Este mes de septiembre, se cumplen 50 años del triunfo del gobierno de la Unidad Popular encabezado por el presidente Salvador Allende, un gobierno que pasaría a la historia por diversas características, entre ellas, la construcción en colectivo con una amplia participación de diferentes actores sociales que aportaron desde la producción intelectual y cultural, hasta la conformación arquitectónica que configuró espacios dentro de la ciudad desde la perspectiva de entregar una mejor calidad de vida y cumplir un rol social, como lo fueron las configuraciones de las poblaciones bajo el concepto de habitabilidad y el emblemático UNCTAD III, inaugurado el 3 de abril de 1972, lo que es hoy el actual GAM (Centro Cultural Gabriela Mistral).
Y es que este edificio, que reflejó en su momento la esencia del proyecto de la UP, ha estado destinado a diversos fines a lo largo de su historia, lo que ha conllevado que su significado e identidad para la sociedad se vean transformados en el transcurso de los años, pues la resignificación del espacio se ha ido configurando, por un lado, desde las diferentes iniciativas gubernamentales y, por otro, la interacción de la sociedad civil, como lo pudimos evidenciar bajo el contexto del estallido social de octubre del 2019; y es que el entorno urbano es algo más que el escenario físico donde se desarrolla la vida de los individuos, es un producto social fruto de la interacción simbólica que se da entre las personas (Varela y Pol, 1994). De esta manera, el espacio físico donde se ubica el GAM, ha tenido una variación constante del significado del espacio, configurado principalmente por los objetivos institucionales y la interacción de la sociedad a lo largo de su historia.Este emblemático edificio con sus transformaciones y resignificados, refleja diversos momentos históricos de nuestro país, convirtiéndose en los últimos meses en un espacio en disputa entre la ciudadanía y la institucionalidad
Para la construcción del emblemático edificio del UNCTAD III, participaron en la toma de decisiones en su construcción de manera conjunta desde las organizaciones sindicales de los trabajadores de la construcción, hasta los ingenieros y arquitecto, presentándose una participación horizontal en la toma de decisiones de su edificación y el desarrollo de esta, generándose como un hito importante que la obra fue terminada en tan solo 275 días, este gran logro se debe principalmente al compromiso y voluntad que tuvieron las organizaciones de trabajadores quienes aportaron hasta tres turnos para terminar la obra a tiempo, donde en su construcción se podía ver no tan solo el aporte colectivo de los trabajadores, sino también, de diversos actores sociales, como el artista chileno Eduardo Martínez Bonati, del cual hasta el día de hoy podemos ver sus obras integradas en los espacios del actual GAM.
Luego de concluir la tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo en el Tercer Mundo de 1972, principal objetivo para el que se construyó del edificio, se cambió su nombre a “Centro Cultural Metropolitano Gabriela Mistral” y se decretó que el inmueble del edificio estaría destinado para actividades de fortalecimiento y difusión de la cultura popular (Maulin,2018). De esta manera, el edificio configuraría un espacio para el desarrollo y participación de las organizaciones sociales, destinando sus inmediaciones a conferencias de organizaciones sindicales, comedor popular y una serie de iniciativas culturales autofinanciadas, convirtiéndose en el imaginario colectivo, en un edificio destinado a la cultura, con amplia participación y emanado principalmente desde la organización social.
Para golpe militar de 1973, debido al bombardeo a la Moneda, el edificio pasó a ser el espacio que albergaría hasta 1981, a la Junta Militar de la dictadura, cambiando rotundamente su significado del espacio como un lugar abierto a la cultura y las organizaciones y de participación democrática, a un espacio cerrado, propio de la dictadura cívico-militar que instalaron el genocidio sistemático en nuestro país, bautizando al edificio con el nombre de estandarte emblema de la derecha chilena “Diego Portales”. De esta manera el centro cultural que alguna vez reflejó el sentimiento puro de lo que fue el proyecto democrático de la Unidad Popular, pasó a ser el centro de coordinación de la dictadura de Augusto Pinochet. Finalmente, el edifico fue ocupado por Ejército y luego por el Ministerio de Defensa hasta el año 2006, año en el que tras el incendio del edificio Diego Portales, fue entregado nuevamente para destinar sus inmediaciones como Centro Cultural tras su reconstrucción en el año 2007, rebautizándolo como lo conocemos actualmente, Centro Cultural Gabriela Mistral o “el GAM”.
Desde su reinauguración el 2007, hasta el día de hoy, el GAM ha estado destinado a ser un espacio de cultura, que a pesar de su perspectiva neoliberal de financiamiento con la instalación de tiendas comerciales en su dependencia, como lo fue en su momento PUMA, este espacio se ha destinado nuevamente para la cultura, donde se han presentado diversas obras de teatro, exposiciones de arte, feria de antigüedades, libros y discos, y las emblemáticas exposición de muralismo como lo fue la obra “Saludo a la historia” de Alejandro “Mono” González, la polémica intervención de NIKE, hasta finalmente, y el que prevalece hasta el día de hoy, el mural en homenaje al UNCTAD III de la mano nuevamente del Mono González y con la colaboración de los destacados grafiteros nacionales Saile y Matus. En contraparte a las iniciativas institucionales, en la actualidad tenemos la toma del espacio desde la sociedad civil, como lo son las y los jóvenes que se reúnen para bailar, el mercado de comida vegana a la salida del metro y las intervenciones de artistas callejeros en sus muros, de esta manera la sociedad y el edificio, se configuran como un espacio público de expresión, muy característico de la ciudad e imposible de ignorar para quienes transitamos por el centro de Santiago.
Durante el estallido social de octubre del año 2019 y en la marcha feminista del 8M del 2020, el frontis del emblemático edificio de la Alameda, pasó a ser tomado en casi su totalidad por la ciudadanía, tanto como espacio para las brigadas de salud para la atención los heridos víctimas de la represión brutal del actual Gobierno, como también un muro de expresión de las demandas sociales, las funas, intervenciones artísticas, y homenajes a hombres y mujeres emblemáticas de nuestra historia como lo fue Gladys Marín, Ana González de Recabarren, Pedro Lemebel, Salvador Allende, e incluso, de figuras simbólicas como el perro Negro Mata Pacos, entre otros, todo esto como reflejo de la expresión del mundo popular contemporáneo en un espacio que ha tenido diversos significados a lo largo de nuestra historia.
De esta manera este emblemático edificio con sus transformaciones y resignificados, refleja diversos momentos históricos de nuestro país, convirtiéndose en los últimos meses en un espacio en disputa entre la ciudadanía y la institucionalidad, la cual está última, por orden de la Municipalidad de Santiago encabezada por Alessandri, ha borrado la diferentes intervenciones del estallido que ha plasmado fielmente las problemáticas sociales propias del modelo neoliberal de los últimos 30 años y que hoy, a 50 años del triunfo de la Unidad Popular, nos encontramos nuevamente en el inicio de la marcha de un nuevo proceso social, teniendo como hito el plebiscito del 25 de octubre, donde el edificio, por diversos factores, se convirtió en un espacio de expresión tomada por la sociedad civil. En este sentido, para muchas generaciones, en especial para aquellas que nacieron post dictadura, el contexto del estallido social cobra un especial significado, al ser la fuerza que sintetiza años de movilización como lo fueron los movimientos estudiantiles de los últimos 20 años, los movimientos de las organizaciones por el medioambiente, feministas, de la comunidad LGTBIQ+ y las demandas históricas del pueblo Mapuche, que hoy en día empujan a un cambio estructural de nuestra sociedad.
Bibliografía:
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