Se podría partir provocando, señalando que el “bacheletismo” es en sí mismo una perspectiva de género. Sin embargo, este ha despertado y convocado un más amplio horizonte de mayores igualdades y paridades sociales, por lo que es preferible en un primer momento, indicarlo como “desde” una perspectiva de género.
Es posible entender o hablar del “bacheletismo” en términos operativos, esto es respecto de sus realizaciones y “estilos” de ejercicios y liderazgos.
Una primera dimensión general, es que su mayor impacto está logrado en el campo cultural, es decir, donde la filosofía y la “ideología” encuentran su plena realización hegemónica: el “sentido común”.
A contrapelo de lo lineal, con el triunfo de Bachelet, la mujeres en Chile han conquistado el derecho a voz, a posteriori de haber logrado el derecho a voto a mediados del siglo pasado. Quedando por cierto aún, una amplia brecha de desigualdades que cerrar.
No obstante, el “bacheletismo” es parte de la tradición e historia de lucha de la izquierda y fuerzas progresistas chilenas: la incorporación de nuevos sujetos sociales a la condición de ciudadanos efectivos y reales (trabajadores, campesinos, mujeres, jóvenes, minorías, etc.) a través del ensanche de sus instituciones y democracia. El Presidente Allende en su discurso de asunción en el Estadio Nacional, no tan recordado como el del balcón de la FECH, lo señala:
«Los pocos quiebres institucionales fueron siempre determinados por las clases dominantes (…) Sin renunciar a sus metas revolucionarias, las fuerzas populares han sabido ajustar su actuación a la realidad concreta de las estructuras chilenas, contemplando los reveses y los éxitos, no como derrotas o victorias definitivas, sino como hitos en el duro y largo camino hacia la emancipación».
El triunfo de Bachelet el 2006 y su ratificación el 2013, viene a refrendar, que el pueblo unido también avanza con taco y con vestido. Su primer gobierno fue un exitoso ejercicio tanto para el imaginario social, como para la implementación de políticas con enfoque de género: desde la proclama del gobierno paritario, más allá de su realización plena y permanente, hasta políticas públicas como la reforma previsional o la construcción de salas cunas, por mencionar las más recordadas.
El efecto principal, reflejado el 2006 cuando miles de mujeres también se colocaron su propia banda presidencial, es haber tomado, rescatando un viejo término filosófico, conciencia de “para si” como sujetos sociales, para doblegar resistencias e inconsistencias, algunas de ellas al interior del propio “progresismo”.
A contrapelo de lo lineal, con el triunfo de Bachelet, la mujeres en Chile han conquistado el derecho a voz, a posteriori de haber logrado el derecho a voto a mediados del siglo pasado. Quedando por cierto aún, una amplia brecha de desigualdades que cerrar.
En el estilo de liderazgo, sin embargo, es donde millares de mujeres se han visto reflejadas, y millones de compatriotas convocados: “ no es solo saber golpear la mesa”, como señaló en uno de los debates presidenciales. Sin intentar feminizar atributos y roles, no cabe duda que este ejercicio lateral de liderazgo, esa “fuerza tranquila”, ha sabido imponerse, y no doblegarse ante la escolástica masculina.
Quedan importantes tareas, pero ahora en muchas de ellas podremos apelar, además, al “sentido común” que rechaza la desigualdad y discriminación, aunque en las prácticas se reafirmen: mayor paridad en la participación y representación, equidad en los liderazgos y retribuciones.
Hombres y mujeres podremos tener iguales premisas, pero no se aseguran por ello las mismas conclusiones. Porque muchas veces lo difícil no es querer algo, sino querer también sus consecuencias.
Es cierto, también, que no todas las mujeres somos iguales. Que en nuestra unidad de género, también se reproducen las desigualdades sociales, y sus efectos a veces invisibles: clasismos, nepotismo, elitizaciones, etc. En ese sentido la lucha de género, no es sólo una lucha sectorial. Nuestro esfuerzo por más igualdad y democracia, es parte de la historia de lucha de trabajadores y sectores excluidos socialmente.
Ahora quizás después de lo anterior, al decir que el “bacheletismo” es también una perspectiva de género, se pueda al menos comprender mejor. Que la igualdad, la no discriminación solo será posible y plena, en una sociedad reconciliada consigo misma: con su ideal de democracia, participación y de justicia social.
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~Sebastian
Pero, no es más importante elegir a un presidente por sus propuestas e ideas que por su genero? Por ejemplo, para el 2006 era común escuchar de personas que vieron influenciada su desicion solo por el genero de la candidata, muchas de ellas probablemente no conocia siquiera su programa. Así tambien pongo otro ejemplo, si en una empresa se exige un 50% de trabajadores de cada sexo, no se daría el caso de que un hombre (o una mujer) aun estando mejor capacitado quede fuera por cumplir esta norma? O, para que no se malentienda mi comentario, si hay 10 vacante para un puesto y las más aptas son 10 mujeres, seria correcto rechazar a 5 de ellas y reemplazarlas por hombres en pos de la igual de genero? ¿No sería realmente justo que el genero no sea determinante en estos casos?