Un campamento que en tan sólo dos años más, cumplirá un centenario desde su nacimiento. Un campamento que debiera ser en sí mismo, un llamado a nuestras autoridades a dejar de mirar el día a día, hacer una pausa, reflexionar y pensar: ¿Qué esperamos para rescatarlo? ¿Qué esperamos para protegerlo? ¿Qué esperamos para nominarlo?
Chile ha sido un destacado miembro de la Convención de Patrimonio Mundial de la Unesco. Ha tenido un notable desempeño en periodos anteriores en el principal órgano de esa Convención, su Comité de Patrimonio Mundial.
A la fecha hemos inscrito en ella 5 sitios, a saber: las Iglesias de Chiloé (16); Isla de Pascua; Humberstone y Santa Laura; Valparaíso y su barrio histórico; y, finalmente, el Campamento Minero de Sewell. Estos últimos años se ha trabajado en la inscripción (próxima a concluir) del Qhapaq Ñan, comúnmente conocido como camino del Inka y las momias de Chinchorro.
Sin embargo, un análisis de nuestra lista tentativa de bienes dignos de ser inscritos en esa categoría internacional, nos refleja ciertas carencias en la misma y por cierto, algunos excesos de entusiasmo en destacar bienes que tienen valor a nivel interno, pero difícilmente a nivel mundial.
En este contexto, creo oportuno destacar un caso sensiblemente ausente. Me refiero al caso emblemático y único de Chuquicamata. Un campamento minero con valores arquitectónicos, históricos, sociales y activos intangibles únicos e inmejorables. Un lugar que hasta el día de hoy es parte fundamental del “sueldo de Chile”. Un lugar que tiene sus orígenes antes de la presencia del conquistador español, de que da testimonio fiel e indiscutido el “Hombre de Cobre”, que pese a todas las declaraciones de personeros de gobierno, sigue hoy en el Museo de Historia Natural de Nueva York, como una suerte de minero número 34, esperando mejores tiempos para su repatriación, para volver a su tierra y reencontrarse con su historia. Ya llegara la hora de su regreso sin duda.
Un campamento que hoy se encuentra protegido por Codelco en una porción del mismo, pero sepultado la mayoría de él bajo toneladas de escombros de la explotación actual del yacimiento. Un campamento que en tan sólo dos años más, cumplirá un centenario desde su nacimiento. Un campamento que debiera ser en sí mismo, un llamado a nuestras autoridades a dejar de mirar el día a día, hacer una pausa, reflexionar y pensar: ¿Qué esperamos para rescatarlo? ¿Qué esperamos para protegerlo? ¿Qué esperamos para nominarlo?
No les pediremos que concluyan el trabajo, pues es una labor de Estado para la que les restan apenas 500 días, pero si sería esperanzador, motivante y daría cuenta de la existencia de algún mínimo espíritu patrimonial, que se diera inicio al trabajo de gestión de un expediente que requerirá años de trabajo, pero que como da cuenta Sewell, es plenamente compatible con la labor productiva minera de nuestro país.
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Foto: Chuquicamata / Licencia CC
Comentarios
01 de agosto
Que Chuquicamata haya sido sepultado por miles de toneladas de roca, es culpa de los mismos trabajadores, dirigentes sindicales y parlamentarios que nada hicieron por impedir esta masacre a un pueblo bendito, que ha permitido que miles de familia crecieran económicamente. Hoy, Espinoza trata de tomar fama defendiendo a un pueblo sepultado por el Gobierno de la Concertación, Nelson Pizarro que nunca había sido del Norte, fríamente anunció la muerte de mi Chuquicamata, lo siguieron Jarpa que allí aprendió a trabajar y otras autoridades asesinas, hoy es tarde y recordaremos a Chuquicamata en nuestras mentes.
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