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Las cúspides del modelo hegemónico: refugio ideal para lo patológico

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La cúpula del sistema en que vivimos está habitada por una variedad de personalidades curiosas, cada uno cargado con su historia de indudable éxito. Tal es el conocido caso del hijo de un ferretero aquí en nuestro país, el cual se convirtió inicialmente en un exitoso empresario, para luego pasar a ser un popular ministro de la república, y ahora un competitivo (al menos) candidato a la presidencia de Chile. Tales historias resultan profundamente inspiradoras para quienes sienten que habitan existencias comunes, y luchan día a día para llegar a ser exitosos o exitosas.

Estas alentadoras historias –y principalmente estas partes de las biografías– son las que se comparten abiertamente, sine mbargo existen muchos personajes, y rasgos de estos que no se destacan frente al ojo público cuando se habla del éxito que encarnan.

Me he referido ya un par de veces al tan anhelado éxito. Pero, ¿qué significa ser exitoso en el modelo en el cual estamos inmersos?

El sociólogo Alberto Mayol aporta diversos análisis que resultan esclarecedores respecto del tema. Algo bastante particular que sugiere el sociólogo es que cada modelo de sociedad tiene un “alma”, la que va a favorecer ciertas conductas, valores y símbolos. Conjunto con lo anterior, se refiere al éxito como el bien superior del modelo. ¿Qué se sugiere sobre el concepto de éxito entonces? Que está supeditado al manoseado “emprendimiento”. El éxito corresponde al núcleo del deseo en este modelo, ya que las conductas y símbolos que serán valorados con más relevancia corresponden a indicadores de un bienestar económico. No importa cómo te sientes hoy (ni como hagas sentir a los demás), si llegaste en un auto de último modelo, con ropa de moda y ‘de marca’, y vives en un lugar acomodado, estás ‘indudablemente’ bien y serán ampliamente aceptado.

No nos equivoquemos pensando que es solo en el ámbito económico donde encontramos la fuente del éxito. La esfera económica es la cual aporta la mayor cantidad de oportunidades para sentirse y “ser” exitoso, sin embargo, en las relaciones sociales que entablamos con la gente que nos rodea encontramos, curiosamente, que el mayor grado de valoración y aceptación de un individuo se alcanza en función de los mismos rasgos que se consideran necesarios para el éxito económico. El éxito anteriormente descrito se evidencia en los altos niveles de aceptación, descritos por Mayol, que experimentan en los colegios aquellos niños que demuestran conductas más discriminatorias y agresivas hacia los demás; clara imagen de las conductas que el modelo favorece.

Recuerdo un compañero de curso, de quien puedo decir hoy es la persona más clasista, racista, superficial e injustificadamente agresiva que he conocido. Insultar con las típicas palabras “groseras” que utilizamos los chilenos enrabiados no era su estilo. Su estrategia era más calculadora e hiriente aún; atacaba la debilidad de la persona: inseguridades sobre el aspecto físico, problemas familiares que se conocían sobre el compañero objeto del ataque, etc. Recurría a lo que sabía podría llegar a herir más profundamente a su adversario o adversaria. Recuerdo también que una vez, caminando con él luego de un partido de fútbol, compartió una epifanía conmigo: me dijo que se había dado cuenta que sabía más de música y deportes que yo, que tenía mucho mejor rendimiento escolar y que su ropa era más cara que la mía, por lo tanto, concluyó que era mejor persona que yo. Aparte de impresionarme los criterios que utilizó para llegar a su conclusión, no me causó mayor molestia, ya que yo tenía claro que el carecía de ciertos valores básicos de convivencia. Lo relevante aquí es que él no se equivocaba según lo que la sociedad valora, ya que efectivamente éste personaje era altamente aceptado por todos.

Las características del sujeto que expongo en el presente escrito son indudablemente convenientes en la sociedad en la que vivimos. La empatía,  conmiseración o cualquier emoción que implique la consideración de un otro como agente válido no es más que un obstáculo para alcanzar el éxito. Mayol en su libro ejemplifica esta tendencia con el eslogan “ayudar es de imbéciles”. También nos sirve al caso la popular frase “el que pestañea, pierde”, ese mandato a estar alerta a la llegada del momento adecuado para arrebatar el bien de quien tengo al lado, quien es siempre un competidor, en tanto obstáculo para la satisfacción de mis necesidades inmediatas.

Todas las características anteriores corresponden a rasgos de cuadros psicopatológicos severos, tal como la psicopatía. Pero, ¿cómo puede ser una persona que presenta una patología considerada no solo normal, si no también ampliamente aceptada? La respuesta es simple, en cualquier contexto que considere necesarias y valorables  esas características que en el día a día resultan indeseables. “Si no pudiésemos estudiar a los psicópatas en la cárcel, mi siguiente elección sería probablemente la bolsa de Vancouver.” Dice en su libro “Sin conciencia” el doctor en Psicología Robert Hare. En dicho libro, el experto en psicopatía expone diversos ejemplos sobre distintos tipos de psicópatas, de los cuales me llamaron la atención a los que llama psicópatas “pre delincuentes”y “de empresa”. A estos, relata Hare, el entorno les presenta un mundo de oportunidades, no en un sentido de “regalo del modelo”, sino porque estos presentan las características que requiere un sujeto para lograr el codiciado éxito en los sistemas hegemónicos. Lo anterior se evidencia claramente cuando Georges Bernard Shaw declara que “los defectos del ladrón común son exactamente las cualidades del financiero”.

Es relativamente fácil para un empedernido narcisista refugiar su egoísmo e indiferencia emocional ante todo tipo de desigualdades e injusticias, disfrazándolas de ‘servicio público’ en la cúpula política, y de ‘trabajo honesto’ en la cúpula económica (como si estas pudiesen ser disociadas en el Chile de hoy).

Es indudable que los rasgos psicopáticos permiten avanzar más rápido y con mayor eficacia en la sociedad que vivimos, y así tener la garantía de alcanzar el éxito. De todas formas, debe dejarse en claro que un nivel y cantidad exacerbada de los rasgos ya no es simplemente eso, sino un cuadro clínico, y que quienes lo presenten serían descubiertos luego de un tiempo razonable por el entorno cercano, debido a la evidente falta de empatía, narcisismo y total indiferencia por ser descubiertos transgrediendo normas (legales o sociales).  Convengamos en que la responsabilidad no recae en la psiquis “trastornada” de estos personajes, sino que las condiciones sociales –las cuales todos legitimamos–aportan bastante a la impunidad y bienestar de estas personas.

Inmersos en un modelo basado en el erotismo hacia los objetos, vivimos en una gran epistemología del consumo, la cual definida ya su lógica, nos impele a persuadir a un otro a toda costa; muy pocos son los limites respecto de lo permitido para convencer. Vender felicidad cuando el producto entregado es una bebida parece ridículo, sin embargo es una de las publicidades más potentes del mundo. No está demás destacar que, si nuestro modelo pudiera hablar, diría que no hay nada de malo en ello, que esto es producto de las emprendedoras ideas de grandes hombres exitosos. La manipulación, el narcisismo, la indiferencia emocional, la carencia de consideración de los otros van a ser las claves del éxito. Es cierto, últimamente se ha hablado mucho sobre el tan noble trabajo en equipo. Sin embargo, en los contextos donde el exitismo es el principio y el fin, bien deberíamos saber que la agrupación por conveniencia no se ejecuta en pos de un bien común, sino como la instrumentalización de los otros para conseguir una satisfacción propia.

Este es el escenario que nos ofrece el modelo, y estos son los líderes que busca el sistema: sujetos que operan al margen de las normas éticas y legislativas para conseguir el poder, el reconocimiento y los objetos que desean. Es relativamente fácil para un empedernido narcisista refugiar su egoísmo e indiferencia emocional ante todo tipo de desigualdades e injusticias, disfrazándolas de ‘servicio público’ en la cúpula política, y de ‘trabajo honesto’ en la cúpula económica (como si estas pudiesen ser disociadas en el Chile de hoy). No intento asegurar que en nuestra clase política son todos patológicos, más bien exponer lo que considero casi un descriptor de cargo para ocupar altos puestos. Así que si usted está pensando en alcanzar el éxito, le aconsejo construir un concepto personal sobre lo que este significa, e incluir a los demás en el plan para lograrlo, cosa que al parecer los precursores y mantenedores de este modelo no se han detenido a considerar.

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Foto: Radio Cooperativa

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3 Comentarios

peon

almoñitochencochud lemandóshaludoslashuprema

peon

Al parecer, tu parecer tiene un parecer que parece francamente equivocado en un peldaño en el que fundo este comentario.

Dices lo que dices, diciendo lo que has dicho, habiendo dicho que:

los precursores de este modelo no consideraron implementar una idea exitosa y colaborativa, o en asociación a otras personas o entidades, añado.

Esto, porque, al privatizar pinochitoyindo más de 700 empresas del Estado, logró la ultra extrim derecheitor miles de socios que apoyarán sus campañas con numerosas formas de recursos…

Gran sociedad, por lo tanto, se fundó en ese entonces, creando una red de empresas casi monopolios, o complementarias que, la dominación del mercado que tienen, sumado a «las políticas del Estado» de pinochitoyindo y la concertacioncitayinda, hacen que el dominio que tienen sobre la población, estos grupos económicos socios de la privatización de la derecha, se parezca a un escenario en el que los hijos de la patria exhiben sus espaldas arrodillados, mientras «la sociedad secreta de la derecha privatizadora»

empuña su látigo con puntas lacerantes,

o con créditos usureros

con el concentimiento del Congreso, la Presidencia, los Ministerios y la Corte Suprema…

No hay institución político, administrativo, jurista o económica, que pueda terminar con el flagelo que sufre la población… «Parecen incapacitados»… Como que el tema les gana, o se les va de las manos…

El poder de la dictadura de los partidos políticos, entre otras cosas, radica en tres cosas:

la ausencia de democracia

el control de la emisión del dinero y los créditos

y la versión oficial de la información expresada vía los medios.

Claudia Gonzalez

El uso del éxito sinónimo de emprendimiento para alcanzar un bienestar económico, no puede ser manoseado dentro del sistema perverso que estamos viviendo, ética y moralmente