Nicolás tiene dos papás. Anita, probablemente, sólo tenga mamá. Juanito, definitivamente, sólo tiene a su abuela. e
Esa es la realidad de un Chile que se busca esconder. Se dice que muchas veces la realidad supera a la ficción. Leyendo un comentario de opinión del escritor Jorge Baradit, tomo la siguiente frase: «Ser lo que se es …puede ser una buena denominación para la felicidad»
¿Por qué nuestro país tiene altos índices de depresión? ¿Por qué en las calles de nuestro país las personas se insultan, se agreden tanto y casi siempre todo el mundo está enojado? Probablemente porque estamos ahogados de esconder la realidad y actuar cotidianamente bajo un manto de hipocresía tremendamente dolorosa. Nuestra realidad nos pesa.Y el Estado tiene la obligación de tomar parte en esta misión. Porque los grandes temas, son temas de Estado. La sociedad que queremos construir es una decisión de Estado, no de un círculo de poder o de una ideología en particular.
Qué tan escandaloso puede ser un libro que da cuenta de una realidad cada vez más presente en nuestro entorno. Considero más escandalosa la forma en que viven muchos niños en situación de vulnerabilidad en los barrios de nuestras ciudades; más escandalosa la tristeza e impotencia del padre cuyo sueldo mínimo no alcanza a cubrir las necesidades básicas de sus hijos; más escandalosa la situación de salud, privación social y cultural en que viven muchos niños en este país. La mayoría accede a una realidad distorsionada de lo que es la sociedad y la diversidad cada día, a través de la televisión y ante eso no he escuchado las grandes demandas de protección a la infancia de algunas delicadas autoridades. Los programas de farándula cuyo modelo es la intromisión, enfrentamiento y burla constante ante la vida del otro, la telenovela de la tarde -que felizmente comparten nuestros niños con sus padres- promueve abiertamente una visión de sociedad que no es real, incorporando en ellos mayor sensación de frustración. Todo lo que ahí observan, jamás pertenecerá a su vida cotidiana: el programa nocturno que lidera la audiencia y que muchos niños comentan cada mañana en la escuela -donde se promueve una imagen machista exacerbada sobre el ideal de mujer para un hombre bien macho- y la homofóbica imagen de la diversidad, convirtiéndola en motivo de burla y circo cada noche. Entonces, ¿será tan terrible un texto que muestra a «Nicolás» de la mano de sus padres, que a través del afecto conforman una familia, no tradicional, pero familia real, al fin y al cabo?
El mundo llama inmorales a los libros que le explican su propia vergüenza, nos dice Oscar Wilde. Probablemente nos avergüence la posición como uno de los países con mayor índice de segregación. Justo cuando la discusión es la inclusión social, nos enfrentamos a un conflicto que desnuda nuestra inevitable posición desde el poder, la inconfundible costumbre de excluir a aquel que es diferente, que no se ajusta a nuestro perfecto orden arcaico. Nos asusta la intromisión de la minoría, porque el excluido siempre es minoría o está en desventaja, de lo contrario su realidad sería diferente.
En el texto infantil de los holandeses Linda Hann y Stern Nijland , titulado Rey y Rey, cuyo argumento dice que: un buen día la reina decide que está muy cansada para gobernar, y que su hijo, el Príncipe, tiene que casarse para asumir su lugar. A pesar de la reticencia de éste a seguir los designios reales, termina aceptando, y así da comienzo un colorido desfile de princesas de todos los rincones del mundo. El príncipe, con cara de aburrido, va descartando una tras otra, y cuando ya las esperanzas reales tocaban fondo, aparece una última princesa junto con su hermano. El flechazo es fulminante y el príncipe queda prendado del otro príncipe. El cuento no finaliza con una boda, pero sí como cualquier otro con la frase: «y fueron felices y comieron perdices».
Respeto, amor y aceptación son valores que conviene transmitir desde pequeños. Y el Estado tiene la obligación de tomar parte en esta misión. Porque los grandes temas, son temas de Estado. La sociedad que queremos construir es una decisión de Estado, no de un círculo de poder o de una ideología en particular.
La protección de la infancia tiene que ver con otros temas no resueltos. Aquellos temas de mayor complejidad, cuyos errores y desidia están enraizados en la historia social, cultural y política no resuelta de este país, y que nos persigue y aflora en los temas contingentes, los temas de este siglo, que nos demandan reflexión, que nos exigen, y que no sabemos ni estamos preparados para abordar de acuerdo al tiempo y época que vivimos.
Comentarios
11 de noviembre
Que buena columna, la comparto. 🙂
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13 de noviembre
Gracias, Felipe. Saludos