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Cada día sin la ley de identidad de género es un día más de vejaciones

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Siempre podremos decir, con la mayor solemnidad, que “el derecho a la identidad de género es un derecho humano”, pero la formalidad de este enunciado no parece expresar la urgencia de su necesidad. Así, el proyecto de ley que reconoce y da protección a la identidad de género duerme en medio de su accidentada tramitación, como si no fuera tan apremiante.

[texto_destacado] Formalmente, el proyecto tiene “urgencia simple” en el Congreso. Y efectivamente, el reconocimiento y protección de los derechos de las personas trans es un asunto extremadamente urgente que no tiene nada de simple. Lo que tiene que vivir una persona trans cada día cuando sus derechos son vulnerados, lo que tiene que luchar esa persona trans por un reconocimiento y una protección, hace que sea urgente garantizar la identidad de género como un derecho.

Cada día que pasa sin esta ley promulgada es una oportunidad para la vejación y la discriminación. Pero incluso si esto se consigue, el proyecto de ley debe ser perfeccionado para que cumpla lo que promete: dar real protección y reconocimiento a cada persona para que pueda vivir de acuerdo a su identidad, y que esta intención no se quede en la formalidad del papel, sobre todo para les niñes trans.

Porque cuando hablamos de lo que tienen que vivir les niñes trans en Chile, parece que la “formalidad” es la mayor enemiga de sus derechos. Para empezar, su nombre inscrito en el Registro Civil parece tener más valor que lo que sienten elles mismes. Segundo, a veces su apariencia, tan resistida por la lógica de la formalidad binaria, les obliga al encasillamiento sin sentido. Así, cada lugar que visitan puede convertirse, potencialmente, en un lugar hostil, en un lugar donde pueden sufrir vejaciones, discriminación y toda clase de violencia, y entendámoslo de una vez: la palabra “violencia” no es capaz de contener todos los matices que quiero definir aquí.

Lo que vive día a día cada niñe trans no puede ser reducido, tratado de manera “simple”. Por ejemplo: buscar un colegio, ir a la plaza a jugar, hacer amigos/as, ir a un baño público, son cuestiones realmente complejas. No es posible que un nombre o la apariencia determine cuál niñe puede vivir libre y feliz, y cuál no. La ley no va a resolver todas las dificultades y discriminación que viven, pero es un primer paso fundamental.

La suma urgencia en este proyecto de ley es permitir que cada persona trans, no importando su edad, pueda cambiar su nombre y lo que se dice de su “sexo” en el Registro Civil, y que se respete su derecho a que se reconozca su identidad de género, sin trámites.

Es por esto que la principal urgencia, la “suma urgencia” en este proyecto de ley, es permitir que cada persona trans, no importando su edad, pueda cambiar su nombre y lo que se dice de su “sexo” en el Registro Civil, y que se respete su derecho a que se reconozca su identidad de género, sin trámites, sin que esto se convierta en una batalla legal donde tengan que ir a “convencer” a un juez o jueza que lo que dice es cierto. Porque nadie tiene derecho a cuestionar su palabra: esa es la única manera en que el derecho a la identidad de género sea realmente reconocido como un derecho humano, más allá de toda formalidad.

Carolina Castillo Quintana
Amnistía Internacional Chile 

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