Hoy, 23 de abril ha sido un día curioso. Un día que trae a la memoria el recuerdo de lo que otros 23 de abril han sido en Chile. Ese recuerdo que se entremezcla con el sonido de voces leyendo, del papel que hace chasquear el aire con alegría, y nos hace soñar, de la fiesta que hicimos durante tantos años junto a todo un país dedicado a celebrar la lectura.
Esa alegría que hoy, dadas las circunstancias de nuestro país no hemos tenido, la empaña el terremoto, tiene muchas bibliotecas destruidas y otras tanto en reconstrucción o en proceso de relocalización. Esa fiesta que tanta falta nos hace, que hacíamos de Visviri a Puerto Williams, cuando en espacios públicos y privados la gente se convocaba para leer por turnos, en algunos casos incesantemente.
Esa fiesta duraba todo un día; pero la otra, la verdadera celebración, la de los ciudadanos leyendo, capacitándose para buscar una mejor información, usando las plataformas públicas para su conocimiento y su recreo, ésa duraba y dura todo el año.
Esto no es un ejercicio de nostalgia. Es sólo la constatación de que procesos importantes se desencadenaron porque así se quiso; porque se estableció como una prioridad. Esa prioridad se manifestó, por ejemplo, en la alfabetización digital y la capacitación en usos de Internet que comenzaron a ofrecer las bibliotecas públicas gracias al trabajo coordinado y la generosidad de la Fundación de Bill & Melinda Gates, en el año 2002, y también gracias al empeño que en ello desplegó el gobierno correspondiente, junto a las municipalidades y funcionarios. Debido a ese esfuerzo, BiblioRedes es hoy, incluso en momentos críticos, uno de los enormes baluartes de la conectividad en Chile, tanto es así que sirvió para que muchos y muchas lograran comunicación con sus familias lejanas, aminorando su angustia. Más de 350 mil personas se han capacitado en uso de Internet a través de esta iniciativa.
Pero hubo también otras prioridades, como la inversión en infraestructura como nunca antes, durante los gobiernos del Presidente Lagos y la Presidenta Bachelet, al punto que hoy todas las comunas cuentan con una Biblioteca Pública, excepto la de Timaukel, San Pedro de la Paz y Macul, que se encuentran en proceso de construcción.
Saber que la creación de Memoria Chilena, en el 2000, ha posibilitado que cualquier persona acceda a documentos y archivos sin un esfuerzo más arduo que un click -incluso en las zonas afectadas por el terremoto este flujo de información no se ha detenido- es algo que alegra el alma y que hace que esas fiestas que celebramos sean permanentes.
Hoy, tras más un año de trabajo conjunto, los archivos de la Biblioteca Nacional que constan en Memoria Chilena son parte, además, de la World Digital Library y están disponibles para cualquier ciudadano o ciudadana del mundo. Y eso es también motivo de festejo.
Y lo es porque la fiesta de la lectura no puede serlo si no es compartida. Pasa, ciertamente, por el placer individual, que tiene como finalidad el enriquecimiento colectivo y el crecimiento intelectual y espiritual de nuestra ciudadanía.
Este 23 de abril, el terremoto, y el hecho de que cerca de cien bibliotecas se encuentren destruidas o seriamente dañadas, ha hecho que la celebración sea menos alegre. Pero la lectura es profundamente subversiva, y todo lo que otros años nos dio motivo para celebrar en las calles hoy está silenciosamente trabajando todavía, tejiendo redes para que los chilenos y chilenas, en internet y en papel; en las plazas y en las casas, en los buses y en los albergues, en el metro y en las barcazas, privada o públicamente, sientan la compañía incomparable y feliz que es la lectura.
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Comentarios
25 de abril
sera esto una apologia?
que íntimas convicciones mueven a una persona rendirle un culto tan irresponsablemente a sí mismo?
sera un signo de los tiempos acaso?
si es asi, lamentablemente, estamos perdidos.
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