No cualquiera gana cuatro elecciones pese a la debacle productiva, el aumento de la deuda externa, cuatro devaluaciones, falta de viviendas, consecuencias de un deficiente mantenimiento en infraestructura o electricidad, mala distribución de alimento, inseguridad, corrupción y una producción de petróleo disminuida. No cualquiera insulta agresiva y reiteradamente al 44% de sus compatriotas y continúa encarnando al pueblo cual caudillo mesiánico.
La señora Ángela, la que pasa el lampazo* a diario en las oficinas de una urbanización de Maracaibo, llegó este miércoles llorando. Ella es una persona silenciosa, humilde, igual que millones de venezolanas y venezolanos que durante muchos gobiernos no tuvieron voz, sufragaban pero no participaban. Hasta que el joven cadete de Sabaneta, que a los 19 años escribió en su diario “Quisiera que algún día me tocara llevar la responsabilidad de toda una patria, la Patria del Gran Bolívar”, lograra su cometido hablándole a los postergados, a los invisibles, para decirles que ahora son ellos los que gobiernan: el pueblo y no la oligarquía. “Yo soy el pueblo” decía en sus últimas y mediáticas intervenciones.
Mientras el cuerpo del ex mandatario lucía una serenidad envuelta en un traje verde olivo, cientos de miles como la señora Ángela hacen cola, horas, pintados con los colores patrios, con franelas* rojas e imágenes de su “segundo libertador” en todo tipo de soporte, sólo para verlo un segundo, alcanzar a persignarse y brindarle un saludo militar o revolucionario: con el puño en alto. Lo aman. Y esta vez no hubo buses de acarreo como los rojos-rojitos que se vieron en la última manifestación de apoyo en Caracas, antes de las elecciones, marcha en la que llovió, en la que el pueblo se quedó, en la que vieron a su comandante-presidente, siempre estoico, saludarlos bajo un palo de agua.
En Maracaibo la etnia wayuu es aún más silenciosa, más que los afrodescendientes o los zambos, más que la incómoda corrupción del día a día. En los municipios donde son mayoría, la adhesión a Chávez superó el 70%. Estaban con él, se identificaban con él, confiaron en él y sienten que no los defraudó, como todo lo que viene de un padre protector. Y generoso, como inmensamente generoso ha sido el estado de beneficencia a través de sus Misiones gracias al aporte sin fondo de una PDVSA y de un recurso nacionalizado. “Amor con amor se paga” consignaba la vuelta de mano.
Los jefes de estado y gobierno, más de una treintena, estuvieron en su funeral, ofreciendo respeto y capital político a los herederos de esta singular revolución del siglo XXI que se queda sin su caudillo, inigualable orador de talentoso (y envidiable) dominio mediático. Saben que en cada país de Latinoamérica una cuota de populismo siempre es necesaria para conseguir el poder.
La señora Ángela también es ama de casa, pierde una capacidad adquisitiva sobre el 20% anual pero va al mercado y trata de conseguir harina pan para sus arepas, así como aceite, azúcar, pasta dental u otros productos básicos que a menudo escasean. A ella se le fue la luz tres días esta semana, regularmente por cortes nocturnos de dos horas. Tiene estanques para almacenar agua que se llenan cuando la hay, agua que no paga y hierve para beberla. La señora Ángela se transporta en carrito por puesto* del año 70’, hiperdestartalado y contaminante, pero de pasaje barato gracias a que el tanque se llena por el valor de un refresco. Eso sí, viaja sólo de día, ya que la inseguridad se ha desbordado y menos del 10% de los malandros son apresados, y si los apresan siguen extorsionando desde la cárcel, lugares donde las armas, incluso militares, la droga, las mujeres, la comida o las bandas de música se resuelven “bajándose de la mula”* con algún funcionario.
Aún así la señora Ángela hubiera votado una y mil veces por Chávez. Lo ama. Con él, surgido del mismo pueblo, quien vivió en una casa de palma, sobre piso de tierra, se sentía protagonista de su futuro. Ella es un soldado más de esta revivida guerra fría, una que no olvida los años de postergación durante los gobiernos de la Cuarta República. La señora Ángela es la envidia del inmenso pueblo latinoamericano.
Pero ahora, ¿quién guiará a este pueblo? ¿Quién lo protegerá del enemigo invisible, revelado por un vidente chauvinista? No cualquiera tiene pasta para igualar 378 maratones de alocución dominical, o más de 2 mil 300 cadenas. No cualquiera tiene la oportunidad de dirigir un golpe de estado a un gobierno democráticamente elegido y amenazarlo con dos tanques con el percutor del cañón dañado. No cualquiera se prepara la vida entera para seguir los pasos de Simón Bolívar y avanzar aún más con su proyecto. No cualquiera proyecta un estado comunal, objetivo inconcluso por Chávez. No cualquiera gana cuatro elecciones pese a la debacle productiva, el aumento de la deuda externa, cuatro devaluaciones, falta de viviendas, consecuencias de un deficiente mantenimiento en infraestructura o electricidad, mala distribución de alimento, inseguridad, corrupción y una producción de petróleo disminuida. No cualquiera insulta agresiva y reiteradamente al 44% de sus compatriotas y continúa encarnando al pueblo cual caudillo mesiánico.
Cómo explicarle a la señora Ángela que no se pueden monopolizar los poderes públicos, dominar los medios de comunicación, pisar con bota militar los derechos humanos o dividir al país entre patriotas y traidores vende patria. Explicarle que se puede ser socialista y fortalecer las instituciones, garantizando la democracia y un estado de derecho que proteja a todos, un estado que garantice igualdad de oportunidades y resguarde el derecho de acceso y participación.
Mientras, la señora Ángela, al igual que millones de marginados en este continente esperará el surgimiento de un nuevo caudillo de discurso sofista que les hable con poemas de Neruda y les recuerde a Bolívar, O’Higgins o al carismático y nuevo libertador, Hugo Chávez.
Nicolás Maduro no la conoce, pero él si sabe muy bien cómo convencerla.
* Lampazo: trapero / Franela: polera / Carrito por puesto: colectivo / Bajàndose de la mula: coima
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Foto: Uh Ah / Licencia CC
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