Hay muchas variables explicativas que pueden dar luces acerca de la catástrofe que afectó (y afecta) a las regiones de Atacama y Antofagasta. Sí, es cierto que el fenómeno climático puede ser señalado como “anómalo” por el lugar de ocurrencia y la amplitud del territorio afectado; sin embargo, es más común de lo que se cree. En Santiago, llueve en verano y todos se asombran, olvidando que cada año más de un evento pluviométrico se deja caer en la zona central y por lo general asociado a condiciones tropicales. En junio de 1991 Antofagasta fue sorprendida por un evento similar que terminó con 92 muertos y otros tantos desaparecidos; 2 años después podemos recordar el aluvión de la quebrada de Macul; 11 años después fue la localidad de Los Molles la afectada.
Sí, es verdad también que la falta de una planificación urbana, ordenada, que lea la geografía, con adecuados estudios de riesgos, que tome en cuenta la historia climatológica local, sin duda que es el gran talón de Aquiles de nuestras ciudades. Hace 4 años abundaban las columnas, los paper, las cartas al director acerca del riesgo de las construcciones costeras y lo que eso significó en término de daños por el tsunami de 2010 (y muertes). Pero hoy, eso ya se olvidó.Chile es un país acostumbrado al “tará de Dios», como si nuestra vida dependiera de la voluntad paternalista del ser supremo. Es verdad que estamos acostumbrados a levantarnos, sea por un terremoto, por un tsunami, una erupción volcánica, una tormenta, inundación, sequía, incendio, derrames, etc. Es parte de nuestra historia geográfica y si lo es ¿por qué no la tomamos en cuenta?
Chile es un país acostumbrado al “tará de Dios», como si nuestra vida dependiera de la voluntad paternalista del ser supremo. Es verdad que estamos acostumbrados a levantarnos, sea por un terremoto, por un tsunami, una erupción volcánica, una tormenta, inundación, sequía, incendio, derrames, etc. Es parte de nuestra historia geográfica y si lo es ¿por qué no la tomamos en cuenta?. Estamos acostumbrados a reaccionar, no a accionar; porque siempre estamos levantándonos de una para caer en otra y de paso, nos entregamos ciegamente a esa voluntad divina cada una de los obstáculos naturales que se pone en frente y esto nos impide aprender.
Sin embargo, hay un gran detalle que me ha llamado la atención al ver las imágenes televisivas de la catástrofe: la cantidad de escombros, basura, neumáticos, madera, estanques, container que flotan en las caóticas cuencas de los ríos desbordados. Veo las imágenes y vienen a mí los paisajes de las cuencas afectadas que he podido conocer (en Taltal, Chañaral, el valle del Copiapó y el valle del Huasco). Todo el escombro y material que se transformó en tapones al curso del caudal fue depositado ferviente y pacientemente por nosotros mismos. Antes de este evento lo hubiésemos podido corroborar claramente y me pregunto ¿por qué? ¿acaso Copiapó, Vallenar, Alto del Carmen, Chañaral, Tierra Amarilla, Taltal no poseen vertederos? ¿por qué aún así seguimos botando la basura donde sea, donde nadie nos vea, donde no tenemos que pagar?. Si esa basura no hubiese estado presente, igual hubiéramos tenido daños, pero quizás el curso de agua hubiese pasado con más fluidez y el nivel de daño hubiese sido menor.
Somos chilenos, planificamos mal, nos quejamos de nuestras autoridades, pero asumámoslo, tenemos mala memoria y nos gusta botar nuestros desechos en cualquier parte. Total, “tará de Dios” que alguien se haga cargo por nosotros.
Comentarios