“Una prueba esencial para las democracias no es si afloran o no tales figuras [los líderes populistas y autoritarios], sino si la elite política y, sobre todo, los partidos políticos se esfuerzan por impedirles llegar al poder”.
Con estas palabras, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt dan inicio a su obra “Cómo mueren las democracias” (2018), cuya tesis central afirma que, más que las constituciones y leyes, lo que impide que una democracia caiga a los pies de un demagogo o un caudillo autoritario son las normas no escritas que se esconden tras los bloques institucionales y que dan sentido al diálogo democrático. Por otro lado, estos autores sostienen que a quienes corresponde el resguardo de dichas normas informales son los partidos políticos, que con valentía deberían actuar como filtro ante liderazgos peligrosos, aun cuando ello signifique una pérdida de votos en un determinado proceso electoral.
Hace pocos días, el movimiento liderado por José Antonio Kast ha emprendido el camino para constituirse en partido. Frente a este hecho, cabe preguntarse si la presencia de un nuevo partido de derecha debería ser aceptada por Chile Vamos. Probablemente, el libro de los profesores Levitsky y Ziblatt pueda ofrecernos una guía a quienes pertenecemos a la coalición.
De la mano del trabajo de Juan Linz, “La quiebra de las democracias” (1978), los autores nos proponen cuatro señales para advertirnos e identificar a un liderazgo peligroso. Estas señales se expresan a través de las siguientes preguntas claves: (1) ¿Rechaza (o acepta sólo débilmente) las reglas democráticas del juego?; (2) ¿Niega legitimidad a sus adversarios políticos?; (3) ¿Ha tolerado, fomentado o elogiado actos de violencia política?; y (4) ¿Ha apoyado o amenazado coartar libertades civiles de la oposición?
¿Cumple José Antonio Kast y su Partido Republicano algunas de estas condiciones? Reflexionemos en torno a ello.
[texto_destacado]Aún cuando José Antonio ha participado en diversas elecciones democráticas, desde su centro de alumnos en la universidad hasta las últimas presidenciales de 2017, resulta difícil reconocer en él un compromiso claro con la democracia. Es de los pocos políticos vigentes que no se arrepiente de haber participado activamente en la campaña por el Sí a Pinochet, aclarando cada vez que puede que lo que controló al país durante 17 años —sin elecciones ni parlamento— no fue una dictadura.
Relacionado con lo anterior, si bien el excandidato presidencial no ha desconocido los resultados eleccionarios, si ha protestado contra un presunto fraude electoral, algo en lo que ha insistido hasta el día de hoy sin aportar ninguna prueba contundente. Entonces cabe preguntarse si, en caso de haber perdido Sebastián Piñera, ¿habría JAK reconocido igualmente los resultados? No lo sabemos. Y esto es precisamente el problema, porque en una democracia sana deberíamos tener la certeza de que los candidatos si respetarán sus resultados.
Una prueba esencial para las democracias no es si afloran o no tales figuras [los líderes populistas y autoritarios], sino si la elite política y, sobre todo, los partidos políticos se esfuerzan por impedirles llegar al poder.
En cuanto a la segunda señal referida, el líder de Acción Republicana ha acusado a sus adversarios de avalar el terrorismo —o ser ellos mismos terroristas— o de tener vínculos con el narcotráfico. Además, ha reclamado contra una presunta “dictadura gay” y acusado a los demás partidos de Chile Vamos de “derecha light” (similar a los populistas de Vox, que en España caricaturiza a otros partidos de derecha como “derechita cobarde”). Claramente, esto implica una deslegitimación moral o invalidación del adversario (y de sus potenciales aliados) para erigirse como la única alternativa éticamente posible para salvar el país de la decadencia en que la se encontraría.
La tercera advertencia de Levitsky y Ziblatt pareciera no alcanzar al dirigente. Su estilo pausado al debatir, y el haber sido más veces víctima de la violencia política que victimario lo tiende a salvar, sin embargo, la cuestión aquí debatida no se refiere exclusivamente a Kast, sino que se amplía también al partido que él mismo lidera. Y en este partido, pues, fácil es encontrarse con dirigentes, como el caso de diputado Ignacio Urrutia, quien se alza como vicepresidente de la organización y carga tras de sí una serie de polémicas, entre las cuales se incluye una glorificación a los condenados por violación a los derechos humanos y un constante menosprecio a las víctimas de dicho proceso. Puede que José Antonio sea un poco más cuidadoso al referirse a estos hechos, sin embargo le pesa lo que en derecho se conoce como “culpa in vigilando”.
Con respecto a la cuarta y última pregunta de este test, si bien no podría decirse que Kast pretende instaurar una dictadura que suprima las libertades políticas de sus adversarios, sí puede sostenerse que defiende la militarización o el uso excesivo de las fuerzas policiales para enfrentar diversas problemáticas en nuestro país, como manifestaciones sociales, delincuencia, conflicto en Araucanía, entre otras. Además, ha sido un entusiasta seguidor de políticos controvertidos como Jaír Bolsonaro en Brasil o Donald Trump en los Estados Unidos, y de proyectos populistas de derecha como Vox en España, quienes han llegado a plantear la prohibición de organizaciones políticas de izquierda y pro independentistas. ¿Dime con quién andas y te diré quién eres”, es un viejo refrán que en política cobra especial sentido.
Conforme a lo expuesto, nos parece correcto concluir que José Antonio Kast y el nuevo partido político que lidera encaja plena o al menos parcialmente en cada una de las advertencias que proponen los autores de “Cómo mueren las democracias”, signo suficiente para mantenernos alertas. Aunque claro, como Levitsky y Ziblatt nos recuerdan, “mantener a los políticos autoritarios al margen del poder es más fácil de decir que de hacer” y efectivamente, reflexionar aquí es fácil frente a la valentía que requerirán los líderes de Chile Vamos para tomar una decisión, ¿Cuánto es correcto sacrificar en la búsqueda del poder?
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Jose Luis
Se entiende tu opinión, eres Evópoli….
Francisca Cienfiegos
Muy buena, muy buen libro…eso si, bajo esos criterios ningún partido de chilevamos (salvo Evópoli tal vez) se salvaría jajaja
Isa
Igual lo que llamas “deslegitimacion ddl adveesario” es real, sobretodo la acusación de mezcla entre narcotrafico y política (es cosa de ver el escándalo que de armo con el #narcosocialismo)
Patricio Gajardo
Muy buena columna! Ojalá Chile Vamos la tenga en consideración
Marco Buguedo
Buen análisis! La cuestión no es que tan peligroso pueda ser hoy KAST sino que tan peligroso puede llegar a convertirse el y su equipo a futuro, sobretodo si Chile Vamos le entrega su apoyo.