La humanidad está en peligro, aquella herramienta capaz de poner en peligro a miles y millones de personas se encuentra fuera de control. Quienes tienen el poder de esta no parecen tener la capacidad de utilizarla de manera razonable y, menos aún, de notar cuan relevante es para estructurar procesos que pueden perjudicar considerablemente la sociedad.
El arte de la retórica está en decadencia. El ocaso de esta disciplina se ha observado en diferentes partes del mundo. Estados Unidos, Italia, Brasil y Reino Unido, han sucumbido, entre tantos otros, ante discursos que se construyen con armas de doble filo que terminan afectando profundamente el debate público y, en definitiva, su tejido social y democrático.El desarrollo del pensamiento crítico es fundamental para comenzar a quitarse el velo de estos nuevos discursos demagógicos
La política, esa profesión que destaca por el constante uso de recursos retóricos, se ha transformado en la artífice de su decaimiento. Diferentes actores, con la finalidad de obtener visibilidad y nuevos adeptos, han ido modificando sus discursos, transitando por el populismo hasta llegar a la demagogia.
Parlamentarios y precandidatos presidenciales buscan posicionarse en la opinión pública haciendo uso de tácticas retóricas para persuadir a su público afín. Unos pocos prefieren la utilización de estos artilugios narrativos sin meditar respecto de su repercusión. El discurso de el o ella contra todo se ha intensificado, creando un contraste polarizador que busca solo el beneficio a estos actores políticos. El resto es irrelevante. Las palabras de estos parecen pesar más que sus acciones para su público o fans club.
El lenguaje tiene la capacidad de moldear y transformar comunidades. Estos personajes políticos que se suben a la arena para disparar contra todos, lo saben. Tienen la noción que a través de sus palabras, con el calibre que «sus ciudadanos” quiere escuchar, destruirán a su adversario y allanarán su camino hacia el triunfo político.
¿A qué costo? El fin justifica los medios. La polarización política parece asentarles, la agresividad en las palabras de sus nietitos, nietitas o patriotas los reconforta. Su “independencia”, sin dependencia ideológica clara ni contenido, es uno de sus conceptos preferidos para atacar a esa clase política que ellos y ellas conforman. Nada parece que los detendrá, ni los medios. Están protegidos por los grandes medios de comunicación, que se sienten muy cómodos con estos políticos en sus pantallas.
La democracia está en riesgo y quienes forman parte de las plataformas comunicacionales no parecen tomar el peso de lo que está sucediendo. Resguardar la sociedad de discursos de odio, extremistas y paleoconservadores no parece importar. Los niveles de audiencia y el tamaño de la billetera prima. ¿Los costos? Después se verá cómo se lidia con ellos.
La deslegitimación de la política parece calzar como anillo al dedo a los demagogos filofascistas que pululan la política nacional. Esta pérdida de la virtud de los políticos les ha permitido subirse al altar para lanzar sus dardos verbales contra quienes forman parte de su misma clase. Atacando a otros actores políticos y líderes de opinión, como ellos y ellas, socavando la democracia sin que muchos y muchas puedan percatarse.
El desarrollo del pensamiento crítico es fundamental para comenzar a quitarse el velo de estos nuevos discursos demagógicos. Estamos al borde del oscurantismo retórico gracias a los iluminados que han salido a defender los derechos de la ciudadanía, pero que constantemente les mienten y votan contra ella en el parlamento.
La defensa para poner en valor nuevamente la disciplina discursiva es armar al resto de ella. La crítica no debe estar exenta de hechos y realidades, así como no puede caer en construcciones sustentadas en opiniones que carecen de realidad y que solo tienen como objetivo la destrucción de todo lo existente.
El purismo ideológico de los nuevos seres políticos está fragmentando todo, atomizándolo. Los grandes liderazgos que han sido capaces de construir grandes cambios sociales en Chile han tenido que ceder y han debido, queriéndolo o no, moverse unos pasos hacia el centro. Ejemplos claros son Pedro Aguirre Cerda, Salvador Allende y Michelle Bachelet.
La política está sustentada en la construcción de discusiones, disensos y parlamentos. Quienes rasgan vestiduras por los pasos que Gabriel Boric, Daniel Jadue u otro candidato puedan llegar a dar hacia el centro, desconocen el valor de la construcción de poderes en conjunto, pecan de individualistas en un mundo que tras el 18 de octubre nos está diciendo que debemos estar más juntos que nunca. No los hará ser menos de izquierda ceder en algunos puntos, si tras ello se obtienen grandes logros que beneficien a la sociedad en su conjunto, especialmente a aquellos más desfavorecidos. Tendrá costos, claro. Pero se debe estar dispuesto o dispuesta a enfrentarlos. De lo contrario lo suyo no es la democracia, quizás sea algo más autoritario.
Comentarios
19 de abril
El show de los políticos faranduleros va a costar caro. Esperemos que en la Constituyente la ciudadanía se haga sentir de manera clara y no permita que personajes sin conocimiento y puro populismo ingresen a la discusión política.
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19 de abril
Muy conciso, aunque difiero de la necesidad de los candidatos a tener que desplazarse de sus marcos ideológicos para ganar más votos.
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