“Creamos un nuevo Chile y, no lo supimos leer”. (Palabras del ex-Presidente Ricardo Lagos en su discurso una vez anunciada la derrota electoral frente a la oposición en enero 2010)
“Cada Pueblo tiene la oposición que se merece”. (Gianfranco Pasquino, “La Oposición”)
Ya existe cierta distancia, no de esas distancias históricas, pero sí de esas prudentes, suficientes como para realizar una primera crítica o un análisis más certero, crudo, real, de lo que fueron los factores de derrota, la derrota misma y de lo que trajo consigo el dejar el poder tras veinte años.
Hace un año estábamos en plena campaña electoral; los casos de corrupción generaban la indignación masiva de opositores y de simpatizantes de gobierno; ya había irrumpido la figura de ME-O y el quiebre de la Concertación ya era visible. Por lo menos sus fibras más internas, como lo son las bases de izquierda a las que representa, ya estaban rotas o a pocas semanas de romperse, para no volver a unirse, ni siquiera para una segunda vuelta electoral.
Al final del gobierno de Michelle Bachelet y al inicio del gobierno de Sebastián Piñera, un trágico terremoto abarca buena parte de la zona centro sur del país. Luego vendría el lamentable episodio de los mineros. Entre medio, presenciamos la irrupción del movimiento por punta de choros.
Todo ello impidió que las voces de crítica irrumpieran. Es más: el silencio se apoderó de la centro izquierda. Ahora último y, marcado, quizás, por una criticable gira presidencial hacia Europa, comenzaron tibias voces desde la oposición, a tratar de hacer frente a esta “nueva forma de gobernar” o, las recientes palabras del ex-Presidente Ricardo Lagos, que llama a un dialogo que comprenda todo el espectro político de centro izquierda, incluyendo la facción Progresista de ME-O.
El problema no radica en que la actual oposición no sepa serlo. La verdad es que no tiene cómo. No irrumpe ninguna figura de liderazgo, a lo que se puede sumar que aquella tarea no se puede comenzar sin una autocrítica potente, certera, dolorosa y real.
La derecha, ganó el poder en la calle. La Concertación no puede pretender ganarla en las oficinas de Alameda o de calle Londres. El problema es que no existe un diseño estratégico, claro, para que todos aquellos que votaron por un cambio, se vuelvan a sentir parte del ethos que le fuera propio a mediados de los noventa. Hoy la Concertación debería concentrarse en mirarse hacia adentro, criticarse, demolerse y volver a edificarse. En términos sencillos, quienes tienen responsabilidad directa en estos temas son las cúpulas partidistas; a ellas hay que pedirles una rendición de cuentas, deben de irrumpir nuevos liderazgos, cambiar las dinámicas de poder, hacerlas horizontales, acabar con el centralismo en las decisiones en términos claros: reformular la democracia que Chile quiere.
Bajo las lógicas que han imperado en estos diez u once meses de gobierno, la actual oposición tendrá que hacer frente a lapidarias derrotas en las municipales del 2012 y una estadía en el poder por parte de la derecha de por lo menos ocho años, contando los actuales cuatro que debe ejercer Sebastián Piñera.
Hay un problema más allá del discurso mismo de la Concertación. Algo que pareciera ser patológico, una enfermedad que la desgasta y la postra en la inmovilidad. Quizás el concepto de “la metáfora sinestésica concertacionalista” pueda describir la relación del político concertacionista con su entorno. La metáfora sinestésica corresponde a una figura retórica, en la que se confunden arbitrariamente dos de los cinco sentidos, que en su expresión más compleja, termina por confundir sensaciones frente a una idea u objeto, con una relación que no le sería jamás propia. El fin de los gobiernos de la Concertación, tiene mucho de la patología sinestésica y tiene mucho de lo retórico de la metáfora sinestésica. Erraron el camino al desoír el llamado anterior de la población, ese que se les dio con las elecciones parlamentarias y municipales previas. La centro-izquierda leyó mal al hombre y la mujer de a pie, al ciudadano mismo que ellos ayudaron a construir.
La conclusión es sencilla. La centro-izquierda, en general, yerra el camino y, es más, parece no tener la intención de encontrarlo nuevamente. Ya lo decía Séneca: “No existe viento favorable, para quien no sabe adónde va”.
Jorge Jocelin Almendras (@ConJotadeJoda), cesante.
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conjotadejoda
Gracias Giovanni, Juntos Hacemos comunidad!
giovanni-pellegrini
no creo que sea cuestionable el hecho de que la concertación de partidos ha perdido en parte la carrera política hacia el gobierno, hay sinumero de variables que afectan el pauperrimo desempeño que sostuvieron. sin embargo considero irrebatible que al clase polítca en Chile es muy reducida y se encuentra estancada constitucionalmente y por falta de voluntad política, entre otras cosas.
debo en este escueto comentario, sacar a relucir la responsabilidad de la juventud como cambio generacional en torno al poder para destituir a la gerontocracia aletargada y falta de ideas innovadoras y atrevidas. no siempre fue todo así. lacuestión es cómo, desde dónde y hacia quien organizar una reconstrucción de los moviemientos sociales.
la centro izquierda yerra el camino, sí, por miedo, porque es una izquierda fascista y ya no romantica, porque son mas de lo mismo.
hay que renovar a esta clase política desvencijada de ideas conservadoras que noa ctualizan los libros del siglo XVII del sistema electoral.