En octubre de 2012 escribí estas notas y, al leerlas nuevamente, veo que siguen igual de vigentes, así que ahora, después de una leve revisión, verán la luz:
«Tengo licencia de conductor hace casi 30 años y una vez fui multado por conducir a exceso de velocidad; ¿algún atenuante? ninguno, porque efectivamente iba a exceso de velocidad y no me había dado cuenta; ¿me eximía esa ignorancia de la responsabilidad por la infracción cometida? ¡Por supuesto que no! Mi deber como conductor de un vehículo motorizado es estar concentrado y atento a las condiciones de la vía y el vehículo, porque ése es mi compromiso cada vez que tomo un volante.
En estos largos años conduciendo, aprendí que ninguno de los llamados accidentes de tránsito es realmente un accidente, sino que obedecen (tal como lo fue en mi caso) a fallas humanas que van desde no prestar la debida atención o no revisar el estado del vehículo antes de conducirlo por la vía, hasta circular por la vía pública (siendo peatón o conductor) bajo la influencia de sustancias que limiten nuestra capacidad de evaluación y reacción. Incluso puedo decir que también cometemos el mismo error irresponsable al circular por la vía pública (como peatón o conductor) estando enfermos o distraídos por el teléfono celular.
«La vida en sociedad exige comportamientos adecuados para el bien de todos; eso se llama ‘Educación’ y comienza en la familia, cuando los padres entregamos a nuestros hijos los valores que le harán respetar la vida y el bienestar de los demás.»
Cada vez que ocurre una colisión, un atropellamiento, un volcamiento, etc, hay al menos un culpable claramente identificable y cualquiera de esos hechos pudo ser evitado si ese culpable hubiera actuado correctamente.
Un conductor que conduce un vehículo después de haber consumido alcohol o cualquier estupefaciente sabe claramente que está cometiendo un delito y arriesga su integridad y la de los demás; cualquier excusa que utilice (‘fue sólo una cerveza’, ‘también había comido harto‘, ‘estaba en un bautizo‘, ‘estaba celebrando el 18 con los amigos‘, ‘fueron un par de piteadas nada más‘, por ejemplo) son sólo excusas baratas y nada quita su responsabilidad.
El peatón que circula por la vía pública bajo la influencia del alcohol o drogas sabe claramente que su acción pone en riesgo la integridad de conductores y otros peatones.
Ninguno de los dos casos tiene excusa ni puede ser liberado de responsabilidad y debería ser penado con igual dureza, principalmente con suspensión de licencia por largo período y trabajo comunitario por igual tiempo, sin perjuicio de multas altas, porque en mi opinión, la cárcel no sirve para nada positivo y sólo genera mayor costo para todos.
Conocí en directo el resultado de esta irresponsabilidad culposa inexcusable cuando la esposa de uno de mis cuñados murió al colisionar contra su auto una camioneta cuyo conductor conducía en estado de ebriedad, lo que provocó que circulara a exceso de velocidad y no respetara una señal de PARE. La colisión fue tan violenta que el auto quedó completamente destrozado y los bomberos de rescate debieron cortarlo para sacar a las víctimas, que murieron una inmediatamente y la otra, unos minutos después.
La vida en sociedad exige comportamientos adecuados para el bien de todos; eso se llama ‘Educación‘ y comienza en la familia, cuando los padres entregamos a nuestros hijos los valores que le harán respetar la vida y el bienestar de los demás.
Cuando apoyo al Movimiento Social por la Educación, apoyo el deseo urgente de contar en nuestro país con un sistema educacional público gratuito, inclusivo y de buena calidad que entregue conocimientos tradicionalmente aceptados como necesarios (lenguaje, matemáticas, ciencias, artes, etc) al igual que conocimientos ‘no tradicionales‘ tales como Derechos Humanos, Educación Cívica y Educación Vial. Ello ayudará a que los jóvenes tengan interés real en participar y en respetar la vida de sus semejantes con acciones conscientes, sin buscar la manera de ‘esquivar el bulto‘.
La educación integral derriba los ídolos, acaba con los tabúes, destierra mitos y entrega fuerza y fortaleza a las personas. Debemos seguir insistiendo con creatividad y valor hasta conseguir una oferta educacional pública que sea la envidia de los establecimientos privados. No debemos claudicar.»
Comentarios
09 de octubre
Creo que al igual que muchos, o demasiados, Ud. aboga también porque se encuentre solución a los problemas de “la educación”, pero ocurre que ellos no están dónde se les ha puesto que es donde se les busca. Esta es una de las grandes paradojas de estos tiempos, pero tiene una larguísima historia cuyas consecuencias deberían empezar a preocuparnos de verdad y en serio.
Y todo puede empezar si sospechamos que existen formas generadas, de modo voluntario o inocente (el resultado es el mismo), que impiden encontrar las soluciones que nuestros hijos requieren: de ellos es que se trata todo esto “ANTES” que de todos. La paradoja que nunca ha sido inocente se convierte así en verdadera esperanza de dar con las soluciones que todos buscamos
Ya es tiempo de empezar a preguntarse ¿desde cuándo existen allí (en la educación), los mismos problemas?; y también preguntar, ¿por qué (históricamente), no se les encuentra solución, si son los mismos?; ¿son “esencialmente” los mismos?; ¿desde cuándo están esos problemas en la escolaridad?
Si abogamos por nuestro(s) hijo(s) y reparamos en lo que le(s) ocurre en la escolaridad es algo “diferente” a la educación que aspiramos para ellos, inmediatamente deberíamos vislumbrar una diferencia ocultada (voluntaria o inocentemente), en la fagocitación de la escolaridad.
Parece razonable, entonces, pensar que los verdaderos problemas están donde estudian lo(a)s alumno(a)s, y que es allí donde se pueden encontrar las soluciones.
¿Veremos esas soluciones?
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