A pesar de que el actual Gobierno arroja cifras macroeconómicas positivas en términos de empleo y crecimiento, existe una sensación ambiental de rechazo a la gestión del oficialismo. En particular, a la figura de Sebastián Piñera. La explicación evidente de esta situación es que, mientras la riqueza se siga distribuyendo en forma desigual, el descontento no solo continuará, sino que aumentará. Es decir, si no se realizan reformas en las políticas de redistribución, puede darse una paradoja neo-liberal: a mayor crecimiento económico, mayor malestar social.
Como bien se sabe, la brecha social no es exclusividad de esta administración; tampoco lo es el crecimiento económico. La pregunta cae de madura: ¿Por qué tanto rechazo a Piñera entonces? ¿Por qué las regiones se levantan hoy si en el pasado vivieron las mismas penurias centralistas? ¿Por qué el movimiento educacional se radicalizó en este Gobierno si el modelo lleva más de 20 años de injusticia?
Si revisamos la campaña electoral de Piñera, y estudiamos la votación que le entregó las llaves de la Moneda, encontramos la clave para responder estas preguntas: Un cruce de expectativas irreconciliable. Veamos.
En la costosa campaña del actual Presidente de la República sobraron las promesas. Algunas se han cumplido, otras no. Pero hubo una, en particular, que fue utilizada como caballito de batalla y que, según mi opinión, elevó las expectativas ciudadanas a tal punto, que permitió una estrecha victoria en el balotaje. Esta promesa fue la de una “nueva forma de gobernar”. ¿Se acuerda? Esta frase, sin embargo, no bastó para que la Derecha retornara al poder. El catalizador determinante fue el voto de castigo de la ciudadanía a una desgastada Concertación. Gracias a este voto de confianza, las expectativas de la Coalición por el Cambio se elevaron e hicieron pensar que había sintonía entre el país y la propuesta de Piñera. Violento error de lectura.
Mientras la ciudadanía castigaba a la Concertación por su sordera y miopía, y aumentaba sus expectativas al escuchar que había una opción política que prometía una “nueva forma” de hacer las cosas, el actual Gobierno tomaba ese voto como una licencia para proponer SU proyecto de país, no el que los chilenos querían. Aquí se da, entonces, el cruce de expectativas: Chile creyó que la “nueva forma” era dialogante, abierta a escuchar y sin los vicios anteriores. El oficialismo creyó que la victoria en las urnas era la oportunidad histórica de imponer su modelo de país, casi como un capricho que fue creciendo durante 4 periodos consecutivos de la Concertación en el poder.
Así, el país puede presentar índices económicos maravillosos, pero si el Gobierno no entiende que la gente castigó a la Concertación por sus administraciones unidireccionales en términos de propuestas, nunca habrá satisfacción ni reconocimiento de logros.
Las preguntas antes planteadas se responden, por lo tanto, fácilmente. Los ayseninos protestan porque creyeron que este Gobierno escucharía sus propuestas y dolencias. “¿Para qué cambiamos de tinte político si vamos a seguir igual que con la Concertación?” Se preguntan en Aysén. El Gobierno, por su parte, se pregunta: “¿Para qué nos eligieron para liderar este país si no aceptan nuestras propuestas?”. Expectativas cruzadas e irreconciliables. Misma situación ocurre en educación.
Evidentemente, y supongo que usted estará de acuerdo, en este escenario de confusión, el llamado a frustrar sus propias expectativas para llegar a acuerdo es el Gobierno. ¿Por qué? Porque las demandas mencionadas no son comparables con las ansias de poder de la derecha. Las expectativas ciudadanas apuntan a reivindicaciones regionales, educación de calidad y otras peticiones consideradas socialmente “justas”. El capricho de imponer una visión de país de derecha, claramente carece de justicia social.
Finalmente, si este Gobierno quiere evitar ser recordado como un simple “recreo concertacionista”, entonces debe evitar cometer el mismo error que cometió la oposición. Increíblemente, estando en democracia, debemos rogar para que los gobiernos “escuchen la voz del pueblo”, una contradicción etimológicamente detestable.
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Foto: infosurhoy.com
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alvaro
Te agradezco el comentario, Rodrigo. Saludos.
sinosenota
Creo que es una excelente entrada, demuestra de manera muy clara y fácil un sentimiento que reconozco en muchas personas, pero no esto de acuerdo con esa reversibilidad que viene de parte del oficialismo, más bien creo que ese escenario no es que ellos esparaban….solo eso.