No soy un filósofo ni un experto en temas de género, pero aún desde el sentido común, creo que la lógica de los argumentos conservadores para negar derechos a las minorías sexuales tiene un fundamento bastante perverso en la idea de lo que es natural.
La oposición conservadora ha introducido una confusa idea de reivindicación de lo natural, que mezcla elementos que aluden a distintas aristas del concepto. En ese sentido, creo que la reivindicación de lo natural puede referirse a tres cosas distintas:
i. Lo natural como cierto estado primitivo, donde el eje central es el argumento biológico. Bajo esta concepción, se reivindica aquello que los seres humanos realizarían en contextos casi instintivos, donde la procreación es el eje central para el caso del tema en discusión. Bajo esta óptica, la posibilidad de matrimonio entre personas del mismo sexo resultaría antinatural por su imposibilidad para producir descendencia de manera biológica.
Sin necesidad de discutir si el matrimonio debe o no tener un fundamento biológico, creo que la lógica nos llama antes a preguntarnos: ¿no son precisamente los procesos civilizatorios una forma de superación de esta forma de entender lo natural? Reivindicar lo natural como deseable implica desdeñar todo principio civilizatorio básico, como el uso de ropa como forma de abrigo, la prohibición del incesto o cualquier perspectiva respecto del contrato social. Enarbolar lo natural como deseable sólo por la necesidad de restaurar ese estado primitivo no sólo suena absurdo, sino que es evidentemente una fantasía construida a posteriori para resguardar una posición que no se limita a ser conservadora, sino que es abiertamente reaccionaria.
ii. Lo natural como lo que es más frecuente, es decir, asociado a la idea de normalidad. La extensión del derecho a matrimonio a personas del mismo sexo resulta antinatural por constituir un hecho anómalo frente a la hegemonía cultural de la pareja heterosexual. Quienes manejan de mejor forma las categorías de la perspectiva de género han desarrollado esta idea desde la noción de la heteronormatividad, que no pretendo más que enunciar por mi superficialidad de conocimientos en el tema, pero que sí creo que es cuestionable desde el punto de vista de la lógica.
Defender lo natural desde una perspectiva que podemos caricaturizar como estadística, no hace más que instaurar como hegemónicas perspectivas que tienen pretensión de verdad por su condición mayoritaria. Esta perspectiva es a mi juicio la que esconde un mayor énfasis totalitario, en cuanto negar la extensión de derechos a ciertos grupos por constituir realidades minoritarias esconde una peligrosa perspectiva de la que han sido víctimas una serie de grupos numéricamente minoritarios a lo largo de la historia, que han debido reivindicar y conquistar sus derechos por medio de la lucha política.
Sin embargo, y para no caer en la falacia, no quiero que mi argumento descanse en el paralelo con otras situaciones de minorías oprimidas, sino simplemente en que la justificación de una situación de limitación de derechos por la asociación a una condición minoritaria no tiene mayor sentido que, nuevamente, justificar un principio valórico anterior, y por tanto este sentido estadístico de normalidad constituye por sí sólo también una fantasía en términos de Žižek.
iii. Lo natural como sentido normativo, es decir, como lo que debe ser. En esta perspectiva, lo natural se entiende como algo que viene grabado en la naturaleza humana –desde una perspectiva más religiosa-, o bien que se transmite generacionalmente –en lo que podríamos llamar una perspectiva más humanista-, pero que en ambos casos remite a una lógica permanente e inmutable, en cuanto remite a la noción de bien. Esta idea resulta esencial para el debate, en cuanto al señalar que las dos nociones anteriores constituyen fantasías a posteriori, quiero decir que el principio que resguardan remite principalmente a esta noción de normalidad.
Lo que encontramos normalmente en este tipo de debates es una confusa mezcla de estas tres nociones, pero que en última instancia remiten a la tercera, es decir, cierta noción normativa de lo natural. Pues bien, el problema de esta perspectiva es ser fundamentalmente subjetiva. Aun cuando se trate de principios revelados o de saberes acumulados, remitirán siempre en última instancia a la perspectiva de quien los emite, y es por eso que las perspectivas teleológicas no son consideradas –o más bien no deberían serlo- al momento de legislar, principio que fundamenta no sólo los estados laicos, sino también el respeto a los Derechos Humanos, entre los que se inscribe la misma libertad religiosa.
Bajo esa premisa, y aún a riesgo de sonar como un liberal clásico, nadie puede reivindicar sus concepciones normativas sobre lo que es natural como universales, y aun cuando cada cual esté en su derecho de honrar a su conciencia viviendo de acuerdo a éstas, es sumamente injusto que se pretenda utilizar las conciencias del resto para este fin. La limitación de derechos a las minorías sexuales resulta injusta por su pretensión de arrogarse un sentido de verdad difícilmente comprobable.
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Foto: Phlegrean / Licencia CC
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