Afirmamos en ese sentido, desde nuestra propia experiencia de vida y fe, que una orientación sexual distinta a la heterosexual no es un impedimento para amar y desarrollarse plenamente como persona y como cristiana/o.
Nuestro cardenal Medina lo hizo otra vez. Nuestro, porque muchos de nosotros como cristianas y cristianos por la diversidad somos católicos; pero también lo diríamos en esos términos si nos refiriéramos a un obispo anglicano o neo-pentecostal. Son, a fin de cuentas, la cara visible institucional de esta gran iglesia de iglesias que es el cristianismo, esa institución que intenta pobremente seguir los pasos de su fundador. Ahí estamos todos.
El contexto de esta declaración son las palabras del Sr. Cardenal Jorge Medina, en las que expone sus juicios sobre la condición homosexual. Ante esto, tal vez muchos esperen una respuesta destemplada, histérica y agresiva de parte de personas que pensamos y sentimos distinto. Pero no les daremos ese gusto. Hoy nos presentamos como cristianos y cristianas con el derecho que nuestra conciencia nos entrega a alzar la voz y ponernos de parte de quien más importa: de Cristo y de las partes más sensibles en su cuerpo, aquellas que puedan sentir el rechazo de la propia Iglesia que un día decidió seguir a Aquel que tomó partido por quienes, justamente dos mil años después, sus sucesores denuestan.
Entendemos la corrección fraterna en el amor como una de nuestras obligaciones de la fe (Gálatas 2,11 y ss.), y en esa línea va esta declaración. Jesús mismo aconseja llevar a nuestro hermano a un lado y reprenderlo privadamente, pero ya que nuestro señor cardenal manifiesta públicamente su parecer, públicamente vaya nuestra enmienda a nuestro hermano en la fe (Mateo 18,15-20).
Rechazamos en caridad y justicia las declaraciones del señor cardenal. En primer lugar, pedimos perdón a aquellos niños y familiares de los mismos que puedan sentirse ofendidos por la comparación miope e insensible de nuestro pastor, al juzgar negativa per se una condición impuesta por la vida, cual es la discapacidad. Ante eso, afirmamos que Dios mira con esperanza y restaura la dignidad de cualquier aflicción, enseñándonos que la fuerza del espíritu finalmente triunfa sobre cualquier adversidad que la vida nos entregue.
En segundo lugar, recordamos al señor cardenal que la orientación sexual hacia personas del mismo sexo ha sido despatologizada por casi todas las instituciones en el mundo (partiendo por la Organización Mundial de la Salud en 1990), con excepción de algunas de ellas que no fundamentan su criterio en argumentos estrictamente científicos. En ese sentido, recordamos también a monseñor Medina que ya otros colegas pastores suyos han tropezado antes con piedras de este tipo en el camino, argumentando siglos antes con vehemencia y soberbia similares a favor de la condición geográfica plana de la tierra, por dar sólo un ejemplo. En ese sentido, exhortamos a nuestro pastor a no seguir engrosando con su nombre, la lista de personalidades de la iglesia que, tras siglos, nos obligan a pedir perdón por nuestros propios «errores no forzados».
Finalmente, pedimos perdón nuevamente por nuestro hermano, cardenal Jorge Medina, por los juicios que hace respecto de la homosexualidad. Sus palabras, en reciente entrevista concedida a Revista Caras, merecen una respuesta categórica y clara, por respeto a nuestra fe, por respeto a los creyentes y por respeto a la dignidad misma del cargo que monseñor representa (Timoteo 3,1 y ss.).
Afirmamos en ese sentido, desde nuestra propia experiencia de vida y fe, que una orientación sexual distinta a la heterosexual no es un impedimento para amar y desarrollarse plenamente como persona y como cristiana/o. Por el contrario: nos ayuda a entender el misterio de la vida y la fe, desde una marginalidad que en muchos casos sólo es revelada a los pequeños (cf. Mateo 11,25), allí donde el entendimiento de los doctores de la ley no alcanzó en tiempos de Jesús, y donde inevitablemente sigue quedando corto en pleno siglo XXI (cf. Mateo 15,14). Aprovechamos a recordar la reciente decisión del también señor cardenal de Viena, Christoph Schönborn, quien ante la elección por aclamación popular de una persona homosexual para asumir un cargo en una parroquia de su jurisdicción, tomó la sabia decisión de escuchar y no juzgar destemplada y prejuiciosamente una situación que, a entender de muchos, requiere una verdadera atención a los nuevos signos de los tiempos (cf. Gaudium et Spes, Concilio Vaticano II) y validó la decisión de los fieles de tener como líder a quien ya lo era, “aún siendo homosexual”.
Además, lamentamos y nos entristece el silencio, la indiferencia, la cómoda omisión de los cristianos en general y de los católicos en particular; en especial el silencio de quienes tienen la posibilidad, el deber y la misión de denunciar este tipo de atropellos a la dignidad de tantas y tantos. Nos duele el silencio cómplice de nuestra jerarquía, de pastores, de laicos y laicas, de teólogos y teólogas, de aquellos y aquellas que pertenecen a la vida religiosa y diocesana y que se ampararán seguramente «en el delirio» de nuestro cardenal o en su «demencia senil», para guardar un silencio timorato y conveniente.
Mientras Jorge Medina habla, verbalizando lo que realmente piensa, promoviendo una hostilidad que no deja de amenazarnos, hostigarnos y enfermarnos; los que se callan teniendo la oportunidad de levantar la voz y decir «basta», permiten que este tipo de declaraciones con tanta falta de amor, compasión y humanidad se perpetúen como verdades, y se transforman así en cómplices de todos los actos de discriminación que se apoyan en estas palabras.
Lo que realmente nos enferma y nos corta los brazos para amar, es el descriterio y la ignorancia, materializados en una persona, pero que lamentablemente representa a varias.
Por todas estas razones, nos hacemos presentes aquí para confirmar nuestra fe en Cristo, la persona que nos impulsa a vivir en la caridad y la verdad de una fe que, a su vez, nos lleva a entender y no juzgar, a amar sin medidas ni condiciones previas. A este Dios, que hace salir su sol sobre laicos y cardenales por igual, ofrecemos nuestras plegarias por nuestro hermano y a través Suyo, nuestras sentidas disculpas por el sentir y pensar de una persona que, en el ocaso de su vida, parece esperarle aún un largo recorrido por aprender en el camino del amor.
* Cristianas y cristianos por la diversidad sexual. Centro Ecuménico Diego de Medellín
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Foto: Perú 21
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