La mayoría de nosotros hemos estudiado simplemente para tener un buen estatus social y económico, pero esa no es esa la función de la educación. No queremos enseñar a nuestros niños para que el día de mañana sean máquinas de hacer dinero.
Hace unos días me llamo la atención ver que algunos de los sinónimos de la palabra enseñar son tales como lavar el cerebro, comer el coco, entrenar, adoctrinar o adiestrar, y yo me pregunto, ¿de verdad queremos una sociedad en la que las escuelas laven el cerebro a nuestros niños? ¿Qué clase de escuela queremos para la sociedad en la que vivimos?
Todos sabemos que el sistema educativo está cambiando, pero la finalidad de ese cambio no es aprender, no, es que nuestros niños ocupen un lugar en la economía del siglo XXI en una escuela como modelo de reproducción, perpetuando esquemas de clases sociales. Y es que la educación actual intenta enfrentarse al futuro a base de hacer lo mismo que en el pasado.
Hoy en día nos encontramos con profesores que utilizan la amenaza como recurso o que llegan a ridiculizar incluso a humillar a sus alumnos, exclusión, sumisión, el dominio, profesores con actitud derrotista sobre éstos, indiferentes a la hora de tratarlos. Profesores que le dan un significado negativo a la disciplina.
El concepto popular de disciplina ‘es sinónimo de castigo’. Según este concepto, la disciplina se usa sólo cuando el niño viola las reglas y los reglamentos establecidos por los padres, maestros o adultos a cargo de los asuntos de la comunidad en que vive el niño.
La disciplina se puede denominar ‘positiva y negativa’. Según el concepto negativo, disciplina significa control mediante la autoridad extrema.
El concepto positivo de la disciplina es sinónimo de educación y asesoramiento puesto que hace hincapié en el crecimiento interno, a su vez, esto conduce a una motivación nacida en el interior. Por eso la educación debería ser centralizada en este tipo de disciplina.
Un buen método para la escuela sería la disciplina escolar democrática.
Los métodos disciplinarios democráticos utilizan explicaciones, debates y racionamientos para ayudar al estudiante a comprender la razón por la que se espera que se comporten de un modo u otro, hacen hincapié en el aspecto educativo de la disciplina más que en el punitivo.
Se puede afirmar entonces, que la disciplina democrática es aquella que se fundamenta en los valores del respeto mutuo, de los derechos y de los deberes, y en la capacidad de sacrificio es decir, como objetivo de recuperar el esfuerzo como valor.
Desde el punto de vista de los procedimientos, el modelo de disciplina democrática se basa en el diálogo, en el razonamiento, en la negociación y en la persuasión.
Por todo esto una escuela que se base en la disciplina democrática persigue la cohesión y la integración, la confianza, la autoestima, la autonomía y emancipación, la empatía y la cooperación.
Además de estas reglas, la disciplina democrática se basa en la discusión y negociación de las normas de convivencia tanto en el plano escolar, como en el social. Estas normas deben ser aprobadas por todos a quienes afecten, después de una discusión exhaustiva y libre.
Con todo esto no quiero decir que la disciplina democrática sea la solución al problema, pero sí sería un gran cambio, principalmente en las primeras etapas de escolarización.
Este modelo sería muy beneficioso ya que los niños no sólo estudiarían, si no que también formarían parte de su educación y tendrían presente que ellos son el elemento fundamental en ese proceso, tendrían constancia de su ‘yo’ y daría lugar a la participación del alumno en el proceso de aprendizaje.
La mayoría de nosotros hemos estudiado simplemente para tener un buen estatus social y económico, pero esa no es esa la función de la educación. No queremos enseñar a nuestros niños para que el día de mañana sean máquinas de hacer dinero.
Hemos crecido prácticamente dentro de la escuela, no somos conscientes de nuestro paso por ella. Simplemente pasan los días, los temas, los exámenes y los años. Valoramos nuestra etapa de estudiante dependiendo de la nota final, pero, ¿Realmente aprendemos?
Creo que el error, es un error de mentalidad en este caso y no sólo de la mentalidad de los dicentes, si no también la de los docentes y la institución en sí.
“Las escuelas deben poner énfasis en el éxito y ser lugares donde los alumnos sean felices, se sientan a gusto y seguros, lugares donde todos los estudiantes se sientan queridos y valiosos» (Curwin y Mendler, 1983).
Un lugar donde el éxito no se defina por el rendimiento, ni por los resultados académicos. Un lugar al que quieras ir de verdad y no solo por ver a tus amigos. Una institución que proporcione un entorno en el que los niños puedan definir lo que son y lo que quieren ser.
Una escuela que se acomode al niño, y no al revés.
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=AZ3JmuaUrxs
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