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Boris Weisfeiler: la obra del matemático desaparecido en Chile en 1985

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Hace unos días volvió a hacer noticia un viejo caso que, por estar aún en trámites judiciales, resulta incómodo de catalogar, pero en el que todo apunta a que se trataría de una de esas tragedias absurdas y abominables que solo pueden ocurrir en las épocas más oscuras de la historia: la desaparición del matemático Boris Weisfeiler en la cordillera de la VIII región, cerca de Colonia Dignidad.

Boris nació en 19 de abril de 1941 en la Unión Soviética. Pese a su talento temprano, sufrió las injusticias de varias generaciones de científicos de la URSS a quienes, dada su ascendencia judía, se les castraba su carrera académica mediante diversas trabas. Aunque se las arregló para estudiar en la sede de Leningrado del prestigioso Instituto Steklov, sus problemas se agravaron cuando fue acusado de “antisoviético” por negarse a firmar una carta en contra de un colega. Abandonó la URSS en 1975, nacionalizándose estadounidense en 1981. Por esos años, realizó una pasantía en el célebre Instituto de Estudios Avanzados de Princeton invitado por el suizo Armand Borel, uno de los algebristas más influyentes del siglo XX, muy recordado por su aguda frase en torno a nuestra ciencia: “lo que menos necesitan las matemáticas son esos eruditos que dictaminan recetas y directrices para las mentes supuestamente menos iluminadas».

Tras esta estadía, Boris se incorporó a la Universidad Estatal de Pensilvania. En ese entonces estaba ya en el zénit de su carrera, al punto de que en 1984 publicó un célebre artículo titulado “Strong approximation for Zariski-dense subgroups of semi-simple algebraic groups” en Annals of Mathematics. A juicio de los entendidos, esta es la revista más prestigiosa en matemática, o por lo menos comparte este honor con Acta Mathematica e Inventiones Mathematicae (aunque, ciertamente, cualquier catalogación de este tipo es siempre discutible). Para dimensionar esto, resulta ilustrativo señalar que solo tres matemáticos chilenos que trabajan en nuestro país han publicado en esta revista, y son nada menos que Rafael Benguria en 1992 (Premio Nacional de Ciencias Exactas 2005), Manuel del Pino en 2011 (Premio Nacional de Ciencias Exactas 2013), y el joven académico de la PUC Giancarlo Urzúa en 2015.

El trabajo de investigación científica de Boris se centraba en una línea árida de la matemática: la teoría de grupos algebraicos. Tal como aparece descrito en este artículo, el vocablo “grupo” se utiliza para designar al conjunto de simetrías de un objeto y la manera en que estas interactúan. Obviamente, el grupo dependerá de la geometría del objeto en cuestión. Ahora bien, la abstracción matemática permite definir la noción de grupo sin un objeto subyacente, y a partir de su estructura interna reconstruir dicho objeto. La relevancia de este proceso radica en que ha permitido descubrir de manera abstracta nuevas e insospechadas geometrías.

Al lidiar directamente con grupos se utilizan métodos algebraicos de gran formalidad. De alguna manera, se trabaja solo con variables e incógnitas pensando siempre en que hay un objeto por detrás, pero sin aferrarse nunca a él. Si mediante estos métodos se logra establecer un resultado, entonces este tendrá consecuencias -a veces inesperadas- sobre estos objetos “nebulosos” y su geometría.

Un bello recuento del trabajo de Boris lo constituye el artículo (en inglés) de Alexander Lubotsky, disponible aquí . Allí luce destacado su teorema más espectacular, el que puede leerse de la siguiente manera: “todo subgrupo del grupo de matrices de entradas enteras y determinante 1 que es denso en la topología Zariski es casi denso en la topología de congruencias”. Aunque parece un trabalenguas, lo cierto es que este resultado de 1984 es una verdadera joya de la matemática, y tardó años en ser completamente comprendido y asimilado por la comunidad académica.

En ese año de consagración, Boris decidió viajar a Chile. Él era un amante de la travesía por lugares apartados, con una vasta experiencia alrededor del mundo. Así, a pesar a lo inestable de la situación política de nuestro país, se embarcó desde EE.UU. el día previo a la Navidad. Al llegar partió inmediatamente rumbo al sur, primero a Los Ángeles, y luego un poco más al norte. El 4 de Enero de 1985 se perdió su rastro.

Se cuenta que Boris era capaz de atravesar ríos con una técnica hindú que consiste en fabricar una balsa de madera, recostarse boca abajo sobre ella y dejarse llevar por la corriente. Por esto, en una primera instancia, la versión oficial sobre su desaparición, según la cual se habría ahogado en la confluencia de los ríos Los Sauces y Ñuble al tratar de cruzar el primero, era bastante plausible.

Boris nació en 19 de abril de 1941 en la Unión Soviética. Pese a su talento temprano, sufrió las injusticias de varias generaciones de científicos de la URSS a quienes, dada su ascendencia judía, se les castraba su carrera académica mediante diversas trabas.

Sin embargo, poco a poco fueron apareciendo antecedentes que hacían de este un caso escabroso. Lamentablemente, muchos salieron a la luz pública varios años después, pues estaban clasificados como secretos por los servicios de inteligencia estadounidenses. En ellos se menciona a un testigo clave, de nombre de chapa “Daniel”, que hasta ahora permanece no identificado. Él habría afirmado que una patrulla de carabineros, en compañía de militares, secuestró y entregó a Boris en Colonia Dignidad, distante unos pocos kilómetros del lugar. Allí habría sido interrogado, torturado y finalmente ultimado de un balazo en la cabeza. Lo concreto es que hasta el día de hoy no se ha podido establecer qué ocurrió realmente, y los testimonios son, a veces, contradictorios. Esto ha hecho circular una serie de mitos al respecto (algunos más fundados que otros), varios de los cuales fueron recopilados en el libro El último secreto de Colonia Dignidad de Carlos Basso, al cual se suma un programa especial de la serie Enigma de TVN que, lamentablemnte, dejó de estar disponible en internet.

Se dijo, por ejemplo, que a Boris se le detuvo pues se creyó que había cruzado la frontera desde Argentina de manera ilegal; que se pensó que era un infiltrado del MIR, que por esos años trataba de ejecutar su “Operación Retorno”; que en Colonia Dignidad se pensó que Boris era un agente del MOSSAD, la agencia de inteligencia israelí, y que también era un cazador de nazis cuya presencia en el sector se debía a que por esos días se esperaba una visita “ilustre” en la Colonia: el “Doctor Muerte” Josef Mengele (esto último es bastante poco verosímil pues, como se constató más tarde, Mengele había fallecido en 1979 en Brasil); que para establecer rápidamente qué había sucedido con este ciudadano estadounidense, la CIA envió como agente encubierto a un viejo conocido nuestro y antiguo huésped de la Colonia: Michael Townley; que Weisfeiler había sido visto varios años después realizando trabajos forzados en ese lugar al igual que otro joven desaparecido en 1985, el holandés Maarten Melle Ville, y que podría aún estar vivo…

Sobre la base de antecedentes más fundamentados, y tras largos años de insistencia y presión, en 2012 el juez Jorge Zepeda decretó procesar, por secuestro calificado y complicidad, a cuatro ex-carabineros y cuatro ex-militares. Una luz de esperanza se abría entonces para los colegas y amigos de Boris, su familia, y muy especialmente su hermana Olga, quien desde el inicio tomó las riendas de esta lucha.

Lamentablemente, hace un par de semanas llegó una sentencia final lapidaria: si bien queda establecido que Boris fue secuestrado y hecho desaparecer, la pista de Colonia Dignidad fue descartada, su crimen no fue catalogado como de lesa humanidad y, en concordancia con nuestra ley, se aplicó su prescripción.

Este fallo, por lo menos cuestionable a la luz de los antecedentes, ha causado consternación no solo entre quienes seguían de cerca el proceso, sino también en la comunidad científica tanto nacional como internacional. Tras estudiarlo en detalle, la Sociedad Matemática de Chile hizo una declaración pública al respecto. Paralelamente, ha lanzado una campaña de adhesión dentro de la comunidad académica mundial, a la que se han sumado -entre otros- el presidente de la American Mathematical Society, institución que prepara ahora su propia declaración pública. Olga Weisfeiler viaja nuevamente a Chile por estos días. La apelación a la sentencia ya está en curso…

Es de esperar que esta historia continúe por la senda del esclarecimiento total de la verdad. Por lo pronto, de Boris nos queda aún el tributo a su memoria y una obra científica que seguirá encantando a nuevas generaciones de matemáticos de todo el planeta por su belleza y profundidad.

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Andrés Navas

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