En las últimas semanas, el sentimiento de júbilo se ha podido observar dentro de todo el círculo futbolístico, e incluso de aquellos no tan apasionados, por la obtención de la Copa América por parte de la selección de chilena por primera vez en su historia, ante cerca de 45 mil personas que repletaron el Estadio Nacional para presenciar tan histórico momento. Además, pudimos observar un comportamiento prácticamente ideal de los hinchas en los distintos estadios del país, lo que deja un sabor dulce respecto a esta materia (aunque debemos tener en cuenta que la mayoría del público que va a ver a la selección, es distinto del que va a ver a los clubes que participan en el torneo nacional).
Terminada la Copa América, los fanáticos del fútbol local nos alegramos de que volviera el fútbol chileno con el inicio de la Copa Chile, torneo que nos permite ver en cancha nuevamente a los escudos que tanto amamos moviendo la pelotita en el césped de los distintos escenarios futboleros del país, desde Arica hasta Puerto Montt.
Lo que no nos alegró tanto fueron los incidentes que se han producido dentro de los colosos deportivos, marcados por episodios negros como lo ocurrido en el clásico porteño entre Everton y Santiago Wanderers, partido el cual ni siquiera pudo iniciarse debido a la invasión de público a la cancha, además de la lamentable situación ocurrida en el entre tiempo del partido entre Rangers y Universidad de Chile, donde se produjeron evidentes daños materiales y se produjo una batalla campal en las tribunas entre barristas, carabineros y guardias de seguridad que no permitió la reanudación del fútbol en el Fiscal de Talca.
Ante estas situaciones, que no son para nada aisladas ya que si miramos hacia atrás podemos darnos cuenta de que ya han ocurrido este tipo de hechos, la opinión pública ha puesto en tela de juicio la normativa de Estadio Seguro y la pasiva actuación del gobierno, pidiendo tolerancia cero y leyes “duras” (lo que podría traducirse a penas privativas de libertad) a aquellos que generen violencia dentro de los estadios, señalando que estas personas son delincuentes que sólo buscan generar daño en este tipo de espectáculos y, no son verdaderos amantes del fútbol.
Desde ya, es necesario que se haga notar claramente que este tipo de hechos son totalmente repudiables y que no deberían presenciarse, ni en el fútbol, ni en el tenis, ni el basquetbol, ni en ningún espectáculo deportivo del país. Además, lo que en mi opinión también merece cuestionamiento, es que se crea que el problema se va a solucionar solamente con la instauración de penas privativas de libertad a aquellos que cometan este tipo de hechos, dejando de lado lo que es el verdadero problema de fondo que es la gran crisis social que vivimos en nuestro país, donde la violencia no sólo se ve en el fútbol, sino también; por parte de ciertos personajes en las marchas estudiantiles; se ve también en el actuar represor de carabineros; en la grosera diferencia de ingresos que percibe el que ganas más y el que gana menos; en la fuerza con la que el empleador abusa del trabajador; en el día a día en situaciones tan comunes como en el tráfico vehicular, etc.
A lo que quiero llegar, es que el sistema es el que genera violencia, ya que no nos hemos preocupado de formar una sociedad con la misma cantidad de oportunidades, donde todos podamos desarrollarnos con las mismas herramientas que aquel que está al lado. Todo esto deriva en una desigualdad totalmente alarmante. No hay un equilibrio, y desde ese punto de vista, todos somos responsables.
Creer que teniendo más personas dentro de las cárceles (que ya se encuentran bastante llenas) es tapar el sol con un dedo y no darse cuenta de lo que en verdad es el fondo del asunto: es necesario recuperar la amabilidad y no seguir fomentando la violencia, lo que implica no seguir avalando un sistema que apoya la desigualdad, porque es importantísimo tener en cuenta que dándoles herramientas a las personas, estas se desarrollarán de manera más integral y con más expectativas a futuro, que seguir viviendo en la pobreza y creyendo que la única alternativa para ellos es robar o, haciendo una analogía, recurrir a la violencia.
No nos quedemos solo en discusiones superficiales, vamos al problema de fondo, digámosle no a la violencia en todo los ámbitos de la sociedad y ayudemos a superar la crisis social en la que estemos inmersos. De esta forma recuperaremos la alegría de nuestra gente y también del fútbol.
Lo más chistoso, y alejándome un poco del tema principal para hacer este comentario, es que muchas personas señalan con tanta energía e indignación penas de cárcel para aquel que roba o para aquel que genera violencia en el estadio, pero cuando se trata de criticar a aquellos que ejercen delitos de “cuello y corbata” esa fuerza al parecer desaparece.
La creación de un plan de recuperación social y de un sistema amable para todos, queda en manos del gobierno y de nuestros parlamentarios, los que al parecer son los únicos que no se dan cuenta de la crisis en la que estamos viviendo, y hacen oídos sordos a que es urgente cambios estructurales si queremos acabar con la violencia en sus distintas corrientes. La perspectiva debe ser prevenir estos sucesos, antes que criminalizar a cualquiera.
Ahora, ante la emergencia de los sucesos que se están cometiendo en el fútbol, sin duda que tenemos que actuar, porque la expectativa de que nuestros gobernantes actúen de manera rápida en el asunto de fondo, deja bastante que desear. Primero que todo, hay que impartir medidas que sean homogéneas para todos los clubes y que se apliquen en todos los estadios del país tanto para el público local como para el visitante, como por ejemplo, la prohibición de ingreso de por vida a cualquier recinto deportivo del país para aquel que genere violencia en los estadios; la aplicación de multas y reparación de los daños causados para aquellos que sean detenidos; un sistema de identificación para todas aquellas personas que adquieran entradas e ingresen a recintos deportivos; cámaras de alta seguridad en todos los sectores del estadio (aparte de las que proporcionan los canales de televisión); un trabajo en conjunto entre los clubes; guardias de seguridad y carabineros en los distintos sectores del estadio, en especial en el sector característico de las barras; entre otras medidas parecidas que permitan devolver al fútbol lo más importante, que es lo que sucede en la cancha.
El futbol es un carnaval, no creamos que sacando el bombo del estadio vamos a erradicar la violencia. Es tarea de todos nosotros recuperar el fútbol donde sólo nos dediquemos a alentar y a disfrutar del deporte más lindo del mundo. No nos quedemos solo en discusiones superficiales, vamos al problema de fondo, digámosle no a la violencia en todo los ámbitos de la sociedad y ayudemos a superar la crisis social en la que estemos inmersos. De esta forma recuperaremos la alegría de nuestra gente y también del fútbol.
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