El rol del Estado es el bien común. En Chile es urgente reparar las desigualdades sociales expresadas en el tipo de educación que se le entrega a niños y niñas. Pareciera ser que existen tipos de casas, tipos de barrios y colegios para cada tipo de persona.
José tiene 30 años. A los 16 dejó de ir al colegio para ponerse a trabajar. Su padre, Juan, trabajó toda su vida en casa de los Pérez, por tanto José, acudió a ellos para trabajar.
José a los 30, tenía 14 años de trabajo en el cuerpo. Seguía trabajando en casa de los Pérez. A los 21 fue padre de mellizas y decidió estudiar, pero su situación económica no se lo permitió. El tiempo de su trabajo, más el cuidado de sus hijas, impidió que destinara tiempo al estudio.
A los 34 pudo comprarse su primera casa y poder así abandonar la cabaña que la familia Pérez le cedió. En su mente quería celebrar sus 35 años y pedir el deseo más grande y ambicioso que podría haber planeado: estudiar, optar a un trabajo mejor y con mayor remuneración y solventar los gastos educacionales de sus hijas. Las niñas cumplirían 14 ese año y ambas estaban pensando en estudiar alguna carrera relacionada con la salud. Sin embargo, una deuda de Juan, el padre de José, provocaría que todos esos anhelos se empañaran por un tiempo.
Las mellizas, inteligentemente, buscaron una alternativa para que su padre pudiera desprenderse de aquella preocupación y comenzaron a trabajar.
Esta historia termina bien, pero podría haber terminado mejor y mucho antes.
El rol del Estado es el bien común. En Chile es urgente reparar las desigualdades sociales expresadas en el tipo de educación que se le entrega a niños y niñas. Pareciera ser que existen tipos de casas, tipos de barrios y colegios para cada tipo de persona. Pero lejos de ser una virtud de nuestra sociedad, es una herramienta de segregación; un acto violento y que termina normalizándose cuando la familia que desea matricular un niño o niña en un colegio, no puede porque es muy caro, porque no están casados, porque no son de la comuna o porque no profesan una determinada religión.
La pobreza acarrea pobreza y en Chile hay dos grandes instituciones que la promueven y la saludan de lejos: El Estado y la Iglesia. El Estado; porque solo tiene planes paliativos que se ocupan de la superficialidad del problema (porque no por otorgar una vivienda, la gente dejará de ser pobre) y la Iglesia; porque vemos al Estado Vaticano alejarse de todos los votos prudentes que la curia podría practicar y es más: da señales confusas de sus reales preocupaciones.
Un ejemplo de ello es la fortuna vaticana, representada por la joyería vaticana, las habitaciones vaticanas y la vida vaticana. El hecho de que el Papa actual diga: «Me quitaré los zapatos rojos», como un efecto de su real voluntad para avanzar, es lo mismo que Bill Gates dijera: «Cambiaré mis anteojos por unos más baratos». El fondo no cambia; sus vidas seguirán llenas de lujos y comodidades. Y el problema no es que tengan comodidades, es más, la comodidad es necesaria, pero cuando eso sobrepasa los propósitos sociales de una institución, entonces se pierde el foco. Con todo el dinero gastado por las giras papales, los lujos vaticanos y los festejos eclesiásticos, podría acabarse el hambre en África y l José podría haber pagado su deuda, tal vez.
Vemos que el Estado Vaticano mete sus manos en otros Estados diciendo qué hacer, cómo y cuándo. Entonces en Chile tenemos universidades católicas, colegios católicos, canales de televisión y un equipo de fútbol católicos y miramos hacia el mundo pobre y nos damos cuenta que sus ganancias no hacen más que segregar, porque no podremos llegar a un consenso diciendo que la PUC, el Verbo Divino, el Villa María Academy o los colegios San Ignacio son instituciones accesibles para parte importante de la población. Y esta ejemplificación no pretende atacarlos, sino exponerlos.
La segregación, la discriminación, la precariedad y la falta de oportunidades se ven acrecentadas cada vez que hay instituciones del porte de esos dos Estados, sin real interés en las problemáticas que tanto salen a flote en sus discursos, pero que poco arreglan con sus manos.
¿Hasta cuándo habrá personas como José que no puedan estudiar? ¿Hasta cuándo gente como las mellizas no podrán vivir tranquilas porque hay muchas deudas y situaciones familiares, pero también sociales, que impiden que sus vidas se desarrollen en paz?
El mundo les está «soplando» la respuesta y estos Estados, no quieren cambiar sus estados ¿Hasta cuándo?
Comentarios
04 de mayo
Éste país segrega por todo, pero también es ingenuo pensar que la educación se arregla en corto tiempo. La verdad es que mientras no exista voluntad real de políticos y empresarios, nada va a cambiar. Ésta perversa asociación, mata ideas y buenas intenciones de gente que podría aportar a un Chile en verdad desarrollado, pero se requiere cambiar de mentalidad. Muchos aun se creen patrones de fundo, líderes de opinión o representantes de ideologías añejas, pero la triste realidad es que todo es plata y punto.
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04 de mayo
Se me olvidó mencionar al Vaticano. La mejor prédica es el ejemplo, eso no más.
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