Mientras el formidable desarrollo de la ciencia avanza en la creación artificial de la vida, estudia los agujeros negros, concluye la lectura del genoma humano, y hasta está por descubrir la neuroquímica de la conciencia, en ciencias sociales continuamos, después de más de un siglo, hablando sobre el darwinismo social (DS) de la derecha.
En dos palabras, el DS es una ideología (no una ciencia como plantean los devotos de este engendro teórico) basada en el postulado científico de Charles Darwin en su libro «La evolución de las especies». El DS plantea que esta teoría científica tiene una aplicación en la sociedad que determina el ordenamiento social.
En efecto, el DS sostiene que la supervivencia del más hábil y fuerte, en perjuicio del más débil y vulnerable, se produce por una selección natural en la evolución social humana. El más fuerte obtiene el poder por una selección natural irreversible que articula el ordenamiento de la sociedad y de la distribución del poder, produciendo y reproduciendo un orden social basado en la desigualdad de raza, de clase, de nacionalidad, de sexo-género, de orientación sexual, etc.
El DS de la derecha se ha usado, y abusado, para justificar el poder del más fuerte y más poderoso contra el más débil y vulnerable en, a) la dominación violenta de todos los imperialismos; b) la explotación de una clase económica hegemónica contra las grandes mayorías sin poder económico alguno; c) el racismo y genocidio nazifascista; y d) en la discriminación de la mujer y de los homosexuales. Toda esta barbarie cabe dentro del DS como un proceso inevitable e irreversible por pertenecer a la condición humana.
El cambio favorable de las condiciones socioeconómicas y políticas de los más vulnerables bajo el DS de la derecha y, también pero bajo otra ideología, del estalinismo, es inviable. Ésta es la base del pensamiento dogmático de la derecha (y del estalinismo) que, en rigor, es un dogma y un pensamiento totalitario. Los lugares comunes como “siempre habrá pobres y ricos” o “los pobres son pobres por incapaces” se fundamentan en el DS.
Los movimientos sociopolíticos llamados progresistas, en especial la socialdemocracia europea, lograron desarticular el DS de la derecha después de la Segunda Guerra Mundial, creando el sistema de justicia social más exitoso de los hasta ahora conocidos, la llamada Sociedad del Bienestar, que no es otra cosa que la justicia social, o sea, la repartición de la riqueza en forma equitativa con, entre otros instrumentos, un sistema impositivo solidario. La Sociedad del Bienestar ha creado riqueza y cohesión social y, lo más importante, paz social; es el caso, principalmente, de los países nórdicos, Suecia, Dinamarca y Finlandia.
El darwinismo social de la derecha se ha usado, y abusado, para justificar el poder del más fuerte y más poderoso contra el más débil y vulnerable.
La desigualdad obscena de los países emergentes como Chile que, después de Brasil en Latinoamérica, es el más desigual, debe ser solucionada con una repartición solidaria y justa de la riqueza. Es la única forma de lograr una sociedad cohesionada, segura de su futuro y con paz social. (La riqueza a repartir la ha creado el neoliberalismo en Chile, en eso no hay oposición si se analiza sin delirios ideológicos; pero ya sabemos que el neoliberalismo por sí solo no produce, ni tiene porque hacerlo, una sociedad con justicia social; ésta la tiene que realizar el poder político apoyado por el movimiento social.)
El modelo de Estado social que se hace cargo de la educación, la salud y la vivienda es, en gran medida, la base de la justicia social en los países desarrollados que han dejado atrás el DS de la derecha. Este Estado social posee entre el 35-40% del PIB para poder ser operativo y asegurar educación, salud y vivienda de calidad y universal (el Estado chileno posee un 18% del PIB). Un Estado social que cubra estas tres áreas es beneficioso para todos los agentes sociales, incluyendo la derecha política y económica, por razones obvias pero hay que repetirlas: la cohesión social y la estabilidad política favorecen la simbiosis entre economía, política y sociedad civil, otorgando a las fuerzas productivas, calidad. La justicia social es el valor agregado en el proceso productivo en las sociedades desarrolladas, a las que aspira pertenecer Chile.
Mientras la revolución tecnocientífica dirige desde la tierra un robot que fotografía la superficie de Marte, y en ciencias sociales se sabe que una repartición justa de la riqueza otorga cohesión y paz social, necesarias para el desarrollo económico, todavía estamos lidiando con el DS en una buena parte de la derecha chilena, plasmado en un discurso sociopolítico del siglo XIX. En el cambio estructural que clama la ciudadanía en Chile también puede, y debe, participar una nueva derecha, más moderna y más social. Antes, sí, debe abandonar el lastre del DS.
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Jorge Lizama León.
El autor hace una presentación bastante objetiva de la realidad histórico-social de nuestro país. Al mismo tiempo nos compara con sociedades, como las de los países nórdicos citados, cuya historia y estructuración social son diametralmente diferentes. Estas diferencias no sólo explican porque Chile nunca ha podido acceder a un estado de bienestar y justicia social, sino que además son un obstáculo fundamental para que en el corto o mediano plazo podamos pretender llegar a altos niveles de desarrollo para la mayoría de la población. No obstante lo anterior, ello en absoluto es razón de total desesperanza y abandono de todo esfuerzo para lograr estos loables objetivos, pero ciertamente los métodos e instrumentos que requerimos para lograr estos fines, por convicción y no por imposición, deberán ser muy creativos y adaptados a nuestra realidad. Hoy Chile tiene una democracia que carece de verdadera representatividad política, y probablemente el avanzar en su recuperación sea un primer objetivo trascendente hacia donde se deben enfocar los esfuerzos.
Angels Berengueres
Muy bueno y oportuno. La codicia de unos y la ingenuidad de los otros….