La política, en su expresión mas pura, es la actividad mediante la cual los ciudadanos deliberamos sobre nuestros asuntos comunes. A través de ella, discutimos, decidimos y construimos la sociedad en la que queremos vivir.
Evidentemente, una tarea tan compleja requiere de muchos elementos. Algunos ya estaban escritos en la teoría política que sustentó el desarrollo de las democracias modernas y otros, como los partidos políticos, surgieron de la misma práctica de esta actividad, dada su complejidad. Ciudadanos, organización y movimiento social, partidos, representantes, órganos deliberativos y elecciones son solo algunas de las partes que hoy le dan cuerpo a lo político.
Una de las razones de la crisis de las democracias modernas es la relación antagónica entre algunos de estos elementos, particularmente entre el movimiento social y los órganos que componen la democracia representativa (partidos, congresos, presidentes). Son escasos los ejemplos de acoplamiento entre ambas partes. El resultado es la constante frustración del movimiento social por no lograr concretar sus demandas y el anquilosamiento de la «clase política» representante, que deja de representar a la sociedad y termina representándose a ella misma o a los poderes fácticos.
Esta última definición, dirán algunos, es justamente lo que ocurre en Chile y que quedó en evidencia con el auge de los movimientos sociales del 2011, particularmente el estudiantil. El sentido común parece indicar que ese diagnóstico global es también aplicable a nuestra propia clase política. Pero hay algo que debe hacernos reflexionar.
El 8 de agosto recién pasado, una parte significativa de los líderes del movimiento estudiantil desde el 2006 hasta el 2011 (año en que el mundo social -con casi nula participación de sus «representantes» en el Congreso- cambió los límites de lo posible, al punto de que hoy desde la DC a la izquierda se habla de educación gratuita, cosa impensable el año 2010 cuando incluso algo como el arancel diferenciado parecía utópico) se reunieron en un acto de apoyo público con Michelle Bachelet, la candidata de la Nueva Mayoría que muy probablemente será la próxima presidenta de Chile.
Por una parte, rostros visibles de la movilización como Camila Vallejo, Karol Cariola y Camilo Ballesteros. Por otra, Michelle, militante socialista, ex ministra y ex presidenta, quien incluso enfrentó en su primer año de gobierno la movilización de los pingüinos, que cinco años después volvieron a tomarse las calles en lo que fueron las movilizaciones mas masivas desde el retorno a la democracia.
Dos mundos que parecían irreconciliables hasta hace un tiempo se unían. Incluso de fondo de la escena sonaba el «vamos compañeros hay que ponerle un poco mas de empeño», que a estas alturas es el himno del nuevo paradigma educacional impulsado desde el movimiento social. Como pocas veces en la historia, todas las partes que conforman la política parecían ponerse de acuerdo y cantar al unísono.
Y eso es lo que da esperanzas. Hoy confluyen las demandas de la calle con una candidatura presidencial con altas opciones de ganar, con una lista parlamentaria competitiva detrás, con partidos con mas de 100 años de historia, con independientes, con equipos programáticos sólidos y con otros elementos mas que pocas veces se encuentran de forma tan perfecta.
Dos mundos que parecían irreconciliables hasta hace un tiempo se unían. Incluso de fondo de la escena sonaba el "vamos compañeros hay que ponerle un poco mas de empeño", que a estas alturas es el himno del nuevo paradigma educacional impulsado desde el movimiento social. Como pocas veces en la historia, todas las partes que conforman la política parecían ponerse de acuerdo y cantar al unísono.
Hoy el triunfo de Michelle Bachelet representa la posibilidad de hacer historia. No de vivir de inmediato en la sociedad perfecta, eso es imposible, pero sí de girar el timón del barco hacia el rumbo que la sociedad está exigiendo e iniciar un camino de transformaciones en este Chile que no deja de sorprender.
El Chile de rarezas tan extrañas como el sistema binominal o el financiamiento compartido, el mismo que el 2011 parecía enfrentar al movimiento social con la clase política sin que existiera posibilidad de acuerdo alguno. Ese país nuevamente, después de un involuntario letargo, le da al mundo una tremenda muestra de madurez y de cultura democrática al volver a juntar todos los elementos de la política -con las autocríticas y análisis que de por medio existan- para iniciar un proceso de transformaciones.
Al final no estábamos tan lejos de Latinoamérica.
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Foto: Michelle Bachelet / Licencia CC
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@cecibarria
Me interpreta completamente. Veo la mejor posibilidad de lograr la sociedad equilibrada, amable y respetuosa que añoramos. Una propuesta seria y con respaldo real. Yo voto MICHELLE porque deseo un país donde los ciudadanos podamos vivir para disfrutar y no para para pagar y pagar sin fin… para que el costo de la vida no nos supere, para que nuestros hijos sepan que podrán estudiar sin endeudarnos de por vida… y que después de estudiar tendrán trabajo digno y seguro… para que la vida sea compartit y confiar. Para que tengamos adecuada salud y los inescrupulosos dejen de vivir a costa del endeudamiento de los trabajadores. No está tan fácil ganar ésta elección debido a que la oposición actual está dispersa en más de 6 candidatos, mientras el oficialismo cerró filas tras una. Por Chile, espero que triunfe el pueblo, que triunfe Michelle.
Siomara Molina
Bastante autocomplaciente la nota y vacía de contenido importantes, obviando convenientemente que cuando el gobierno de Bachelet se enfrenta a la revolución pinguina lo hace con la más brutal represión, violando los derechos humanos de niños y niñas. También convenientemente se menciona la militancia socialista de la candidata sin debatir sobre el giro socialdemócrata que ha perfilado la práctica política de su partido desde hace años. Que fácil es esperanzarse cuando se cuenta sólo la mitad de la historia.
Benja53
La desigualdad, ese profundo abismo que separa a los más acomodados de los menos favorecidos, se manifiesta en nuestro país no sólo en educación. La penosa realidad es que lo hace de manera brutal en cada uno de los ámbitos en donde día a día nos desenvolvemos: salud, vivienda, trabajo, justicia, seguridad, urbanismo, medio ambiente, consumo, tributación, previsión, financiamiento, etc. No se salva ninguno.
Es muy ilustrativo constatar que al respecto casi no hubo variación durante los 20 años de gobierno de la Concertación, incluyendo el de la candidata Bachelet. El Gini heredado de Pinochet, 0,553, disminuyó apenas a 0,521 al final de dicho período, a sideral distancia de los índices de países desarrollados (0,30 y menores). Si existía la intención de disminuir la desigualdad, al menos se dijo algo así, se fracasó en toda línea. En esos 20 años, Chile siguió manteniendo una de las 20 peores distribuciones del ingreso del mundo. Durante los cuatro períodos presidenciales, nada se hizo por modificar los pilares causantes de tan dramática realidad. Al revés, como puede apreciarse fácilmente en educación, salud, previsión y vivienda, se profundizaron, se hicieron más sólidos. Don Dinero es un personaje muy persuasivo.
La experiencia, o evidencia empírica si se quiere, sirve para evitar tropezarse dos veces con la misma piedra. Los seres humanos, sin embargo, somos los únicos animales que caemos una y otra vez en semejante torpeza. Para no pasar los próximos cuatro años con cargo de conciencia, sería muy ilustrativo saber -en forma detallada, eso sí, no a vuelo de pájaro-, cómo pretende es esta segunda oportunidad la señora Bachelet enfrentar ese flagelo.
Y, desde luego, conocer el grado de compromiso de todos quienes la acompañan en este nuevo intento.
Sergio Terán Cortez
No hay que olvidar que, al igual que en su gobierno anterior, sin una mayoría capaz de romper los altos quorums que dejó la dictadura, será muy difícil hacer los cambios.
Si vamos a darle una nueva oportunidad, que sea con un parlamento que no tenga excusas.
Miguel Mery
Me he dado cuenta que la gran mayoría de las columnas ingresadas a esta páginas son bastante vacías en su contenido. Muy partidistas y sin análisis crítico. Aseverar que se han encontrado los caminos entre las demandas sociales y el futuro gobierno de Bachelet es casi ofensivo y grotesco. Es cosa de ver las marchas estudiantiles, todos los jóvenes rechazan y repudian a Bachelet. La reunión de esos supuesto ex líderes estudiantiles es solo una sucia estrategia para blanquear a Bachelet e intentar dividir el movimiento estudiantil, lo que puede entenderse como un indicativo de la forma que abordará Bachelet el conflicto estudiantil en su futuro gobierno, dividiendo, desviando la atención e incumpliendo tal como lo hizo durante su anterior gobierno.
Marcelo
Huele a mesianismo. Por ello, no gracias. Paso.