- Chileno ≠ mapuche, por lo tanto, un mapuche no es sujeto político.
- Mapuche ≠ chileno, por lo tanto, no se comparten rasgos culturales entre los distintos habitantes del territorio chileno y la cultura mapuche no impregna nada de lo chileno.
En lengua mapuzungún o mapudungún hay usos lingüísticos más precisos. No se usan categorías políticas para diferenciar sujetos culturales, sino categorías étnico-culturales para diferenciar sujetos etno-culturales; mapuche es un término cultural que denomina a una persona con características culturales explicitas y winka es un término cultural que denomina a quien tiene características culturales distintas a las mapuche y cuando de hacer uso del estado se trata, es decir de usar categorías políticas, cualquier mapuche exhibe su cédula de identidad que dice “chileno” .
Lo que el lenguaje muestra y a la vez va configurando a fuerza de repetición, con esa confusión categorial, es la profunda falta de aceptación de las varias culturas y mezclas culturales que conforman el estado nación chileno. Así, partiendo del hecho que mapuches y no mapuches comparten por estatutos jurídicos la institucionalidad estatal, dando por hecho que las garantías político jurídico están dadas para todos los nacidos en el territorio conocido como Chile (esto en letra desde un edicto de O´Higgins hace doscientos años), me pregunto: ¿Acaso no se puede ser mapuche y chileno al mismo tiempo, ya que son dos categorías distintas: la una cultural y la otra política? ¿No es acaso un hecho que Chile es culturalmente diverso? ¿Por qué se juzga la diversidad étnico cultural como antagónica a la idea de un estado nación chileno? ¿Por qué, pese a que la realidad muestra otra cosa, se quiere unificar y uniformar “un ser” chileno cuando lo chileno como calidad jurídica puede cobijar a lo diverso? ¿Acaso la cultura es algo rígido que permite rigurosas distinciones y no permite mezclas?
Se asoman varias teorías a mi mente sobre los orígenes de este uso lingüístico y sobre el porqué de su mantención en el tiempo, tal vez conspirativas con el sistema sociopolítico actual. Pero no hablaré de esas ahora. Más bien, en la misma esfera de la realidad coloquial, voy a pasar a observar otro término relacionado que parece muy sensible o simplemente desechado en el lenguaje cotidiano de los habitantes de Chile; el término mestizo. Hacerlo nos ayudará a dar por falsos los silogismos arriba enunciados.
Se habla muy comúnmente de sí hay mezcla o no de sangres (mapuche-blanca) en los antecedentes familiares, pero no se nombra o no se polemiza sobre la categoría cultural de mestizos en caso de haber dicha mezcla. Al contrario, parece ser que se busca algún rasgo de identidad que dote de seguridad sobre quién se es, pues ya hemos dicho o se es mapuche o se es chileno. Algunos quieren con la genealogía oral saber si se es mapuche y otros quieren comprobar que no son mapuche (también por las prerrogativas que el estado da a quién acredite ascendiente mapuche, esta claro). Ese rastreo se queda sólo en lo sanguíneo y no toma en cuenta los rasgos culturales vivos en las familias que son incluso más observables en su gastronomía diaria, en su mismo vocabulario, etc.
Para complicar la cosa aún más, una corriente discursiva de tinte liberal y de derecha, afirma que la mezcla interracial históricamente reiterada ha determinado que no existan más mapuches, sino mestizos, extirpando de este término todo lo que no sea racial. Argumento avalado científicamente, pues no existen etnias puras en lo biológico, pero que es una reducción burda en cuanto a la latencia y sobrevivencia de rasgos culturales mapuches no mezclados. Discurso éste que determinaría en consecuencia que las demandas de reconocimiento cultural del – “mal denominado”- pueblo mapuche y su trasfondo económico en la institucionalidad estatal sean improcedentes.
Es así como el “chileno” en general también sería visto oficialmente entonces como “mestizo” y en oposición al mapuche que sería concebido como una ficción indigenista, siguiendo los silogismos antes expuestos, si sumamos la variable "mestizo", las ecuaciones fracasan y eso da cuenta del uso inadecuado de categorías de naturaleza distinta:
- Chileno = mestizo, entonces mestizo ≠ mapuche, pero fracasa el silogismo porque: mestizo = mapuche + chileno.
¿Quién es el chileno en lo cultural entonces? ¿No es mapuche? ¿Es mestizo?, ¿cómo es posible el mestizaje si ser chileno es no ser mapuche? La identidad de la gente se juega en la incertidumbre, entre creer en la existencia de la mapuche como cultura pura y antagónica y entre darla por extinta en el mestizaje. La idea de sentirse parte del otro, de solidarizar con el otro por el reconocimiento de las coincidencias humanas y de lo dúctil de la cultura, de la historia compartida, de sumar cada uno lo suyo para el nosotros, ese ideal se pierde en este uso del término mestizo.
Parece que Chile no cree en el mestizaje ni quiere ser mestizo porque el término es mal usado en una suerte de despojarle de la cultura, de homogeneizar a todos, de no ser ni lo uno ni lo otro y de ahí su resistencia al término y su búsqueda de ancestro sanguíneo para ser alguien. El chileno mestizo sería un ser invisible en sus diferencias étnicas y culturales, igualado en el mestizaje para las obligaciones con el sistema. Esto hace que tanto mapuche como no mapuche vean en el término mestizaje una amenaza.
La identidad, en resumidas cuentas, es también un acto de conciencia que nace de verse en relación con el otro, en las diferencias y coincidencia aceptadas, pero un país confundido por la búsqueda de rigurosidades culturales y con imaginarios de "diversidad = antagonismo cultural" y "mestizaje = homogeneidad y pérdida cultural", no puede ser consciente de su identidad.
Y sin identidad no hay autodeterminación; se es una masa fácilmente conducible.
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