Debiera resultarnos emocionante ver cómo lo más granado del empresariado, con declaración pública de por medio, han mostrado su enorme preocupación por el futuro de las pensiones de los chilenos si el Congreso aprobara el retiro voluntario de hasta el 10% de dichos fondos previsionales.
También los dueños de las AFP, con los dineros de los ahorrantes, publicaron insertos donde además de insistir sobre el daño al patrimonio de los ahorrantes, en los que afirmaron que se estaba cometiendo un error histórico. Esta emoción debiera acentuarse todavía más y llegar casi hasta las lágrimas al constatar que la mayoría de los líderes de la derecha y la totalidad del gobierno recurren a cualquier cosa para evitar que los diputados ratifiquen hoy lo que aprobaron la semana pasada y asegurar así pensiones dignas. El Presidente Piñera, como un mago que sigue sacando conejos del sombrero, anuncia a última hora un nuevo y poco claro proyecto de ley en ayuda a las capas medias que han perdido o mermado sus ingresos producto de la pandemia, mientras el ministro Briones, como un profeta bíblico, proclama la pronta llegada del apocalipsis si los diputados no revierten su decisión, llegando a afirmar, de manera inexplicable, que la aprobación del retiro voluntario produciría, además de la disminución del monto de las pensiones y el caos económico, la anulación de los acuerdos logrados a fines del año pasado para avanzar en el reemplazo de la actual constitución.
Cabría preguntarse el motivo por el cual, si han repetido siempre que los fondos son de los ahorrantes y que también se autodefinen como liberales, no confían en que cada cotizante decida por si y ante sí, retirar parte o nada de ese 10% de sus fondos. Por otra parte, el diputado Celis (RN) denuncia que su colega y compañero de partido, Diego Shalper, ha ejercido presiones, ofrecimiento de cargos y otras prebendas para que algunos diputados modifiquen su posición. Es decir, como lo ha manifestado el diputado Ascencio, estaríamos frente a delitos de negociación incompatible, cohecho e infracción a la ley de lobby. Así las cosas, la emoción inicial comienza a desaparecer, siendo reemplazada por la sospecha que los afanes oficialistas no tienen mucho que ver con el futuro de las pensiones que, como lo sabe todo el mundo, son malas y de no cambiarse el modelo de manera sustantiva, seguirán siéndolo. El que luego de la gigantesca marcha de julio del 2016, exigiendo el fin de las AFP, ni la industria, ni el empresariado ni la derecha política hayan reaccionado y, por el contrario, se hayan opuesto firmemente a la reforma previsional propuesta por la presidenta Bachelet, empieza a instalar la certeza que lo que aquí se está defendiendo con tanto empeño, no es un sistema de pensiones, sino una maquinaria de ahorro forzoso, que recauda una cantidad enorme de dinero, que es puesto a un bajo interés, a disposición de la burguesía financiera, productiva y especuladora.
Es ese caudal de dinero el que ha permitido la increíble concentración actual de la riqueza, el que permitió a los actuales grupos económicos la compra a precio vil, de las empresas que poseía el estado antes de septiembre de 1973. Como una pequeña muestra de aquello y sólo para refrescar la memoria, señalaré que SOQUIMICH, CAP, LAN, ENDESA, Laboratorio Chile, Grupo Penta, la totalidad de los bancos, telefónica, Chilectra, toda la gran minería del cobre y otras tantas otras, eran propiedad del estado chileno.
Estas empresas que en los primeros años de la dictadura permanecieron en manos del estado, por cuanto no existía un poder económico capaz de adquirirlas, con el correr del tiempo y especialmente luego de la instalación de las AFP fueron siendo licitadas y adquiridas con los dineros que mes a mes los trabajadores, de manera obligatoria, iban entregando mes a mes. Es decir, las empresas que eran propiedad de todos los chilenos fueron adquiridas por los privados con los dineros que nosotros mismos les facilitamos, a un muy largo plazo y a un bajo interés. De paso, se demuestra que aquellos que se presentan como emprendedores que crean empresas y arriesgan su capital, son un gran fraude. Compraron empresas que ya estaban creadas, gozando de prestigio y sin casi poner ni un peso. Ese fue el sentido de la creación de las AFP que, dicho de paso, sólo era posible hacerlo en medio de una brutal dictadura. Nunca fueron pensadas para otorgar finalmente pensiones decentes. Fueron entidades financieras de ahorro forzoso para capitalizar y financiar el proyecto neoliberal. Eso es lo que explica que Pinochet y la Junta hayan excluido a las fuerzas armadas de un sistema que imponían al resto y que decían que era el mejor que se podía concebir.
Entonces, la emoción inicial, que luego se transformó en curiosidad y preocupación, finalmente termina en indignación, al comprobarse que los poderosos no hacen más que defender sus mezquinos y mal habidos privilegios y que, sabedores de lo oscuro de sus motivaciones, las disfrazan de altruismo. El retiro del 10% de las pensiones sería pan para hoy y hambre para mañana, dicen, saltándose el hecho que las pensiones, en su mayoría, ya son de hambre. Lo que defienden, entonces, es la piedra angular sobre la que descansa el modelo impuesto. Sin ese flujo inagotable de dinero el modelo tambalea y la increíble concentración de la riqueza que permite que el 0,1 de los chilenos más ricos ostenten un nivel de vida y de influencia dignos de un jeque árabe. Eso es lo que defienden y no las pensiones que les importan un bledo. Defienden aquello que les permite, por ejemplo, tomar el helicóptero para ir a comprar mariscos a la costa, o adquirir canales de televisión, levantar costaneras centers, pervertir la política y recibir como gran castigo, unas pocas clases de ética. Incluso permite que algún pariente suyo atropelle y de muerte a alguien, conduciendo borracho y salir libre de polvo y paja.
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