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El caso Karadima y el mal a la Iglesia

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El caso Karadima le hace mal a la Iglesia, un mal que va más allá de las posibles sanciones penales que reciba el sacerdote en caso de que la justicia lo encuentre culpable de lo que se lo acusa. Un mal que sólo puede enfrentarse con transparencia, o con luz, esa misma que los pastores recomiendan domingo a domingo a sus feligreses.

 
No soy creyente, pero escribo desde el convencimiento que la Iglesia Católica chilena ha jugado, a lo largo de nuestra historia, un rol positivo. De manera especial, desde el primer cuarto del siglo XX en adelante, hemos visto a una Institución que, con no pocas resistencias internas, buscó ponerse a tono con el signo de los tiempos, promoviendo que su labor estuviera centrada en los más necesitados. Finalmente, que las enseñanzas de Cristo se hicieran realidad a la par que nuestro país vivía el surgimiento de movimientos sociales, políticos y culturales de izquierda que reclamaban y luchaban por una mayor igualdad. 
 
Algunos leen la obra del Padre Hurtado en clave asistencialista, pero finalmente fue y ha sido una respuesta que ha contribuido a combatir la extrema pobreza en Chile. 
 
A estas alturas, pocos recuerdan que la reforma agraria tuvo entre sus orígenes la entrega de tierras que realizó la Iglesia entre sus trabajadores.
 
Y cada vez está menos presente el fundamental rol que la Iglesia jugó en los años más duros de la Dictadura, con el Cardenal Silva Henriquez, como una de las voces que públicamente se alzó contra la violación de los derechos humanos.
 
Por eso, Karadima no sólo quebró la dignidad de las personas que hoy, a través de sus denuncias que deben ser ratificadas, buscan justicia. Puso en jaque décadas de labor por hacer del nuestro un país más justo. 
 
Pero hay que ser exactos. Karadima -el caso, no la persona con sus supuestas prácticas torcidas- es sólo la punta del iceberg de una corriente que, de muy distintas maneras, ha llevado a la Iglesia Católica chilena a separarse de sus fieles. O en sentido contrario, ha impulsado a muchos de sus fieles a separarse de una Institución regida por normas y formas de ver el mundo que no logran dar cuenta de una sociedad que ha cambiado.
 
Cuando en Chile la transparencia se instala como eje fundamental de lo público, la Iglesia parece refugiarse en una extraña figura de "lo privado", volcándose de manera ingenua y con mayor ahínco en un Derecho canónico que -supuestamente- ampara conductas que las otras ramas del Derecho sancionan con rotundidad. Siendo ciudadano, estoy expuesto a la justicia; siendo sacerdote pudiera quedar impune. O así parece entenderse, por la lentitud con la que este caso se manejó apenas se recibieron las primeras denuncias, lentitud de la cual sólo pueden surgir sospechas de encubrimiento.
 
Ante estas denuncias, sólo cabía responder con claridad, con firmeza. Porque Karadima, el caso, no la persona, le está haciendo mucho mal a la Iglesia. No lo vieron o no lo quisieron ver. Pero el daño ya recorre las iglesias y capillas de todo Chile. Una Iglesia que, en el pasado, tuvo mayor capacidad de leer el signo de los tiempos.
 
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4 Comentarios

libertad-joan

Correcto señor , usted está en lo cierto en otra época «descifró el signo de los tiempos». La iglesia cupular se ha separado de su grey , han alejado a los feligreses de sus ámbitos y se mantienen en una cofradía antigua muy anquilosada lejana de un pueblo que espera respuestas. El pueblo feligrés se permite seguir creyente, pero ya no respeta los ritos que son sagrados, porque no existe credibilidad. Karadima tuvo la garantía de sacar muchos sacerdotes para chile, entre ellos cinco obispos , salidos de sus manos. El pueblo eclesial de base lo sabe. El creyente de la calle, no le importa lo que sucede, pero el que está en el interior, lo lamenta, le corroe el alma el caso «Karadima» porque es chileno. Ya tenía bastante con el caso del corrupto Marcial Maciel, impregnado de inmundicias. Todo esto por un poder económico que nos asquea.

    nga2043

    Interesante reflexión de Darío del Puente en cuanto al penoso contraste entre la iglesia social que fue en su momento la Católica (poniendo temas, defendiendo con ideas sus convicciones, provocando debate en «lo publico») y lo que es hoy: un club de toby anquilosado que se mira el ombligo y juega sus fichas entre los poderes facticos conservadores mas que entre sus feligreses y sus mismos pastores los que realmente conservan el contacto con la comunidad (y se alejan de la jerarquía). Desgraciadamente este mismo contraste es el que podemos ver con otras instituciones, partiendo con el Estado y los partidos que dan cabida para hablar de una «clase política» con los mismos vicios (incluido los judiciales) que la Iglesia Católica.
    En los 70-80 yo hubiese sido un ferviente feligrés de esa Iglesia activa, insolente, ruidosa y comprometida con los cambios sociales, pero hoy no creo ni en lo que creen ni en lo que son. En los 90 hubiese sido un ferviente militante de los partidos que proponían la acción, insolencia y ruido… que creen?
    (no pude «publicar comentario»)

    dariodelpuente

    dariodelpuente

    Libertad, Nicolás, gracias por comentar.

    Nicolás, compartiendo en buena medida tu análisis (el descrédito de instituciones -Iglesia, Estado, partidos políticos), creo que hay un punto a nuestro favor: los ciudadanos hemos ganado en autonomía, en capacidad de hacer valer nuestra opinión. Es más difícil que nos pasen gato por liebre, aunque eso conllevar una transición no sencilla -que estamos viviendo ahora- en la que cuesta encontrar referentes en los cuales afirmarse. Porque además, las ONG, representantes de la sociedad civil organizada, tampoco están pasando por su mejor momento.

nga2043

Toda la razón, es un paso donde el y la ciudadan@ se va empoderando lo que conlleva a la complejización de sus necesidades, y creo que muchas veces las instituciones no están a la altura de esos cambios. Hay está por ejemplo la misión de la Concertación hoy; no tratar de empatizar con los problemas y temas ajenos sino que hacerlos suyos, y lo que en estos días están mostrando (peleitas internas, egos, etc.) no va por esa línea desgraciadamente. Saludos Dario