Hacia 1450, Johannes Gutenberg inventó una simple máquina que cambiaría el mundo: la imprenta de tipos móviles. Este avance tecnológico posibilitaría la Reforma Protestante, el movimiento de la Ilustración y la Revolución Francesa. La producción de conocimiento en la Antigüedad Clásica no fue menos fecunda que en el Renacimiento, pero su difusión industrial lo cambió todo. Hoy vivimos en la maravillosa época de la Internet y de los medios masivos de comunicación. Todo finalmente se sabe y a no ser que uno viva en China, algo así como la censura es casi imposible para gobiernos o empresas ¿hubiera sido posible la dictadura de Pinochet con Twitter?
Así hoy nos enteramos de los abusos en el cobro de las tarjetas de Cencosud durante el reinado gerencial de Golborne. Mal momento para el candidato, sin duda, pero qué se le va hacer, la información brota cuando brota y los secretos se revelan cuando se revelan, especialmente ahora que los datos cobraron vida y recorren el ciberespacio a velocidades instantáneas que asombran a los antiguos espectadores de Star Trek, como yo.
Claramente hemos contemplado como Golborne defiende los intereses de una clase por sobre los intereses de otra. No significa esto que sea una mala persona; por el contrario, significa que es un hombre que cumplió perfectamente con su deber y que fue leal a los objetivos de la corporación que le dio el sustento y la posibilidad de tener ¿un Audi? No sé qué auto tiene y estoy meramente suponiendo.
¿Qué razones pudieron llevar a la gerencia y al directorio de Cencosud a cometer tales abusos? El beneficio de la corporación y de sus accionistas, es obvio. Eso es lo que las corporaciones hacen y a ello deben ordenarse todos los dispositivos administrativos según el dogma friedmanita que rige en nuestra nación desde la era Pinochet.
Personas como él, como Beyer, como muchos otros, han querido mostrarse como técnicos, como personas que están más allá de las ideologías y por ello son “independientes”, pero ocurre que el sistema económico no es independiente ni meramente técnico. La economía no es una ciencia natural, sino una ciencia social y el capitalismo no es ciencia, sino que es ideología.
El solo dogma de que las necesidades son ilimitadas y los recursos escasos – supuesto básico de la economía liberal – es ya una petición de principios. Si las necesidades fueran ilimitadas, no sería necesaria la existencia de una publicidad que se ordena a crear nuevas necesidades y si los recursos fueran escasos, no se le pagaría a los agricultores para que dejaran de producir y de esa forma no bajen demasiado los precios, como ocurre de cuando en cuando en los Estados Unidos.
Si el capitalismo es mera ideología, debe necesariamente servir a alguien que se beneficie de dicha ideología, y por supuesto que ya sabemos quiénes se benefician de ella: los grandes capitalistas, los ricos de antes que se transformaron en los súper ricos del presente. Tal riqueza ocurre en detrimento de las condiciones de vida de la mayoría y creo que no soy yo quien debe probarlo, porque muchos de los lectores ya han vivido en carne propia su descenso social, la merma de sus jubilaciones, los problemas en las prestaciones de salud, lo inalcanzable de la educación superior y por eso la gente marcha por miles en las calles. La diferencia entre el panorama claro de futuro de nuestros padres y abuelos contrasta con la incertidumbre que es el futuro para nosotros.
A reclamos de este tipo la nueva derecha disfrazada de tecnocracia aún los juzga producto del resentimiento; un atavismo “facho” del patrón de fundo y del “pije” de los setenta. El sistema debería funcionar porque para ellos ha funcionado, porque ellos han tenido las competencias de mercader. El razonamiento de la nueva derecha es simple: “si yo puedo, ellos también debería poder y si no, pues que se conformen con su lugar en la nueva escala social en la que yo soy gerente general, y por ende, mejor que ustedes y meritócrata”. Quien no se adapte al nuevo dogma será un resentido. Todos los demás talentos que puede ofrecer el amplio abanico humano son inútiles o subordinados. Las virtudes del médico o del profesor con vocación social deben subordinarse al libro de ventas del mercader y para qué hablar del artista, del poeta o del filósofo que además se atreve a criticar el sistema. Si no transforma su trabajo en empresa, no sirve.
Los Manolitos ya tuvieron su oportunidad y dejaron claramente establecido que no nos representan ni en voluntad ni en interés. Sin embargo, aún quieren hacernos creer que el dinero va a chorrear y que el interés de la clase que crea empleos de sueldo mínimo y que piensa solo en su propio beneficio es el interés de todos los chilenos. Ellos tienen dogmas y fórmulas mágico-matemáticas que así lo prueban, pero nosotros tenemos hechos y experiencias que prueban exactamente lo contrario y normalmente los porfiados hechos suelen ganarle a las más alambicadas teorías.
¿Pero qué pasa cuando la mayoría no se adapta al nuevo dogma? ¿Cuánta gente es la dueña de la economía en Chile o son sus sirvientes privilegiados como Golborne y cuántos quedan excluidos? Las cifras son de dominio público y va el link para quienes se entretienen con guarismos. El resto de nosotros quedamos a merced de las vicisitudes del mercado que no nos pertenece. Por eso ahora no solo los rotos, sino también los medio pelos nos resentimos.
Parece ser que las habilidades del mercader son inversamente proporcionales a todo el resto de las habilidades y nos encontramos gobernados por Manolitos, como aquel tierno personaje de Mafalda que no tenía más habilidades que la aritmética y que era lento en todo lo demás.
En la era de la información todo se sabe y estamos conscientes de las diferencias entre ellos y nosotros, entendiendo por ellos a ese diez por ciento de hogares más ricos y entendiendo por nosotros al otro noventa por ciento. En la era de la información además vemos y escuchamos a estos líderes en sus declaraciones manolíticas como el recetario de Lavín, como las bravatas de Golborne contra los mapuches o todas las piñericosas y sentimos que todo no es más que una burla de gente que se cree mejor que nosotros solo porque ha sido capaz de ganar más dinero, porque de pronto ese es el único parámetro del éxito. Pero ahora el resto de nosotros tenemos ojos y oídos y somos capaces de ver y oír aquellas cosas en las que el déficit atencional de los Manolitos es incapaz de fijarse. Vemos cómo se roban nuestros ahorros previsionales, vemos como la educación se transforma más en un privilegio y menos en un derecho y nuestro resentimiento ya no es esa sensación sorda de las clases dominadas del pasado, sino un sentimiento justo, apoyado por el incesante flujo de información.
Los Manolitos ya tuvieron su oportunidad y dejaron claramente establecido que no nos representan ni en voluntad ni en interés. Sin embargo, aún quieren hacernos creer que el dinero va a chorrear y que el interés de la clase que crea empleos de sueldo mínimo y que piensa solo en su propio beneficio es el interés de todos los chilenos. Ellos tienen dogmas y fórmulas mágico-matemáticas que así lo prueban, pero nosotros tenemos hechos y experiencias que prueban exactamente lo contrario y normalmente los porfiados hechos suelen ganarle a las más alambicadas teorías.
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G¨üntter Rott
Manolito es buenito, los UdiRn y sus amigos estafadores mal llamados empresarios privados, esos si que son peligrosos. Y los que se las dan de «tecnicos independientes», gran falacia.
Mistika
Y sí pues, eso son… Manolitos…