Decir que la muerte es el fin de la vida es una completa obviedad. Pero hablar de la muerte requiere mirar el fenómeno desde muchas perspectivas. Sin embargo, para acotar la reflexión solamente daré mi opinión considerando una muerte originada en una causa previsible, sin discurrir respecto de aquellas que nos llegan de sorpresa.
Seguramente todos hemos atravesado por una pérdida de alguien querido, cercano o no, y aun cuando el dolor se manifiesta de forma similar en cada ocasión, el proceso del duelo y la aproximación a la muerte es muy distinto en aquellos casos en que el deterioro se produce a un ritmo más rápido que paulatino, donde es difícil reaccionar ante la vida que se extingue en un ser querido. Por supuesto que esta mirada también varía según el protagonista haya tenido una edad desde mucho menor hasta mucho mayor al observador, entre otras muchas consideraciones.
En cualquier caso, sabemos que las etapas del duelo tienden a ser las mismas en todas estas situaciones: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Y aunque esa clasificación puede variar, entiendo que es la forma más común en la que se suele identificar el proceso que un observador sobreviviente a una pérdida tiende a vivirla.¿Cuál es la diferencia entonces entre desconectar un tubo por limitación del esfuerzo terapéutico a suministrar un fármaco que ponga fin a la vida? ¿No es acaso lo mismo? Ciertamente no.
Independiente de la cercanía del observador a la persona que pierde la vida, durante el duelo es frecuente sentir emociones como ira, ansiedad, confusión, irritabilidad, soledad, tristeza y entre muchas otras, culpa. Particularmente en las sociedades conservadoras, con un fuerte arraigo confesional, la culpa suele tener una carga emocional extra que suele potenciarse gracias a la sobre reflexión y a la obligación generalmente autoimpuesta de salvar al prójimo de todo dolor y de todo mal. Muy especialmente cuando el que parte tiene alguna dependencia de nosotros.
En este contexto, debatir sobre las diferencias entre el buen morir y la eutanasia, resulta extremadamente complejo, porque la ética y la moral más concreta se encuentra teñida en nuestras mentes y corazones por las sombras o los colores de que las visten los credos y las confesiones de uso común en nuestros tiempos, que suelen ser las visiones más populares, pero no las más precisas desde el sentido natural de la filosofía, si se le quiere definir de esa manera.
En simple, ¿qué es el buen morir? Es ayudar a una persona que enfrenta la muerte a hacerlo sin sufrimiento, sea este físico, emocional o sicológico. ¿Y acaso no es eso la eutanasia? No. En términos concretos, la eutanasia es la decisión libre que toma aquella persona, en pleno uso de sus facultades, de poner término a su vida cuando toda otra opción futura es peor, en términos de agonía.
Entonces, ¿es posible brindar buen morir sin recurrir a la eutanasia? Por supuesto. Desde hace bastante tiempo, por ejemplo, en términos clínicos se aplica el procedimiento de la Limitación del Esfuerzo Terapéutico, que significa que un médico o un equipo tratante decide poner fin a un encarnizamiento o prolongación de una agonía, retirando todo tratamiento fútil, otorgando al mismo tiempo la mitigación del dolor. Y entonces ¿se puede aplicar eutanasia sin recurrir al buen morir? Sí. En aquellas sociedades en que la eutanasia es legal, se debe cumplir con una serie de requisitos, y no necesariamente se debe estar en presencia de un equipo médico o procedimientos, pero si ante una situación de agonía y sufrimiento extremo. Pero fundamentalmente, debe existir el requerimiento consciente del afectado para su aplicación (entre otros elementos, dependiendo del país).
¿Cuál es la diferencia entonces entre desconectar un tubo por limitación del esfuerzo terapéutico a suministrar un fármaco que ponga fin a la vida? ¿No es acaso lo mismo? Ciertamente no.
En el primer caso, se trata de una decisión médica que reconoce la incapacidad de todo tratamiento para asegurar la recuperación de la salud al paciente. Es decir, el fin de la vida está en manos de otros, no del propio individuo, y de la concepción ética con que dichos profesionales cuenten.
En el segundo caso, la legislación reconoce al paciente el derecho natural a su libertad y a no sufrir, permitiéndole tomar (enfrentado a una situación límite, sin solución terapéutica posible) la propia vida en sus manos y poner fin a ella para ahorrarse una agonía sin sentido.
Cabe señalar, que en aquellas sociedades en que la eutanasia es reconocida como un derecho ciudadano, suele ocurrir que una vez que el paciente ha perdido legalmente la posibilidad de optar por ella, sea por pérdida parcial o total de conciencia, por deterioro cognitivo u otras causas, los cuidados paliativos del dolor son un estándar y la aplicación de limitación del esfuerzo terapéutico una alternativa siempre presente, particularmente entre los profesionales intensivistas.
Dicho lo anterior, mi personal opinión y aspiración, como un ser libre y titular de derechos naturales, es que podamos contar con una política pública que entregue la mejor cobertura de esfuerzos paliativos para asegurar una muerte digna a la ciudadanía en condiciones como las descritas, y que garantice asimismo, el legítimo derecho a la eutanasia, para aquellas situaciones en que una persona como yo o cualquier otra, enfrentada a un final agónico de su vida, decida anticiparlo en su propio beneficio.
Al fin y al cabo, una sensata aspiración es tener una vida no larga sino buena.
Comentarios
14 de mayo
Me parece muy bueno tu artículo, pero creo que, en general, la eutanasia se rechaza más por aspectos económicos que de otro tipo. Claro que utilizan la moral, la religión, etc. para argumentarla. Las utilidades para clínicas y laboratorios que genera un moribundo son enormes y , en esas circunstancias, nadie objeta nada, es un cliente cautivo. Saludos y felicitaciones.
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15 de mayo
Gracias Mario! Dura, pero no menos cierta tu apreciación. Seguramente es un factor que soterradamente influye en las decisiones de algunos incumbentes.
15 de mayo
Interesante tema.
Varias vías o caminos para abordarlo e igualmente similares vías con soluciones diversas.
Lo más delicado es lograr romper el sólido concepto religioso de que la vida y la muerte de cada uno de nosotros no es de dominio de uno, no está a merced de nuestra voluntad. Sino que, del Creador.
Las personas temerosas de los CASTIGOS INFERNALES a quien atente contra su vida…. inculcado desde el Catecismo o de la Primera Comunión, PESA en la conciencia de los Católicos, por ejemplo.
Haciendo abstracción de esos temores, y en una especulación filosófica y científica, me inclino abierta,mente por la libertad de determinar por cada uno, en sano juicio, sobre el tema.
La cosa se pone cuesta arriba cuando uno debe determinar en representación del que sufre, si vale mejor una desconectar el oxígeno o dejarlo sufrir hasta su último respiro. (Un hijo, la madre etc.)
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15 de mayo
Gracias Humberto! Efectivamente, todo se complica cuando el que pudiera tomar la decisión deja de ser el protagonista de la historia. Por eso creo que este tema debe ser deliberado y resuelto como materia de una Ley, al igual que en otras latitudes, buscando dejar pocos caminos excepcionales, que ciertamente se pueden presentar. Lo importante es asegurar, valga la redundancia con el título de la nota, un buen morir, con la dignidad que toda persona merece, sabiendo que se hizo oportunamente todo lo posible. Abrazos!
15 de mayo
Excelente columna, estoy completamente de acuerdo contigo!
Un abrazo amigo.
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16 de mayo
Muchas gracias, Juan Carlos. Un abrazo!
15 de mayo
Complejo y delicado tema, y gracias por abordarlo. Creo que muchos compartimos la idea que se sufre mucho junto a ese alguien cercano que sufre su agonía , y daríamos lo que tuvieramos por no verlo sufrir y cambiar el curso de los acontecimientos. Que alguien haga lo que pueda, así lo pierda todo por ese ser que quiere es su tema, si alguien quiere morirse de inmediato, también es su tema, y en tal caso, el estado no debería meterse en ninguna de esas decisiones, son personales e involucran no solo costos y creencias, me parece que involucran también filosofías de vida para quienes intentan ayudar hasta los últimos segundos por mantener la vida, y es mi caso, mi filosofía me dice que la vida es única, un accidente cósmico irrepetible para el ser, sin más allá, sin posibilidad de nada más cuando se pierde, se aniquila una singularidad, por ello me irrito hasta lo indecible cuando veo lo light que es quitar o perder la vida, tanto por maldad, por fanatismos, como por accidentes estúpidos ( porque no se quieren cambiar paradigmas tecnológicos como la caja segura que vuela en la aviación) o negligencias. Saludos.
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16 de mayo
Muchas gracias, Javier. Es muy importante analizar lo relevante desde todas las perspectivas, para tener una más completa percepción de la realidad. Y tal como señalas, quien sufre debe tener el derecho a decidir, por libertad y por dignidad. Gracias por tu aporte!!!