#Género

Mujeres, ¿qué cresta hacemos para que nos dejen de acosar en la calle?

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No hay que ser muy ilustrada para entender una cosa: el problema es una diferencia de poder. Así como los obreros luchan por la propiedad contra la burguesía, una sabe que hay una relación de poder con los hombres, una en la que casi siempre salimos perdiendo, una en la que la mujer resulta culpable de calentar al pobre e indefenso macho. La propiedad por la que luchan las mujeres es su propio cuerpo.

“Le llenaría el choro de moco”, me dijo un viejo con olor a vino del día anterior en la boca. Yo tenía 20 años y caminaba por Recoleta, buscando pega. Quedé tan descolocada y aterrada como cuando tenía diez años y un viejo me corrió mano en la micro, acariciándome los calzones por debajo del jumper. “Chúpame la pichulita”, es la otra que lidera el ranking de frases asquerosas y violentas que he tenido que escuchar sólo por ser mujer. Porque así parece que funciona el mundo para el cincuenta por ciento de la humanidad que no tiene pene. Pareciera que estamos condenadas a que nos coticen en el espacio público y, también, en el privado.

Todas lo sabemos, a todas nos ha pasado. No es que una sea especialmente guapa, no es que una sea tonta grave. Es que no se puede ser mujer y caminar en paz por la calle sin que un viejo, joven, obrero de la construcción o ejecutivo con zapatos bien lustrados deje de hacerte notar cuánto te desea, cuánto le gustaría metértelo, cuánto se siente dueño de tu cuerpo y de tu entereza. No soy la primera que se da cuenta y se hastía de este acoso. Malena Pichot, la Loca de Mierda, hizo un video en el que hipotéticamente se venga de sus acosadores matándolos a todos. Porque la violencia genera violencia, y cuando estoy esperando la micro y un ciclista pasa y me grita un “piropo”, me dan ganas de responder con una agresión de vuelta, me dan ganas de que choque en bici y se le aplasten los cocos.

La periodista Pepa Valenzuela, a propósito del polémico video de “Hey Hey Hey” de Los Tres, escribió un extenso post en su blog sobre cómo ser mujer equivale a ser un bistec, uno jugoso y atractivo para los hombres carnívoros que siempre están en abstinencia, lo que se traduce en acoso callejero. El historial de Pepa es extenso, comienza cuando tuvo que descubrir qué era un agarrón, con apenas 12 años, en el Metro. Insisto, a todas nos ha pasado. Quizá las más afortunadas somos acosadas en la calle y las menos han sido abusadas por algún cercano. Pero ninguna se salva. No hay muchacha chilena que no haya visto un pene sin desearlo o no haya escuchado las sórdidas fantasías de un desconocido al oído.

Hay gente que dice que la culpa es de una, la culpa es de la mini falda, de las piernas, del escote y las tetas redonditas, de lo demasiado ricas que estamos. Hay gente que cree que a las mujeres se las violan porque se visten como putas. Hay personas que creen que a las mujeres se las violan porque cómo se les ocurre caminar solas por la calle o porque en qué estaban pensando cuando hicieron dedo y viajaron solas con un camionero. En mi casa, desde muy chica, mi mamá me dijo que nadie me podía tocar nada, que no podía confiar en los hombres porque los hombres son el enemigo, porque en cualquier hombre puede despertar la bestia sexual. Como el diablo que se mete en el cuerpo de cualquier santo, transformándolo. Ese diablo podía ser mi abuelo, el tío del furgón o un hombre sin rostro que aparecería en una esquina por la noche. A las mujeres, desde chiquititas, se nos enseña a tener miedo de ser violadas por los hombres, pero a los hombres no se les enseña a no violar mujeres.

No hay que ser muy ilustrada para entender una cosa: el problema es una diferencia de poder. Así como los obreros luchan por la propiedad contra la burguesía, una sabe que hay una relación de poder con los hombres, una en la que casi siempre salimos perdiendo, una en la que la mujer resulta culpable de calentar al pobre e indefenso macho. La propiedad por la que luchan las mujeres es su propio cuerpo. Y en esta batalla la minoría no sólo somos las mujeres. El otro día leía a Pablo Simonetti indignado porque un viejo le dijo sidoso en un ascensor. Yo pensaba que ésa es la mayor expresión del patriarcado. El macho violenta, acosa y siente la potestad de agredir allí donde lo masculino está ausente. La paliza que le dieron a Daniel Zamudio es eso, el agarrón en el poto que nos han hecho durante generaciones es eso. La muestra de cómo el patriarcado es la burguesía de los géneros, el amo y señor de los otros cuerpos, el dueño de un latifundio cuyo ganado lo conformamos lo femenino o lo no tradicional masculino.

Entonces la culpa no es de mi short que desliza un cachete en el verano, podría vestirme con un traje de astronauta y el manoseo llegaría igual, tal como ironiza la campaña “It’s Your Fault”, que explica que hay vestimenta que induce a la violación, porque los hombres tienen ojos y no pueden evitar calentarse con una. En fin, para qué extenderse más en el diagnóstico, que en la medida en que todas hemos padecido el problema, todas conocemos cómo funciona. Lo que me angustia es la solución y de eso quiero hablar en realidad.

¿Qué cresta hacemos para que nos dejen de violentar en la calle? Yo he intentado de todo. He devuelto puteadas, he levantado el dedo del medio, he gritado imbécil o me he quedado callada. Y aunque me las ingenio con el arsenal de vuelta, la agresión recibida siempre es la misma. Yo les pregunto en serio, mujeres, ¿qué hacer para detener esto? No quiero tener que criar a mi hija con el miedo que mi mamá me transmitió a mí. No quiero que mi hija camine asustada por la calle de noche con miedo a que la violen. No quiero eso para mí, ni para nadie.

Las soluciones van en un abanico amplio, donde todas me hacen sentido pero ninguna me parece erradicar el mal del todo. Hay chicas que postulan la defensa personal: repartir patadas en la entrepierna a quien se lo gane. Quizá el primer cambio es ése, uno cultural, y debemos explicarle a nuestras hijas y a nosotras mismas que hay un problema inminente del que cuidarse, pero no aterrarse como seres indefensos, porque hay herramientas para contrarrestar la fuerza bruta del acoso sexual. Y esa fuerza es gritar NO con todas nuestras fuerzas, aprender defensa personal y agotar las instancias legales e incluso usar los espacios creativos de las nuevas tecnologías. Levantar la voz con coraje y cambiar el paradigma de que somos indefensas y es casi natural que nos violenten. Ésa es la primera cosa.

Otra vía puede ser hinchar las pelotas en los medios para que, igual que el debate sobre la educación pública, la relación de violencia sexual entre géneros sea un tema país. Ésa es una hermosa y necesaria pega que el Observatorio Contra el Acoso Callejero está haciendo. A través de la prensa tradicional y del uso de social media están dando que hablar, obligando a las personas a conversar sobre el problema, a tener una opinión y a cuestionar una práctica que está normalizada en la sociedad chilena, pero que es profundamente nociva: el piropo y el punteo calentón que tanto describí al inicio de este texto.

No sé si otra opción puede descansar en lo normativo. Quizá que la presidenta sea mujer y que por fin surja el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género, hace que al menos en el papel las cosas suenen mejor. Porque si bien hace falta apoyar a las mujeres en las desigualdades que sufren por cuestiones estructurales (sueldos más bajos, cargar con la guagua si la adolescente se embaraza), esto no es hembrismo, no es que las mujeres deban estar por encima, se trata de que lo masculino y lo femenino, en todas sus vertientes, sean equivalentes. Por eso suena tan re-bonito el nombre del ministerio.

Estos tres puntos al final son súper acotados y aunque confío en cada uno de ellos por separado, no sé si serán suficientes. Porque el acoso callejero es sólo una manifestación de un problema mucho mayor que ya no cabe en esta columna. Pero que ahora, por lo pronto, quiero que se acabe. Quiero caminar por la calle sin tener que bancarme a los ingeniosos que me inventan nuevos sinónimos de vagina y me los cantan al oído, pero con muchas más fuerza quiero que discutamos qué hacer para superar eso. Esto tiene que detenerse en algún momento. Eso quiero, porque no saber cómo cambiar esta enormidad me da mucho más miedo que fantasear para mal con que llegue un trauco santiaguino y me tumbe a una cuadra de llegar a mi casa por la madrugada. A veces, el status quo me aterra mucho más que lo que pueda salir de la boca de un hombre excitado y sin filtros.

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Comentarios

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15 de abril

Como varón respetuoso de las mujeres de cualquier condición sugeriría hacer lo básico: que las madres (la mujer que marca a los hombres) enseñe a sus hijos varones a respetar a todas las personas, incluyendo a las mujeres. Al menos así lo aprendí.
Como profesor primario de escuelas públicas inculcaba en los varones el respeto hacia sus condiscípulas y, a éstas, a respetarse a sí mismas.

claudia

30 de abril

y los padres..la crianza no es sólo cuestión de madres

15 de abril

Que bien expresas esta horrible realidad! Y es verdad, el solo hecho de ser mujer te «faculta» para recibir toda clase de agresiones verbales o físicas (yo quedé traumada a los 10 años por un agarrón, y digamos que andaba con el buzo del colegio). Es muy difícil erradicar esta «costumbre»; mas aun cuando hay mujeres que avalan el comportamiento masculino por la forma de vestir de la piropeada… pasa también porque quienes son padres enseñen desde pequeño al niño a respetar a las mujeres, tal como ellos quisieran ser respetados

16 de abril

Empezar por enceñarle a los niños el respeto por la diversidad. como bien menciona la columna, este modo de violencia no es solo contra mujeres, tambien son agredidos todos los ke no caigan en la categoria de macho dominante en la cual el mejor es el ke tiene mas cosas, incluyendo mujeres.

Eloisa

24 de abril

Me Encantó el articulo y efectivamente es un problema muy grave de violencia de género que parece que no se puede detener;y lo cierto es que un primer paso es cambiar ideas tradicionales en la familia y hacer conciencia en la sociedad que como mujeres tenemos derecho a expresarnos de la mejor manera posible sin que nos violenten.

Dani Silva

24 de abril

Gran artículo! Me emocionó, de hecho. Capta todo lo que pienso y mucho de lo que también he vivido. Muchas, muchas gracias!

24 de abril

En la antigüedad, antes de lo que consideramos antiguo, el matriarcado era dueña del mundo, quizá con los mismos conflictos que ahora genera el patriarcado. No lo digo como una forma de compensar, sino de transparentar los extremos, y reafirmar eso que la periodista dice sobre la equidad, tan escasa, al menos en Chile, y de una lucha tan ancestral. La entrada me parece acertiva, a pesar (y lo entiendo) de la rabia; también me parecen acertivas las propuestas, donde agregaría la erradicación de los «liceos de niñay liceos de niño»

Constanza Richards

29 de abril

puede ser un «acierto» o ser «asertivo», pero «acertivo» me parece que no existe, compadre

Teresa

29 de abril

Una corrección, Arturo: hasta ahora no se han encontrado pruebas de la existencia de alguna sociedad matriarcal. Existen muchas culturas en las que las mujeres practican la poligamia, pero no matriarcados.

val

29 de abril

el matriarcado no es abuso de poder de la mujer hacia el hombre, busca la armonía de ambos, en cambio el patriarcado si es abuso del hombre hacia la mujer

24 de abril

Y agregaría también (el celular me jugó una mala pasada con la entrada anterior) la necesidad de educar a madres y padres sobre la equidad de género. Diferente es el caso del hombre, quien al asumir una responsabilidad frente a la equidad de género, termina aislado por el resto de sus congéneres, quienes buscan en café con piernas o prostíbulos, lo mismo que tienen con sus parejas, olvidando el compromiso y el respeto primordial. No es raro que Chile sea uno de los países con mayor niveles de prostitución en el mundo, y a eso agregar, también en los primeros lugares, con la explotación sexual comercial infantil. Para qué hablar de esperpentos como Morandé con Compañía. Felicitaciones por poner el tema, espero siga haciendo ruido.

24 de abril

Para cambiar o por lo menos hacer menos frecuente esta costumbre abusiva hay que comenzar por educar a las mujeres niñas desde pequeñas en el respeto y derecho sobre sus cuerpos.
Esto esta intimmente relacionado con la VIF, Femicidio, celos, agresion fisica etc.
Es una muestra mas de fuerza.
Las madres y padres deben educar tambien a los niños de forma tal q la violencia no sea parte de su actuar.

mayckol perez collao

29 de abril

Hola.
la intencion de mi post. No es menospreciar ni en ningun caso aprovar este tipo de conductas, si no simplemente aportar con la vision de un enemigo, como nos señalas en tu articulo…..los hombres no somos tu enemigo….tu algun dia seras madre si asi lo estimas…..y veras a tu hijo como el enemigo?….no solo las mujeres son acosadas,violadas o abusadas..el enemigo es el estandar educativo….nisikiera la moral …por ke esa te la enseña una iglesia asecina,genosida y violadora….me refiero a la educacion q nosotr*s debemos cambiar……me gusta penzar q empezamos a derrocar un sistema ke se cae a pedasos pero aun nos tiene como prisioneros……

alternativa: defenza personal. 8.947.17.69 weichafe toki kura.

Daniela Vizcay

29 de abril

Creo que no entendiste nada del artículo.
Saludos.

val

29 de abril

si, mi hijo sera el enemigo, el podría violar a su hermana menor o a mis nietas o a la vecina, porque por mas que lo eduque, afuera quizás que cosas aprenda y por la sociedad en que vivimos, donde el violador nunca es el culpable, si, es mi enemigo.

pene sefia

29 de abril

gay

Anónimo

29 de abril

hay muchos lados por donde partir, sugiero en la publicidad y televisión, que se deje de asociar el deseo y la entretención con una cara bonita de mujer, con sus tetas y culo, con su cuerpo bello. los hombres si bien somos seres sociales, también somos animales que siguen dictámenes genéticos bien básicos, como el aparearse…si la «bestia» como dices está ahi, entonces no alimentemos en demasía a la bestía…tampoco se trata de negarla, pero si de modularla o domesticarla en lo posible…nadie se salva

val

29 de abril

la publicidad es el mayor enemigo en cuanto al menos precio a lamujeres y venderlas como un objeto

Natalia Muñoz

29 de abril

Creo que una buena vía de acción es la alternativa legal…. Según rescatado de aseveraciones de ciudadanos extranjeros, en Europa por ejemplo no está permitido piropear a una mujer, es sólo cosa de buscar a un policía denunciar a tu agresor y él se adjudica una multa. Otra vía, que puede ser paralela a la anterior es la educación: Me dio mucha alegría ver el despliegue de la campaña anti acoso en la ciudad de Quito (Ecuador), gigantografías con mensajes alusivos a terminar con este abuso, a través de distintas estrategias. Creo que lo primero es identificar el tema y luego subir a los escalafones legislativos. Gracias por la columna, Saludos,

val

29 de abril

si la alternativa legal es lo mejor, pero cuantos wns van a reclamar por «su libre expresión», si se sienten con el derecho de gritar lo que se les antoja.

Harta de los Cerdos

29 de abril

Durante mi adolescencia (entre los 15 y 17) y cansada de las estupideces y los agarrones de los jotes en la calle, opté simplemente por vestirme con ropa grande, específicamente la ropa de mi hermano menor, quién en esa época usaba talla M y yo era talla S. Me acuerdo clarito pq me cansé, me ponía jeans y encima una polera que me llegaba casi a las rodillas y arriba una camisa escocesa, como el grunge estaba entrando fuerte pasó piola. Sin embargo, pasó el tiempo y el bullying de los babosos no disminuyó, incluso un ciclista que pasó por al lado en la vereda me agarró mi trasero aprovechando su velocidad, me dio tanta rabia que busqué una piedra en el suelo y se la tiré, obvio que no di en el bco pq una se pone muy nerviosa y tirita del susto.
Terminé con esta manera tan particular de vestir pq me di cuenta que estos tipos no importa lo que una «lleve puesto», puedes ponerte un saco de papas encima e igual los provoca. Salí de este enclaustramiento de evitar mostrar mi cuerpo y opté por vestirme como de verdad quería. Claro, que me demoré un par de años en darme cuenta.
Ahora con los años, y después de mi pequeño experimento, sigo con la misma interrogante que plantea el artículo:
¿Qué hacer?
La verdad es que he intentado de todo, a veces insulto de vuelta, pero nunca he devuelto un golpe, ganas no me faltan, ya con casi 4 décadas vividas, no me da el miedo y pavor de antes (llegaba llorando a mi casa cuando me daban algún agarrón en la calle), pero sigo sin saber qué hacer!
Espero en los años venideros que nuestros hijos muestren respeto y que las personas defiendan a las mujeres que están siendo atacadas. Así es como hacemos mi marido, yo y mis hijos.
Muchas gracias por el artículo!

Una vieja chata :D

30 de abril

Oh! Yo hacía lo mismo, mi hermano menor era bastante más alto, entonces toda su ropa me quedaba volando y así me sentía oculta. Descubrí que la mejor manera para bajar los piropos es envejecer (la mansa solución!!) O sea, tengo 35 y todavía me susurran asquerosidades u opiniones sobre cómo me veo, pero es sólo dos o tres veces a la semana no más, no como antes 😀

Antonia Paz Hernández

29 de abril

«Las mujeres no tienen el sentimiento ni la inteli­gencia de la música, así como tampoco de la poesía y las artes plásticas. En ellas todo es pura imitación, puro pretexto, pura afectación explotada por su de­seo de agradar. Son incapaces de tomar parte con desinterés en nada, sea lo que fuere, y he aquí la ra­zón: el hombre se esfuerza en todo por dominar di­rectamente, ya por la inteligencia, ya por la fuerza; la mujer, por el contrario, siempre y en todas partes, está reducida a una dominación en absoluto indi­recta, es decir, no tiene poder sino por medio del hombre; sólo sobre él ejerce una influencia inme­diata. Por consiguiente, la Naturaleza lleva a las mu­jeres a buscar en todas las cosas un medio de conquistar al hombre, y el interés que parecen to­marse por las cosas exteriores siempre es un fingi­miento, un rodeo, es decir, pura coquetería y pura monada. Rousseau lo ha dicho: «Las mujeres, en ge­neral, no aman ningún arte, no son inteligentes en ninguno, y no tienen ningún genio. Basta observar, por ejemplo, lo que ocupa y atrae su atención en un concierto, en la ópera o en la comedia, advertir el descaro con que continúan su cháchara en los luga­res más hermosos de las más grandes obras maes­tras. Si es cierto que los griegos no admitían a las mujeres en los espectáculos, tuvieron mucha razón; a lo menos, en sus teatros se podría oír alguna cosa.»». Schopenahuer era muy resentido parece.

val

29 de abril

hay muchos misoginos a lo largo de la historia, otros ocultaban su homosexualismo y por eso odiaban tanto a las mujeres quienes le «quitan a sus hombres»

Olaya Moena

30 de abril

Me encantó. Es una realidad cruda e injusta que vive el género que en mi opinión es el que menos lo merece.
Leyendo los comentarios puedo ver que cada vez son más las mujeres (y hombres) que se están uniendo a cambiar esta situación. Con un agarrón o punteo puede partir un acosador para que luego viole a alguien en la calle.
Lo que me deja siempre molesta es que cuando comento esto con amigos hombres es que lo toman como una anécdota chistosa que nos puede ocurrir en el metro por ejemplo y le ponemos color porque aparte siempre alegamos por todo.
Ya los quisiera ver en hora pic con un hombre a sus espaldas.

07 de mayo

Pucha el tema difícil, como hombre medianamente respetuoso, esto me genera una rabia, que lamentablemente no ayuda. He golpeado más de una vez a acosadores, pero eso ha sido una respuesta desde la misma base de superioridad física y supuesta superioridad moral.
Tal vez el mejor remedio para producir un cambio más profundo lo he visto cuando compañeras de trabajo, se han puesto de acuerdo y han eliminado en un día y con una sola conversación, aquellas costumbres machistas que imperan en el mundo laboral como costumbres socialmente aceptables. Por lo menos así, en mi entorno laboral, las mujeres han eliminado el chiste misógino, el chiste homofóbico y los cafés el jefe se los hace solito y tiene que dejar lavada la taza.
En esas pequeñas costumbres machistas, supuestamente inocuas, se esconde el fondo que da pie al abuso mayor.

soledad

11 de mayo

Me gusto bastante la forma en que te expresas. Totalmente de acuerdo, a todas nos a pasado algun tipo de acoso, siempre me he preguntado y aun lo hago, ¿cual es el fin o la razon de este tipo de acosos? Los hombres creeran que suben nuestro ego? Creeran que obtendran una cita? O quiza es solo para desahogarse. En fin si los valores y el respeto no se cultivan desde pequeños en sus casas, sobretodo a ese tipo de hombres que nos ve como objeto sexual, estamos obligadas a aguantar encontrarnos siempre con este tipo de personas.

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