¿Qué hay detrás de la polémica entre los jugadores de la selección chilena de futbol que dicen que aceptaron participar en el documental “El sueño de todos”, porque les prometieron que se exhibiría gratuitamente en cines y luego en televisión? La respuesta es una política cultural estrecha que hace que ese tipo de tratos sea una utopía en nuestro país.
Después de dos años en que el “lucro” en sectores como la educación ha sido puesto en el banquillo de los acusados, resulta gratificante que sean jugadores de futbol quienes cuestionen ese mismo proceso para bienes culturales que deberían estar disponibles para todos los chilenos.
El primero en abrir los fuegos fue Claudio Bravo, arquero de la selección, quien a través de su cuenta de twitter cuestionó a los realizadores del filme “El sueño de todos” por cobrar por su exhibición: “Lo protagonizamos sí, pero para un documental. No para lucrar en el cine” respondió a la alusión del director ejecutivo del documental, Cristóbal Mella, que promocionaba la película.
Luego vino Mauricio Isla, jugador de Juventus, quien aseguró que el plantel firmó el contrato con la condición que la cinta «fuese gratis» para los chilenos. «La decisión está clara, nosotros firmamos un contrato para que fuera gratis y la gente no pagara. Tuvimos una reunión en el último partido con Alemania y la decisión era que nuestra gente, todo el pueblo Chile, disfrutara con todo lo que nos costó llegar al mundial y que la viera en el cine o en la casa gratis, y ahora salió que van a cobrar por ver este documental».
Finalmente el capitán de la “roja” Gary Medel y uno de los jugadores estrellas, Arturo Vidal, publicaron mediante sus respectivas cuentas de twitter su molestia por el cobro que tendrá la película para los hinchas que deseen presenciar los detalles de la clasificación.
Sin embargo, y así lo confirmaron desde la producción de la película, es evidente que para acceder de forma exclusiva a un espacio tan íntimo en un negocio tan rentable como el fútbol, era necesario un contrato y por supuesto la promesa de utilidades. La ANFP no necesita, a diferencia de otras federaciones en Chile, difusión para sus deportistas. Por lo tanto el acuerdo firmado en el año 2011 establecía estas reglas del juego (que al parecer no comunicaron a los jugadores), y que no incluían la gratuidad de los hinchas.
De hecho en diciembre del 2013 ya lo explicitaban así los creadores del documental. En una entrevista de la revista Capital los realizadores explicaban que llevaban invertido cerca de un millón de dólares y que el documental contaba con “quince cámaras, 500 horas de filmación y registros inéditos. Y todo, en 3D”.
Además el director, Hernán Caffiero, contó que su cinta se estrenaría en 80 salas del país. Pero no solo eso, el documental tiene contemplado un intenso plan de marketing que incluye el lanzamiento de un disco con el sello Plaza Independencia, la fabricación de merchandising y hasta exhibiciones ambulantes en salas 3D desmontables.
Cuesta creer que un plan así de ambicioso pueda tener un espíritu diferente al del lucro que critican los seleccionados nacionales.
El presidente de la ANFP Sergio Jadue, intentó explicar en Radio Cooperativa el problema de fondo, pero que deja en evidencia la falencia a la hora de negociar este tipo de producciones.
«Hay que entender la molestia de los jugadores de la selección chilena. Tiene dos aristas bien importantes y una de ellas es el tema social, es una selección que representa a los más de 16 millones de chilenos. Entonces que todos tengan la posibilidad de ver este documental, que esperamos sea muy bueno, es un tema de iniciativa que tienen los jugadores, para que sea lógicamente mucho más asequible para cada uno de los chilenos”.
Más allá del innegable trabajo de realización del documental, que duró más de tres años y lo positivo que es que tenga un estreno masivo, (80 salas), el tema aludido por los jugadores es determinante. El acceso del público debería ser considerado en este tipo de obras y más si sus protagonistas así lo desean.
En Chile cualquier película 3D cuesta sobre los $5.000, lo que implica que muchas familias jamás tendrán acceso a ella. En este sentido debería existir una política que facilitara la exhibición de obras con interés social, en vez de arrinconar las producciones nacionales a espacios mínimos y muchas veces segregadores.
Por otro lado si el documental tiene la intención de implicar socialmente a los chilenos, aludiendo a que se trata del “sueño de todos”, no debería ser pensado con un modelo de negocios eminentemente elitista y de bajo acceso para su principal público: los hinchas.
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