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Sueños compartidos #LaNovelaEQP

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Crédito de Foto: Alterna

Capítulo 1
Marcelo Fernández

El calor sofocante no me permite pensar. Este verano mi familia y mis amigos se fueron de vacaciones y yo me quedé en la ciudad. No se me ocurre otra cosa que pasar el dedo por la pantalla del teléfono buscando algo, pero no sé qué. Necesito rodearme de gente. Inventar algo que me impida derretirme, de aburrimiento. Voy a esperar que haga menos calor para salir de la casa. Mi gata se acerca. Pareciera que quiere decirme algo. Tenemos una relación muy cercana, pero no tanto como para entender con exactitud sus maullidos. Suena el timbre. No esperaba a nadie. Qué extraño. Quizás sea algo interesante, pienso mientras camino a la puerta. En verdad no tenía nada en mente, pero al abrir la puerta, no podía creer lo que veían mis ojos.


Este es el resultado de nuestro primer experimento creativo colaborativo. Quince capítulos escritos por autores diferentes, que no se conocen y que aportaron con su creatividad y entusiasmo para escribir en conjunto y a distancia esta «nouvelle». Una experiencia que esperamos volver a repetir muy pronto.

Capítulo 2
Juan

Me pasé las manos por los ojos para limpiarlos, para borrar aquella imagen o convencerme que era tan cierta como mi gata que seguía maullando. Fue solo una fracción de segundo en la que pensé que el mundo estaba de cabeza y yo colgando a punto de caer. Se trataba de mi vecina de la casa de enfrente una señora que yo había dejado de ver hace meses, quizás años. La veía en las mañanas cuando yo salía y ella regaba sus plantas o barría la calle. La vi repetir la misma ceremonia todos los días, con frío, con lluvia, con calor, con viento. Ella siempre estaba muy arreglada y en cada gesto se mostraba su dedicación hasta que comenzó a decaer y esa pasión comenzó a desaparecer, aparecía a destiempo en su propia escena, ya no estaba tan arreglada y parece que ni siquiera veía a sus queridas plantas, después simplemente dejó de aparecer. Me di cuenta mucho tiempo después, quizás semanas. Recuerdo ese momento. Me asomé por la ventana una noche y miré hacia su casa. La hierba había crecido, las flores se habían caído, pero se veía una luz tenue en el interior de la casa. Supuse que ella estaría ahí, mirando televisión o escuchando radio mientras los circuitos de su mente comenzaban a desgastarse. Ahora estaba frente a mí. Tan arreglada como la recordaba en sus mejores tiempos. De reojo miré hacia su jardín y descubrí que un nuevo aire había inundado el estrecho patio. Noté que ella había rejuvenecido quizás quince años. Me extendió su mano con elegancia y recuerdo que tuve miedo.

Capítulo 3
Pablo Gutiérrez S.
@pabgutierrezs

Tuve tanto miedo que di media vuelta y entré a mi casa corriendo. ¿Cómo era posible que esa señora que veía cada mañana y que sólo se había ausentado un tiempo hubiera rejuvenecido de la noche a la mañana? Agitado fui al baño, me mojé la cara, y al mirame al espejo descubrí algo que me aterró aún más, era yo, pero con 15 años menos. No entendía qué pasaba, salí del baño, no había nadie en casa, así que me dipuse a salir a la calle. A abrir la puerta, ya no estaba la señora, tampoco estaba su casa en frente de la nuestra, yo ya no estaba en la ciudad, lo que estaba ante mí era un paisaje verde, el comienzo de un sendero que terminaba en un bosque, sin pensarlo, caminé hacia aquel bosque.

Capítulo 4
Cyrana Cyran

Después de haber vivido en el Paraíso tanto tiempo, era lógico que tuviera que descender a los infiernos. No sé cómo no me di cuenta antes. No existe la felicidad permanente, aunque la deseemos con todas nuestras fuerzas. Sería a la larga, una terrible condena. Cuando me confirmaron lo que tanto temía perdí la noción de todo. Me enclaustré en la casa que había cuidado tanto. Mi reino perdió su color, yo misma me descuidé como no hubiera imaginado ni en pesadillas. Pero todo tiene ciclos y después de preguntarme hasta el cansancio el por qué, decidí, aquella noche en que, lamentándome a la luz de la lámpara de la sala, vi tras la ventana su figura. Me observaba, como siempre lo hacía por las mañanas, cuando salía y yo mimaba mi jardín. Había alguien que notaba mi ausencia. En ese momento noté que la pregunta estaba mal formulada. No era por qué, era para qué. Elegí ese día porque sabía de su soledad. La familia se había ido. No había llegado ninguna visita. Me arreglé como era mi costumbre y sin rodeos fui a la casa contigua. Toqué la puerta, escuché a la gata maullar y los pasos acercándose. Cuando abrió la puerta, agrandó los ojos y luego pasó su mano por ellos como si quisiera cerciorarse de no estar viendo un fantasma. Me contuve para no reír. Extendí mi mano sin decir palabra y cuando la estrechó, noté que temblaba.

Capítulo 5
Arturo Ruiz

Aunque no sé por qué tuve miedo. Antes de su decadencia, siempre fue una persona afable. Mujeres como ella estaban en peligro de extinción, es decir mujeres dulces, elegantes, consideradas, cultas, profesoras de latín. Acaso ella fuera la última. Recuerdo cuando me dijo aquel célebre refrán: “en este mundo hay dos cosas que tienen mal fin, hombre que bebe y mujer que habla latín”. ¡Nos reímos tanto! La dama en cuestión era tan adorable como siempre. Luego lo recordé: la señora Celia estaba muerta hacía varios meses. De hecho fui a su funeral y conocí por primera vez a su numerosa familia. Luego de años de ser vecinos, vine a saber que no estaba sola en el mundo. Por un momento pensé que se trataba de un fantasma, pero aquel no era el problema de fondo. Lo más terrible era que yo también era un fantasma, me había sumado al grupo de vecinos muertos de la plaza Yungay.
-Espero que su muerte no hay sido muy traumática -me dijo.
-La verdad es que, si no hubiera sido por usted, señora Celia -ni me entero.
-¡No fue mi intención perturbarle!
-Tenía que enterarme de todas formas y me siento muy afortunado de que haya sido por usted. Pero dígame ¿y ahora qué?
-La verdad es que depende, ¡he visto tantas cosas extrañas! Pero yo soy de las que sigue igual que antes, preocupada del jardín y de la casa. A veces vuelvo a leer “La guerra de las Galias” de Julio César. Descubrirá que hay una excelente biblioteca: los espíritus de los libros también vienen a parar aquí.

Capítulo 6
B

Ahora, solo tengo preguntas, ¿Qué libertades tenemos?, ¿Qué tan larga será nuestra nueva existencia?

Si el cielo o el infierno existen, ¿Por qué no estamos allí? ¿Y si esto fuera un simple sueño?

Salimos a caminar, notamos, que no es necesario respirar, más aun, descubrimos que lo hacemos solo por costumbre.

Siempre creí que todas las dudas se disipaban al morir, pero siento más curiosidad que nunca y deseos de experimentar.

Capítulo 7
isabel arancibia
@lamanodmiabuela

Caminamos haciéndonos esas raras preguntas que ninguna de las dos se esforzaba en responder. Mi vecina ya no era la anciana hosca y demacrada de siempre, sino una bella y simpática jovencita que sorpresivamente despertó en mí una inclinación homosexual que no había experimentado antes. Yo estaba fascinada. Por su rejuvenecimiento repentino, por su estilo, por la dulzura de su voz, por el ingenio de sus preguntas. Pero me fascinó aún más cuando, así de la nada, sacó una pequeña cajita de su bolsillo, de la que extrajo un cogollo de marihuana verde, esponjoso y de un aroma que invitaba a soñar. Lo enroló en silencio, sin dejar de caminar, con una habilidad impresionante. Yo pensaba que tenía facilidad para enrollar pitos, pero ella tenía arte en las manos. Le pregunté dónde había aprendido. Pero esa fue otra pregunta sin respuesta. Se limitó a encender el pito y aspirarlo largo y pausado. Mientras retenía el aire, me lo pasó. Yo le di una sola calada y sentí una explosión de colores. Recién en ese momento me di cuenta de que mi gata, que según yo era negra, pero que ahora veía naranja, nos había estado siguiendo. La tomé y la puse en mis hombros y con eso se completó mi felicidad. Dos jovencitas muertas caminando por el Barrio Yungay, saludando a los vecinos que nos sonreían alegremente como a un par de desconocidas, sin imaginar que éramos también vecinas de hace décadas. Era un momento perfecto. Un día perfecto, como canta Lou Reed. Pero lamentablemente, no duró demasiado.

Capítulo 8
Paulina Ortiz Mellado
@pauli_ortizm

Ya no pertenecíamos a los mismos lugares, ni no nos excitaban más los mismos recuerdos. Nunca supe por qué nos alejamos tanto.

Ahora podría identificar cada uno de esos recuerdos que compartimos tantas veces de chicos, todos decían que nos íbamos a casar, que pasábamos todo el tiempo juntos, pero que sin embargo, éramos tan distintos, y a la vez tan complementarios, que habíamos transformado la aleación del agua y el aceite en algo posible.

Ahora mientras camino, todo el resto del mundo aparece difuminado y la realidad se me aparece vidriosa y deshonesta. Ahora mientras camino, veo cómo a tu figura la pierdo entre tantos arreglos de cuentas, tantos reclamos de parte mía e indiferencias tuyas, entre el lado vacío de mi cama, entre tus intermitencias, entre el frío y el calor. Y de repente todo eso es disipado por unos goterones, que eran pocos, pero se hacían aguacero en mí, porque mi vida se hacía aguas con la idea de que habías despojado de todo.

No peleamos, nada. Por último así me hubiese quedado con una explicación más lógica, porque nunca nos llevamos mal, pero el rencor duele menos que el olvido. Simplemente ya no éramos parte del mismo polo magnético, pero yo sigo pegada en esto y todavía no hay nada que me saque.

Cuando tomaste tus cosas, apenas tras ese momento, salí tras de ti, pero no quería alcanzarte, sólo asimilar bien que aunque después nos viésemos muchas veces nunca más nos íbamos a ver realmente, y yo sólo quería que la distancia fuese paulatina.

Capítulo 9
Catalina

– Es una gran pena la muerte repentina de Amaro, tan joven. Estaba tan contento porque pudo ingresar a la carrera que quería en la Santa María, e iba a estudiar gratis. Dios lo guarde.

En el funeral de mi amigo de la infancia, todos hablaban bien de él. Eso ocurre en los funerales. Solo buenos recuerdos. Su familia no paraba de llorar y mirar una y otra vez el féretro. No me quise acercar, quería retener un tiempo más su recuerdo vivo. ¿Qué vendrá ahora, su juicio celestial? Creer o no creer, prefiero creer que ahora estará en paz y encontrará la felicidad. Nosotros buscaremos el camino, ahora sin él, pero con un gran cariño por su recuerdo.

Ahora a seguir, acompañar a su familia y la polola de tantos años, que queda con un gran dolor, rabia e incomprensión de la vida. Espero que no pierda la fe en la vida y que recuerde que fue una de las personas que permitió a Amaro ser feliz en su corta vida.

Todavía pienso en Amaro, quedamos de ir a un concierto el sábado y una marcha el jueves, ninguna de las cosas la haremos juntos, pero iré porque así nos habíamos comprometido. Quizas, invite a Elisa, su polola, necesita hacer cosas para distraerse y recordar con amigos, llorar juntos y tomar unas cervezas en su nombre.

– ¡Gabriel, mira quien llegó!. El grito de mi madre me sacó del éxtasis. Mejor voy porque sus gritos se escuchan hasta la Plaza.

Capítulo 10
Diego Armijo

Era Elisa con un vestido floreado y unas botas negras manchadas por el barro de mi patio. La miré desde mi ventana, en el segundo piso, y quise gritarle, quise cantarle, quise hacer tantas cosas, pero no hice nada, solo la miré y ella me miró. Al final bajé y me junté con ella. Quería hablar y hablo y yo la escuché. No hablamos de él, aunque el recuerdo era tan fresco, tan cercano, ella evitó nombrarlo, como una terapia de olvido se puso a hablar de New Order y de bandas que yo no conocía y que nunca había escuchado. Me dijo que había ido a Máscara y bailó toda la noche. Antes que todo pasara, y que conoció muchas bandas. Y así siguió. Y yo caminando a su lado, escuchándola. Pensando en que al fin podría ser yo el que la hiciera feliz. Pensaba que tendría que escuchar a New Order para meterme en el mundo que ella estaba por conocer, y así ser el brazo en donde ella se pudiera apoyar. Todo esto, claro, lo pensé, no se lo dije. Solo la miraba y él sonreía hasta que me tomó de la mano y seguimos caminando.

Capítulo 11
Claudia Fernanada

Sin darnos cuenta, o tal vez sí, con Celia comenzamos a ver y escuchar las historias de los demás vecinos del barrio, podíamos traspasar las puertas,algo que siempre pensé sólo era fantasía. Ella llevaba mucho más tiempo muerta que yo, pero era menos curiosa y sólo se limitó a nuestra cuadra. Una tarde o una mañana, para los fantasmas da igual, la convencí de que practicáramos el arte de la flotación y el traspaso de puertas y murallas, le hablé de la nueva inmensidad de nuestra extraña existencia, ella respiraba excitada y con los ojos brillantes de pasado; fue entonces que cual par de niños, nos pusimos a ejercitar. Teníamos que mantener la boca cerrada por algunos minutos, para elevarnos más rápido y a mayor altura, luego en el aire, ciertas imágenes nos daban la dirección. Celia, como había vivido más años que yo, tenía más recuerdos, tantos, que le costaba hilarlos y sólo veía muchas imágenes entrecortadas; entonces comenzó a girar sobre sí misma, me reí tanto, que ella se molestó… fue cuando descubrimos que la ira y la vergüenza, nos hacían desaparecer.

Capítulo 12
Claudia Zamora

Ninguna de las dos había hablado del tema hasta que Celia lo dijo :

– ¿Recuerdas cómo moriste?

Algo me pasó, no un escalofrío de muerte porque estoy muerta, pero algo me pasó. No recordaba o no quería recordar. Celia sabía. Me miró y me dijo:

– Fue él. Tú sabes que fue él.

De pronto unas imágenes, la oscuridad, ese ruido ensordecedor, ese aliento a chicle y cigarro.

Yo sé como fue, dijo Célia. Yo estaba allí.

Capítulo 13
Patrick H. Fisk
@PAT_RAKA

¿QUÉ ESTOY HACIENDO? llevo varias horas escribiendo, la profe Clara fue muy explícita cuando dijo que este era el trabajo más importante de mi carrera; así que vamos de nuevo, quiero ser escritor y si ello me exige bloquear las zonas mas oscuras de mis pensamiento, que así sea, ya habrá tiempo para recordar a mi abuela y sus fantasmas.

Mi nombre es Felipe, soy el típico compadre relajado que considera que la vida es para disfrutarla. Soy un convencido que la inteligencia depende de la imaginación.

Emigré a Santiago desde mi bello Cauquenes y tras evaluar derecho y periodismo, pude darme cuenta que literatura era lo mío.

Conocí a la profe Clarita en un asado en Bulnes y tras un par de columnas cómicas subidas en la web de Ricardo (Un tatón trotamundos) Ella me forzó a dejar de lado el sarcasmo para desarrollar una escritura más reflexiva, en eso estoy ahora, tratando de escribir mi primera novela seria, una que te haga pensar, pero no del estilo de viejos políticos sabelotodos de derecha, mi maestra quería que pudiese crear una obra sin humor y sin ciencia ficción, una que llenara tu mente de ideas para cambiar el mundo.

¿Me volé de nuevo? (La Isa y sus brownies con trampa) en eso veo como un gato se sienta a mi lado, maúlla y regala pulgas, en fin, sigo tirado en el Bustamante, escuchando Bowie y sé que debo empezar de nuevo.

Capítulo 14
Cecilia Barrientos

Y los mismos ojos que en un momento me hiceron temblar, ahora me invitaban morbosos a la paradógica compulsíon de querer saber y a la incierta promesa de si conseguía huir de ese momento.

Ella comprendió.

Y su mirada se clavó en mí como si fuese una roldanas que movía mi cabeza afirmativamente conminando a Celia a escupir de una vez por todas, el relato odiado y temido…

Las dos chicas… fumaban…

Gabriel, mi querido amigo, sería quien heredadaría después los despojos de la historia que un tal Felipe relatará, como si de novelita escolar se tratara.

Una guapa… la otra.. mi hermana… la que supuestamente se había ido junto a los demás vacacionantes… como si ningún muerto hubiese quedado única e inútilmente resguardado por la gata…

Que también lo sabía… Porque había estado con ellos….

Capítulo 15
slave

Entonces sintió un pegajoso y húmedo beso en la mejilla. Era su gata que otra vez lo encontró soñando y aleteando. Ya era su hora de comer. Lo miró ansiosa. Para ella, comer, en ese momento, era prioritario. Para él, despertar.

Extraño sueño fue aquel. Una vecina inexistente. Fantasmas y caminatas. Miradas y voces. Alguien que enrollaba algo y él que perdía la noción de quién era en realidad y de qué hacía en ese momento.

No importa, ahora. Con cada nuevo día que amanece, procura olvidar lo malo, aprender de lo bueno y dedicarse a aquello que construye y que es parte del todo que comprende como su mundo. Un todo relativo, según aquello a lo que se aboque.

Salíó a la calle. En la esquina había una docena de jóvenes. Preparaban carteles y un perro los miraba. Estaban entusiasmados y no paraban de hablar y tomar notas. Dos cuadras más allá, unas abuelitas y abuelitos reunían firmas y explicaban cosas a los transeúntes, entregándoles información escrita. Al llegar a la plaza, un grupo que parecía de padres y apoderados tenía pequeñas asambleas.

Era el día de la revolución social y ¡Quién podría haberlo olvidado! Tiempo atrás, la gente comprendió la necesidad de la organización civil como fundamento para lograr sus aspiraciones y en definitiva algo sorprendente que le cambiara la historia a la gente común y en parte les mostrara a todos que vivir en un país significa hacerse responsable de su destino y ser parte de él.

Recuerdo claramente qué los motivó…

TAGS: #Cultura La Novela EQP

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Comentarios

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Maria Elena Giesecke

01 de marzo

Me encantó esa novela. Diferentes escritores y sin embargo una casi perfecta ilacion de los capítulos.
Felicitaciones por la original idea.
Espero la próxima.

02 de marzo

Me he deleitado, si, esa es la palabra. Pero quizas mi propia sensacion de abandono deprimente, me hizo ver que en ciertos capitulos hay una tendencia obscura, de soledad, de estar mas comodo, como atado mas las cosas que tiene que ver con lo que aun no conocemos, que es la duda de que sera de nosostros cuando nos llegue la hora de abandonar nuestros cuerpos a la muerte que a la vida misma,llena de sonidos, colores, aromas y amigos. Hasta casi deprimente pero …la he disfrutado. Un excelente experimento.

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