“Hasta siempre Monseñor Valech, lo recordaré siempre, además, tengo una beca que lleva su nombre”. Fueron las palabras de despedida que escribió ayer en su twitter un joven estudiante de tan sólo 17 años, @PabloRebolledo, a un hombre que desde la Vicaría de la Solidaridad durante la dictadura tuvo la nobleza de cobijar y defender con fuerza a los perseguidos y víctimas de violaciones a los DDHH. Pablo no había nacido aún, pero es probable que la experiencia vivida por alguno de sus seres queridos y el permanente recuerdo de su entorno más cercano, hagan que en su memoria esté presente su agradecimiento y respeto hacia Monseñor Sergio Valech, tanto por los principios como por las convicciones que marcaron su paso por la vida.
No percibo lo mismo en quienes, siendo adultos y con la responsabilidad de guiar los destinos de Chile, me confunden con acciones erráticas y ambivalentes. Como si desearan borrar de nuestra memoria una etapa de la historia a partir del mismo 11 de marzo. Lo digo porque si bien es cierto que hoy tras un par de clics podemos llegar a un subdominio donde encontramos el Informe Valech en la página Oficial del Gobierno, siento que la prioridad cambió.
Hasta antes de esa fecha, cualquier usuario y recién estrenado en Internet podía encontrarlo sin inconvenientes, pues en la página de inicio estaba debida y explícitamente indicado como “Informe Valech”. Hoy no. Hoy dice vagamente “Informes” y uno debe clickear, buscar y llegar. Algo similar sucedió con todos los registros fotográficos de lo que fueron los mandatos de los ex Presidentes Lagos y Bachelet. No los encuentro. No hay registro. Su paso por La Moneda y sus actividades públicas no están (y si están indíquenme dónde).
Son esas señales –y tantas otras más- las que me confunden día a día. Si los DDHH fueron y son una prioridad para la primera autoridad del país, el Informe Valech debe estar en un lugar privilegiado, destacado y de fácil acceso para todos, muchísimo más de lo que hoy está, especialmente para las nuevas generaciones como Pablo.
Es por eso que se me hacen incomprensibles las palabras del Presidente de la República, quien al enterarse de la partida de Monseñor Valech, lamentó su muerte y tuvo sentidas palabras hacia este gran hombre. Anécdota aparte fue llamarlo Manuel Valech, por cierto. No percibo coherencia entre palabras y hechos, entre memoria histórica y acciones. Ojalá me equivoque.
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