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Radios: la mala práctica de concentrarse

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La radio, que fue vital en las horas más difíciles tras el terremoto y maremoto, y que dio amplia cobertura al movimiento educacional, vive nuevas horas por cambios en el mercado, que también trae efectos para el pluralismo y la diversidad en la radiodifusión. 

Mientras las investigaciones siguen a paso firme por colusión en farmacias, industria del pollo y supermercados, otra concentración más silenciosa, pero no menos conocida, es la concentración de los medios de comunicación, que comenzó su etapa de expansión con la liberalización del mercado de la TV en 1990 y la entrada de consorcios internacionales a la radio desde fines de los 80. 

Ahora, tres inusitados movimientos han movido el sector de la radiodifusión chilena en pocos días: a la ampliación en un año de la norma para que las radios comunitarias se acojan a la nueva ley, la Asociación Mundial de Radios Comunitarias, AMARC Chile, ya comienza a exigir una nueva normativa acorde para el desarrollo del sector social que reemplace a la promulgada en 2010, que más bien ha sido un “mal parche” para continuar restringiendo la democracia en el dial. Segundo, la Corte Suprema confirmó la sentencia del Tribunal de la Libre Competencia que condenó a 10 consorcios radiales por haberse coludido para eliminar la competencia en diversos procesos de licitación. A estas novedades, se suma el anuncio de compra del grupo Luksic, dueño de Canal 13, de las radios Horizonte y Oasis, que fueron por muchos años de propiedad de Comunicaciones Horizonte del conocido locutor, Julián García Reyes. 

De concretarse la operación, la concentración de la radio en Chile se comportaría oligopólicamente con 4 actores de importancia: Grupo Bezanilla (3): Tiempo, Romántica e Infinita; Grupo Luksic (4): Horizonte, Oasis, Play y Sonar; Grupo Dial (6): Beethoven, Carolina, Duna, Disney, Paula y Zero; e Iberoamerican Radio Chile (11): Concierto, Activa, ADN, 40 principales, Imagina, Pudahuel, Futuro, Rock and Pop, Uno, FM Dos y Corazón. Más atrás queda la Compañía Chilena de Comunicaciones (Cooperativa, Universo), Sociedad Nacional de Agricultura (Agricultura), Biobío Comunicaciones (Red Biobío) y Familia Molfino (El Conquistador), entre otros. El grupo Edwards, dueño de la cadena El Mercurio, se afianza como actor regional con red Positiva FM y Digital FM, mientras el grupo Bethia (Falabella) al comprar Megavisión toma el control de Radio Candela (ex Amadeus, de Ricardo Bezanilla), que fue una de las últimas adquisiciones del canal privado en 2011. 

Las cifras son elocuentes. Los 4 consorcios pasan a concentrar el 70% del mercado radial y solo el grupo Prisa acapara 220 frecuencias, que corresponden al 30% del mercado, y el 50% de la inversión publicitaria en radio. Concentración y pluralismo son dos importantes consecuencias para el sector.

Primero, el mercado radial se concentra en menos actores. Si la más reciente y acuciosa fotografía de la concentración de la propiedad en la radio fue el 2009, con el trabajo investigativo de la Premio Nacional María Olivia Mônckeberg, Los Magnates de la Prensa, el último flash de esa época fue la compra en 2007 de Prisa España, a través de su filial CRC en Chile, del conglomerado Iberoamerican que, en ese momento, tenía a sus 8 radios en los primeros lugares de sintonía y avisaje. Desde ese entonces, el mercado de radios, de ser el sector menos concentrado, pasó a acercarse a las mismas cuotas de concentración que otros sectores del sistema de medios como el duopolio de la prensa, Copesa y El Mercurio. 

La especulación de frecuencias y los precios predatorios que ofrecen las cadenas dejan, muchas veces, sin margen de acción a los pequeños radiodifusores y son cooptados por los grandes consorcios, que suman a su comportamiento, concentración horizontal (compra de más medios dentro del rubro, como es el caso de Luksic) y multimedia o transversal (presencia en impresos y audiovisuales, como también ocurre en esta oportunidad)

Así, se va entretejiendo el mapa del poder y los medios en Chile, donde los grandes consorcios buscan tener mayor influencia en la sociedad chilena y manejar la agenda pública. Por tanto, lo más peligroso  no es solo que la concentración de los medios siga en aumento en Chile, con cotas que no se condicen con la realidad de otros países de la región, sino en la relación que se establece entre el poder económico y el pluralismo en la radiodifusión con concentración de contenidos, convergencia de procesos productivos, precarización laboral y pobreza en la oferta programática. Así también, los 45 mil millones de pesos por ingresos en publicidad en la radiodifusión comercial en 2010 y la concentración del 75% de la Frecuencia Modulada, no van de la mano con avances legislativos e iniciativa del Estado para mejorar las condiciones de desarrollo y sostenibilidad de los medios públicos y comunitarios, que abogan por democracia en el acceso y uso de frecuencias en Chile. 

* Raúl Rodríguez es periodista y académico del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, y dirigente mesa nacional Asociación Mundial de Radios Comunitarias en el país, AMARC Chile

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Foto: Rusty SheriffLicencia CC

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