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¿Dónde radica el Patrimonio de Valparaíso?

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El 2 de julio pasado Valparaíso cumplió 16 años con una designación mundial de la UNESCO al Casco Histórico, entre la Plaza Victoria y la Aduana y sus cerros aledaños, la de Patrimonio de la Humanidad, incluyendo a los 15 ascensores y la red de trolebuses como fundamentales en esta designación global. Tremendo. Como los cinco títulos del Wanderers.

¿El Puerto descubrió la panacea? ¿La vida para el porteño se iluminó como una señal divina? ¿Los problemas de siempre como la deuda municipal, la delincuencia, la suciedad, servicios deficientes, la falta de inversión, los incendios, el abandono de los cerros más arriba del Camino Cintura se esfumaron con un chasquido del último villano del éxito de taquilla del cine?

Valparaíso ya era un polo turístico. Solo faltaba capitalizarlo. ¿Pero a la suerte de la olla en el país donde nuestro emblema es la improvisación o con altura de miras hacia lo sustentable? Evidentemente fue lo primero, dejándose llevar por la euforia y por nuestra arraigada visión cortoplacista.

Mucha agua ha corrido bajo el puente. Locales han cerrado. Grandes catástrofes han pasado. Los Caturros actualmente juegan en la B. Han pasado los alcaldes, unos más nefastos que otros. Aún duerme en el Congreso la Ley de Puertos para que dejen de tributar en Santiago y que el mismo poder aludido pague su deuda histórica. Ya no hay Mil Tambores, pero el carrete sigue dejando en vela a muchos porteños de las escalinatas paseos y pasajes de los cerros próximos al barrio bohemio. Porque falta una normativa no más severa, sino más acorde a salvaguardar el bien común. El tema del comercio ambulante es responsabilidad compartida. Se debe poner freno, pero tampoco se invierte correctamente en la ciudad para verdaderas oportunidades. Económicamente Valparaíso puede que en algunos aspectos haya ganado, con su giro al turismo como principal actividad en desmedro del puerto y la industria. La denominación patrimonial amplió la oferta turística que se limitaba a uno que otro hotel y hostales para viajeros solitarios, y conceptos como Bed and Breakfast, Hotel Boutique, Bar Lounge, entre otros anglicismos tomaron una inusitada fuerza. ¿Pero realmente impactaron en el empleo? ¿están al alcance de un vecino?

Es loable el esfuerzo y la inversión realizada en estos lugares a partir de edificaciones abandonadas o en mal estado. Pero la mayoría de los inversionistas no son de Valparaíso. Los staffs de trabajo, efectivamente son integrados por gente local, aunque muchas veces son extranjeros estudiantes de intercambio o itinerantes, lo que principalmente ocurre en hoteles y hostales. La plusvalía es arma de doble filo. Las propiedades anexas a estos nuevos recintos en construcciones patrimoniales se encarecen. La gente del barrio no puede pagar más. Se pierden los arriendos. El arrendador ya no puede mantener la propiedad y la vende. Gentrificación. Los barrios de los cerros ya no están, reemplazados por patrimonio comercial de exportación, para unos pocos.

Valparaíso ya era un polo turístico. Solo faltaba capitalizarlo. ¿Pero a la suerte de la olla en el país donde nuestro emblema es la improvisación o con altura de miras hacia lo sustentable?

Pero lo más importante todavía está muy arraigado. La identidad del Porteño de a Pie. El que viviendo en la punta de un cerro que se ha deslizado o incendiado se levanta a las 5 AM para ir al trabajo bajando el cerro. Ese que todavía saluda y coopera con su vecino. El que vive en un lugar que quizás no atraiga a ningún turista, y que su preciada vista al mar quizás se la haya tapado una mole de cemento de veinte y tantos pisos pero que aun así, sale adelante y no pierde su sello. El que compra en el almacén del barrio. El cabro que se tira en la chancha, toma helados York e hincha a los papás los tíos o los abuelos para ir al estadio el domingo. El que en lugar de ir por un Spritz al Fauna, va a tomarse una cerveza con los amigos, y si es invierno con una caña de vino al Liberty, pone las mejillas a la lluvia y el viento y sigue usando el ascensor y el trole para ir a todos lados. Los que viven en sectores que tildan de peligrosos. Los noctámbulos que comen un completo en Bellavista, y podría apelar más a la retórica e incluso a la épica.

El Patrimonio, no radica en sus construcciones, ni colores, tradiciones ni sus medios de transporte típicos por sí solos. Valparaíso tiene algo que no tiene ninguna otra ciudad quizás en el mundo: Alma. Es una ciudad que respira, que sube y baja de pulso. A veces en calma y apacible, y otras efervescente y ardiente, en el sentido del calor del ritmo diario, de la lucha o de darle cara a una adversidad. Podrán llegar todos los años muchos nuevos porteños. Gente que previamente solo habrá visto nuestra ciudad por postales y fotos de Instagram. Muchos a lo mejor no entenderán por qué el amor por esta ciudad, la encontrarán sobrevalorada, sucia, peligrosa. Es normal sentir miedo cuando se está acostumbrado a la comodidad, pero el mensaje final con el que cierro este artículo, es que el Patrimonio Porteño es el sentirse como tal, no es para gente cobarde ni facilista. Es para gente que da cara. Es un amor verdadero, que dura toda la vida.

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Álvaro Rojas Reyes

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2 Comentarios

Alexis Muñoz

Hola Alvaro

Si el patrimonio está en la gente-como tu señalas-, ¿por qué se han permitido las cosas que describes?

La pregunta te la hago, porque vivo en Lota, que también se encamina a un proceso similar, pero no quiero vivir lo que tú describes.

Gracias y viva Wanderers.

    Ljósmyndari

    Ljósmyndari

    Hola Alexis
    Muchas gracias por leer y dejar tu comentario, y sobretodo plantear lo que pasa con Lota.
    Puedo responder tu pregunta porque hay denominadores comunes a los que se debe poner atención, por un lado, la necesidad económica imperante en la zona del Carbón y por otro, la crisis transversal de la participación pública en la ciudadanía, a nivel político y social.
    Todo ello puede hacerse frente, simplemente organizándose e informando de forma cercana a las personas de los pros y los contras de los giros patrimoniales y turísticos que van de la mano, sin esperar a ninguna autoridad de turno necesariamente. En Valparaíso se esperó la luz guía de las autoridades, y el «laissez faire» hizo el resto del trabajo.

    Saludos amigo!

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Álvaro Rojas Reyes

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