Para la sociedad es clave el papel que desempeñan sus universidades al formar a los profesionales que han de dirigir las actividades económicas, políticas o culturales, y en capacitarlos para aplicar el conocimiento disponible a la solución de los problemas tecnológicos y sociales del entorno.
Durante estas tres décadas, nuestra Universidad ha transitado desde un espacio de formación profesional hacia una entidad de avanzada que ha visto instalar la excelencia en la investigación, con capacidad de atraer y retener investigadores de referencia nacional, lo que ha incluido la atracción de estudiantes con talento más allá de la región; ha consolidado la libertad académica en un ambiente en el cual los desafíos intelectuales del profesorado y del alumnado se desarrollan con autonomía para perseguir el conocimiento sin sentirse vigilados por las autoridades académicas o públicas; ha afirmado un modo de gobernanza de la institución universitaria basada en el autogobierno de los académicos, entendido como el modo en que la comunidad universitaria tiene el control de los elementos centrales de la vida académica: admisión de estudiantes, definición de los estudios, criterios para conceder los títulos, selección del profesorado y dirección básica del trabajo académico de la universidad; se ha dotado de unas instalaciones adecuadas: laboratorios, aulas, conectividad y espacios libres de discriminaciones y promotores de la inclusión social. Sigue siendo un desafío construir, junto al Estado, una estructura de financiamiento adecuada que apoye la investigación y la docencia de manera suficiente y estable a largo plazo, como también de concretar su carácter regional con las estructuras de gobierno territorial a través de mecanismos consensuados cuya finalidad sea el bienestar de la comunidad regional.La universidad de las próximas décadas en aras de una sociedad más inclusiva, justa y sostenible, anclará sus proyecciones en un futuro de enormes desafíos sociales y medioambientales
Una vez más la idea de universidad se enfrenta al dilema que Ortega señalara como de la “terquedad conservadora” y de la “ligereza revolucionaria”, entre una actitud de rechazo al cambio en favor de un modo de hacer las cosas porque siempre se han realizado de esa manera y un optimismo tecnológico naif, que miraría el progreso técnico como algo positivo por sí mismo. “Es penoso observar a lo largo de la historia la incapacidad de las sociedades humanas para reformarse. Triunfa en ellas o la terquedad conservadora o la irresponsabilidad y ligereza revolucionaria. Muy pocas veces se impone el sentido de la reforma a punto, que corrige la tradición sin desarticularla, poniendo al día los instrumentos y las instituciones.” Es el tono de la nueva formación profesional: el diálogo simultáneo entre la solidez académica, el valor ético y la utilización de las herramientas tecnológicas para el nuevo mundo laboral. Impulsaremos ese cambio otorgando sentido a las iniciativas que se orientan a la construcción de las respuestas a los problemas, haciendo ver que estas deben ser coherentes a determinados ideales, estimulando el debate intelectual sobre las mismas, inspirando alternativas, influyendo sobre las actuaciones individuales y colectivas, desarrollando un liderazgo transformacional, pero también ético, con capacidad inspiradora, que oriente las preguntas sobre temas que preocupan a escala regional y local, encontrando soluciones con sentido, de manera pionera e innovadora.
La universidad de las próximas décadas en aras de una sociedad más inclusiva, justa y sostenible, anclará sus proyecciones en un futuro de enormes desafíos sociales y medioambientales que demandan con urgencia soluciones creativas, innovadoras y transformadoras, para lo cual es fundamental responder a la necesidad de profesionales que precisan actualizar continuamente sus conocimientos y habilidades a lo largo de la vida para desenvolverse con éxito en entornos exigentes e impredecibles.
En Chiloé hemos transitado desde la formación técnica de nivel universitario a la instalación de procesos académicos complejos, diseñando una variada oferta académica y en estrecha relación con las aspiraciones de las próximas generaciones en las áreas de salud, educación, ciencias sociales e ingenierías, pero también, proponiendo alternativas de postgrado e instalando procesos de investigación pertinentes a las necesidades territoriales. La existencia de una universidad pública en Chiloé es una realidad, que junto al proceso de modernización que vive la sociedad actual, contribuye a la creación del conocimiento que permitirá fortalecer las capacidades institucionales y los liderazgos en calidad técnica y ética para un mejor gobierno de las instituciones económicas, políticas y culturales de las próximas décadas.
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