La más pequeña de mis hijas no es una mandona intransigente, sino que tiene el talento de convencer con diferentes tácticas a que otros tomen las banderas de sus locuras y ser la que, como dicen, “la lleva” entre sus pares. Tiene el don de la empatía que contagia incluso confianza entre sus amigas.
No es muy difícil darse cuenta que se está incubando en ella la capacidad del liderazgo, lo que no siempre es algo bueno, pero claramente es como un talento innato que con una buena base valórica se puede convertir en el firme tallo en el cual germinará en una bella flor.
El verdadero liderazgo es un valor que no muchas veces se ve en Chile, ya que somos más bien una cultura donde el que habla más fuerte ya es comunicador.
Yo sé que en este punto hay personas que confunden el tener personalidad y desplante con ser líder. De lo anterior, el primero es aquel que no tiene miedo de levantar la voz para dar su opinión, en cambio el segundo solo necesita juntar las palabras en el orden correcto, con el adorno del lenguaje oral gesticular que transforma el argumento en una saeta poética, con el valor agregado de la convicción y vehemencia de quien defiende sus ideas como que fuera la vida de sus propios hijos.
Si hacen memoria y busca en su banco de datos es casi imposible encontrar alguno de real nivel. Yo solo tengo a uno. A un soñador que quiso un Chile mejor, pero que, como siempre, por los intereses del poder de alguno de sus pares como el de sus adversarios tuvo que dejar su sueño inconcluso recostado sin vida en el Salón Independencia del palacio de La Moneda, para convertir su mística, su liderazgo y su memoria en parte del orgullo de nuestra historia.
Los invito a escuchar a Salvador Allende en cualquiera de sus discursos. La mayoría de ellos, los papeles los usó como ayuda y no como guía de información de palabras acorralada en las cárceles de poder que no dejan volar la libertad de sus propias ideas. El discurso en 1972 en La Universidad de Guadalajara es de culto en este sentido. Un líder de tomo y lomo.
En la actualidad, objetivamente, lo más cercano a eso es Marcel Claude quien podría tener algunos tintes de esta característica, aunque es más un tecnócrata.
Ni hablar del duopolio. Hemos escuchado con perplejidad frases como: Golborne: “Obedecía ordenes” Mientras él era gerente en Cencosud, estafaron a 600 mil personas y al preguntarle por el caso, responde con esa frase cobarde. ¿Este era el Líder de una coalición? Bachelet: “ …no corresponde inmiscuirse en problemas internos de un partido” a raíz del caso Rebolledo. ¿Esta es la líder de una coalición? Matthei: “… yo no me mando sola” ante el tema del aborto terapéutico. Ella auspicio un proyecto a favor de esto, que no llego a puerto (Obvio) y que para reactivarlo como parte de su candidatura primero preguntaría a la UDI ¿Esta es la que se alza como líder de una coalición?
Para todas estas preguntas, la respuesta es no. El Presidente de la República se ha convertido en un mero empleado del Congreso, así como la justicia. Y el Congreso es un mero empleado del lobby de las grandes empresas, de los grandes poderes económicos y de los sucios negocios de algunos parlamentarios que se aprovechan de su condición y su fuero. Entonces ¿esa es la respuesta? ¿Ya no hay líderes sino grupos que dirigen este país? Claramente los líderes son una especie en extinción.
El verdadero liderazgo es un valor que no muchas veces se ve en Chile, ya que somos más bien una cultura donde el que habla más fuerte ya es comunicador.
De seguro más de alguno pensará en sus gustos personales por alguno de sus candidatos, pero el tema no es disminuir o enaltecer alguna de las opciones a la testera del estado o al congreso sino que mostrar y abrir una vez más nuestros ojos y revelar en verdad quien es o son los verdaderos líderes. Los poderes económicos.
El temor es lo que buscan. Frustrar a una sociedad para convencerlos que el voto no vale de nada, es una de sus más grandes victorias. Convertir la política en solo un clásico entre Universidad de Chile y Colo Colo, donde no existen más equipos.
Algunos poderes hacen creer que Chile es el mejor país del mundo y otros poderes encubiertos se encargan en decir que no se ha hecho nada. Pero todo en grupo, porque líderes ya no hay. Nos falta una Mónica Araya o un Iván Fuentes.
Por el momento mientras escribo estas cortas ideas miro a mis hijas como crecen. No me asusto con el pesimismo de los tiempos sino que me alimento de la lucha que día a día llevamos con mi esposa para darles un Chile mejor. Tal vez se acabo el romanticismo del verbo en un podio, que represente con naturalidad el sueño de cada chileno sin tener que darle explicación a ningún poder. Solo con la carga valórica que trae desde su cuna, como lo hace mi pequeña con sus amigas. Sin discursos armados. Sin gestos preparados. Solo con su inocente convicción. Yo al menos prefiero eso.
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