Es común escuchar entre quienes adhieren al principio de neutralidad política e ideológica la crítica hacia los que respaldan movilizaciones distintas de las que originalmente impulsaron. Dirigentes estudiantiles apoyando la causa mapuche, trabajadores del cobre gritando no al lucro en la educación, luchadores de una región dialogando con comunidades de otras zonas del país no calzan en el paradigma de la organización atomizada e individualista. De la sociedad que se sienta a conversar con los grupos de presión pero rechaza los movimientos que reclaman la transformación profunda.
No es comparable una organización que brega por intereses particulares con una marea ciudadana que busca imprimir más justicia, equidad y democracia a la sociedad. Están bien las becas pero la gran lucha es la educación pública, gratuita y de calidad, aboguemos por el bono navideño pero la tarea de fondo es lograr sueldos dignos para todos los trabajadores y sus familias; bienvenida es la donación de computadores de la empresa a la escuela pero lo relevante es que el sector privado se haga responsable de las cargas sociales, ambientales y económicas que sus iniciativas generan.
En concreto, es correcto hoy dar pescado a quien pasa hambre pero, como reza el cliché, el fin último debe ser enseñar a pescar. El bono, el subsidio, la beca sólo se justifican en la urgencia que imprime la desigualdad, pero la gran tarea es atacar sus causas no sus consecuencias. Tal es la diferencia entre el grupo de presión y el verdadero movimiento social.
Quienes entienden esto, aunque siguen en sus luchas particulares, asimilan que existen múltiples causas hermanas, que postulan cambiar el sistema que permite que se generen los problemas estructurales que hoy asfixian a tantas comunidades.
Porque una de las más importantes aristas en la lucha contra las represas en la Patagonia es que empresarios y políticos que no viven en Aysén (y sí en Santiago, Madrid o Roma) impongan un tipo de desarrollo a un territorio y su gente. Esto se entronca con la imposición de nefastos proyectos de diverso tipo y pelaje en todo el territorio nacional. Y la raíz de este problema se ataca con la profundización de nuestra precaria democracia, donde la gente pueda decidir qué ocurre en el lugar que habitan.
Por eso la demanda de Patagonia sin Represas en las movilizaciones de Aysén de febrero y marzo pasado era la aspiración de un movimiento social y no de un grupo de presión. Lo que exigimos –un plebiscito para que entreguemos nuestra postura quienes estamos amenazados de impactos directos irreversibles por la pretensión de HidroAysén y Energía Austral – no se resuelve con recursos económicos más, recursos económicos menos. Por ello tanto complicó a los celadores del legado neoliberal del régimen (poco dado a la consulta ciudadana) responder a tal requerimiento.
Entender este matiz hará que cada ciudadano comprenda que el problema particular que le aqueja está íntimamente ligado con lo que ocurre más allá de lo que alcanza su vista. Y cuando esto ocurra, verá la gran oportunidad que se presenta en los principios aglutinadores (democracia, justicia, equidad, participación y un largo etcétera sustentado en el bien común) que permitirán que luchas que hoy se ven distantes mañana se entiendan como parte de un mismo diagnóstico.
En esta convicción está uno de los primeros gérmenes de la unidad. Porque las ideologías se sustentan en principios rectores, igual que la política de verdad, y son ésos los que mueven a toda sociedad.
Y para quien no le calce, sólo agregaré que adherir a la neutralidad ideológica y política es en sí mismo una paradoja al basarse también en una visión de sociedad: el individualismo. Y tal, aunque no se quiera, contiene una clara noción política e ideológica de la realidad.
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Foto: nazgulhead / Licencia CC
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