En los últimos meses, hemos sido testigos de cómo importantes medios de comunicación han extremado medidas para asegurar su continuidad operacional, o cómo han puesto fin a su historia para maximizar las utilidades del grupo al que pertenecen.
La inminente externalización de los servicios de producción de Canal 13 a la empresa española Secuoya, la fusión del diario Pulso con La Tercera, de Paula con la revista Mujer y el paso a un formato digital, poniendo fin a su edición impresa de la revista Qué Pasa por parte de COPESA son prueba de que las más altas autoridades de esos medios, lisa y llanamente, no han dado el ancho en el último tiempo para hacerse cargo de todo lo que significa un medio de comunicación. O que, simplemente, se han desentendido de su misión, para dar curso únicamente a criterios de eficiencia contable, desentendiéndose de la labor social que un medio de comunicación debería encarnar.
Culpar de esto a los lectores, a los televidentes, a quienes buscamos en los medios de comunicación un espacio de información, de entretención y de compañía es escamotear la responsabilidad empresarial de quienes se han confiado sólo en las suscripciones, en los avisadores y en la reducción de costos para administrar un medio.La solución para el escenario de crisis que enfrentan los medios tradicionales pasa por fortalecer y por creer en los equipos que convierten las ideas en contenidos
Porque en estos casos, no se trata sólo de mantener la máquina andando, de vender los cada vez menos rentables y escasos avisos comerciales, ni de producir contenidos a un costo que haga viable para el dueño mantener el negocio. No basta con descansar en la preclara frase de Don Patricio Aylwin, y decir sin más que «el mercado es cruel». Porque de los líderes empresariales exitosos se espera, precisamente, que sobrevivan a la crueldad del mercado.
Al parecer, eso no ha sido internalizado completamente. Las decisiones tomadas sobre los medios de comunicación en el último tiempo, aparentemente sólo han considerado su viabilidad económica, obviando su relevancia social e importancia histórica, y soslayando no sólo la responsabilidad social de los empresarios, sino que también la que le corresponde quienes inciden en el debate público.
Un medio de comunicación no puede administrarse igual que un banco, un supermercado o una viña, mucho menos en un mercado audiovisual tan pequeño como el chileno. Precarizar la creatividad y la credibilidad no es una buena idea. Abandonar su gestión, mucho menos.
Un medio entrega a sus dueños – y a quienes ejercen posiciones de liderazgo en su organización – el privilegio de entregar un mensaje con alcance público. Y como tal, exige de su liderazgo empresarial, y de sus dueños, un nivel mayor de esfuerzo y un mayor grado de cuidado.
Cuando se pierde o se debilita el funcionamiento de un medio de comunicación, pierden, en primer lugar, los trabajadores de esos medios y sus familias (punto aparte merece la duda sobre cuánto se cree en un proyecto empresarial, si la solución a una crisis siempre pasa por despedir a sus trabajadores) y pierde, sin duda, el dueño. Pero más importante, pierde el país al ver reducido el espacio para que las voces, las ideas y las creaciones literarias y audiovisuales vean la luz.
Porque la desaparición de un medio significa perder, para la discusión pública, un canal de expresión social y un espacio que retrate y represente a nuestra sociedad. Así por ejemplo, el espacio de reflexión y conversación que entregaba la Revista Paula, difícilmente será llenado por otra revista femenina. A todas luces, un grosero error editorial, precisamente cuando son las mujeres de nuestro país, y en particular las más jóvenes, quienes marcan hoy la pauta noticiosa y la agenda política.
Es evidente que la digitalización de la creación y distribución de contenidos ha significado una mayor exigencia para los medios de comunicación tradicionales. Pero eso es un desafío, de aquellos que, de afrontarse exitosamente, se convierten en ejemplos de administración en las escuelas de negocios, y que enorgullecen a sus dueños y gestores.
Entonces, lo mínimo que como sociedad podemos exigir a los empresarios que han decidido invertir en medios de comunicación, y a quienes los administran – es decir, a quienes gestionan una voz en el espacio público – no es más que los atributos que aportan a cada proyecto los creadores de contenidos: valentía, innovación y persistencia. Porque el cierre o la precarización de un medio de comunicación nos afecta como país.
Por lo mismo, la solución para el escenario de crisis que enfrentan los medios tradicionales pasa por fortalecer y por creer en los equipos que convierten las ideas en contenidos, los que convierten las ideas en texto e imágenes, y los que sin firmar artículos ni salir en pantalla, permiten dar vida a los medios de comunicación.
Chile es un país en el que la creación audiovisual ha sabido transmitir emociones al público, y en el que el periodismo ha demostrado estar a la altura de los grandes temas que nos afectan como sociedad.
Al parecer, quienes han decidido precarizar los medios de comunicación no lo han entendido. Y las consecuencias de ello sobrepasan largamente a quienes han tomado esas decisiones.
Comentarios
17 de mayo
crees que algo como esto pueda salir en tv???
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