Terminando de ver cómo perdíanos frente a los venezolanos y pensado que definitivamente eran malos pa´l futbol, me enteré de la locura de la balacera producida a las 18.40 horas de este domingo, en el Metro.
Un hombre solo, en el último vagón, llegando a la Estación Plaza Maipú, sin mediación alguna, ni ninguna señal que lo anunciara, comenzó el tiroteo. Cuatro personas resultaron heridas, todos muy jóvesnes, uno de 23 años y los otros tres de 20 años. Una pareja se tiró al suelo y logró protegerse. Dos fueron muertas. Dos hombres, uno de 50 y el otro de 45.
Qué locura habrá sido esto. Una chica que vio salir al asesino dice que le llamó la atención porque hablaba solo, puso atención a lo que decía, y escuchó que pedía que lo dejaran tranquilo, como si una presencia lo persiguiera y lo obligara. Lo mismo decía el joven que protegió a su novia, que de repente comenzaron los balazos, que no hubo ninguna señal, simplemente un revólver como en una de las tantas películas que hemos visto en las series norteamericanas.
Lo que se instala es la sensación de fragilidad y también el terror inusual, como si estuviera agazapado igual que el asesino, igual que el arma que gatilló. ¿Es terrorismo? ¿Es campaña del terror?
Todos los condimentos de una de esas locuras que cada tanto nos llegan por TV. Sin embargo, ahora es aquí mismo, un domingo en la tarde, regresando a casa, se te aparece un loco. ¿Es una excepción? Si, por ahora lo es, ¿Fue una simple locura? ¿Una alucinación de un ex auxiliar de Investigaciones? ¿Un enfermo solitario? ¿Una trama inentendible? ¿Cuán responsables somos todos y cada uno? ¿es señal de descomposición social?
A veces el destino es la locura.Tomaste el último vagón y te llegó el último disparo.
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Foto: Down / Licencia CC
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