#Cultura

Camiroaga versus Cervantes

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Nos gusta escandalizarnos por aquellas situaciones que no se enmarcan en lo políticamente correcto. Exigir cultura se ve bien y exigirla en las redes sociales para que todos coloquen me gusta, me gusta, ¡que culto eres! no lees la vida de Camiroaga. Yo voy a leer la biografía de Felipe y la pediré prestada en la biblioteca pública de mi pueblo, libro que por cierto  no me interesó mucho hasta que las redes y los grades sabios la condenaron, ¡que buenos animadores a la lectura resultaron ser! Qué hay de mal leer detalles ocultos sobre la vida de un joven cuya muerte lo sorprendió haciendo el bien a otros. Después de todo, cada ser humano tiene algo de morbo en algún espacio de su ser.

El fomento lector consiste en invitar a la lectura a otros, no precisamente en obligar a leer a otro aquello que a mí me gusta o aquello que un grupo selecto de intelectuales decidió. El libre albedrío en la vida es una buena estrategia.

El tema de nuestra deficiencia cultural como país, está enraizada en otras situaciones mucho más profundas e históricas, posiblemente asociadas a nuestra posición de conquistados, condición difícil de superar  hasta estos días. Probablemente no seremos mejores o peores personas por leer biografías de personajes de tv o escuchar a  Arjona por las mañanas. Hay quienes leen cotidianamente la Biblia y se debe  cerrar los ojos ante ellos porque su falsedad aterra.

Estoy segura que se ha exagerado en la condena de los doce títulos más requeridos  por los bibliotecarios públicos. Allí figuran destacados escritores chilenos leídos en los colegios por los chicos de educación media, nombres que están  entre los más solicitados en las estadísticas de las bibliotecas escolares, Rivera Letelier e Isabel Allende, está Simonetti, ¿alguien podría decir que su prosa no es seria, hermosa y profunda? Está  Twain, un clásico indiscutible y Pilar Sordo. Estoy segura que esta psicóloga ha llegado al corazón de más de alguien en éste país. De eso se trata la lectura, de movilizar algo allí donde no había reflexión aún. Hay en la vida tanta diversidad de  lectores, como temas, autores, pero el lector es uno solo, siempre, no debemos olvidar.

Las bibliotecas públicas tienen una misión, dar acceso democrático a la cultura, al libro. Tomo las palabras de Gonzalo Oyarzún director de la SNBP quién va más allá: “¿Por qué la gente que tiene acceso a la librería Antártica o la Feria Chilena del Libro puede comprar ese libro (el de Camiroaga) y la gente en bibliotecas públicas, en localidades donde no hay una librería, en regiones donde no hay una librería no puede acceder a ese libro?”

Tengo esperanza en aquellos programas que buscan enriquecer el comportamiento lector  y están siendo impulsados como política de Estado desde las escuelas, centrados en la primera infancia, donde se busca dar  acceso a variados tipos de textos, autores y temas. Programas  enmarcados en el Plan Nacional de Fomento Lector como son: “Nacidos para leer” que implementa bibliotecas de aula en los jardines Junji e Integra; y el programa de lecturas diarias CRA/MINEDUC, que coloca un texto en manos de cada niño de este país, antologías de calidad bellamente ilustradas que reúnen a grandes de la literatura universal y a los nuevos autores cuyos temas cautivan por su contingencia, incluyendo además aquellos temas relevantes de hoy, contenidos en interesantes artículos. Puede que allí se encuentre la posibilidad de una educación literaria verdadera, pues no se puede amar lo que no se conoce. Debemos tener paciencia y fe en los lectores en construcción. En consecuencia, el acceso es la clave, presentar los clásicos en la escuela versus la farándula en el hogar. Puede que aquel que hoy lee la vida de Camiroaga se interese por otra. Don Francisco, Kennedy, ¿Gandhi? Puede que ese camino lo lleve a Coetzee. Prefiero apostar a eso en una actitud positiva, es ahí donde el bibliotecario finalmente encuentra su misión, invitar a leer, invitar al mundo de la palabra. Cuando me devuelva la biografía de Felipe, ¿qué ofreceré?

Nada es tan terrible. Los grandes autores amueblan nuestro espíritu pero muchos avezados lectores no se encontraron con Cervantes y su caballero de La Mancha colgado en los árboles. Muchos tuvieron la suerte de tropezar con él en la escuela, en una biblioteca, los más afortunados en el hogar, pero siempre de las manos de un buen mediador. Prefiero pensar en los bibliotecarios públicos y profesores de este país como personas preparadas para ser mediadores eficientes y consientes de su desafío: hacer de este país una sociedad lectora.

El fomento lector consiste en invitar a la lectura a otros, no precisamente en obligar a leer a otro aquello que a mí me gusta o aquello que un grupo selecto de intelectuales decidió.

Donde no hay lectura, bienvenida sea la vida secreta de Camiroaga. ¿Qué  culpa tiene Felipe que las personas se interesen por los detalles de su vida? Además el bibliotecario tiene la obligación de atender a la demanda de sus usuarios. Este país está regido hace mucho por el mercado, el consumo, la farándula, entonces el tema no es el que todos creen, la discusión es otra, es fácil hablar sobre lo políticamente correcto, pero ¿cuáles son y dónde están nuestras acciones? Eso es lo importante.

Me gustan  las bibliotecas públicas que hoy dan acceso al libro y confío en los bibliotecarios y profesores como agentes de cambio, cuya misión es encantar a otros con variadas lecturas cotidianamente. Debemos tomar en cuenta que ser profesor o bibliotecario en éste país es definitivamente una labor quijotesca.

¡Felices lecturas!

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Foto: Wikimedia Commons

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