, militantes libres y soberanos de pensamiento terminan subyugándose a los cálculos electorales cuantitativos de los que algún día levantaron la bandera de la descentralización y participación en la política.
Creo firmemente en un proceso de primarias abiertas y vinculantes, en el que debates enciendan y convoquen a la ciudadanía, en el que se pueda garantizar la entrada a la competencia de cualquier ciudadano. Donde el arma de lucha sea la idea y no el despilfarro de dinero en la campaña.
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