El mundo de hoy, en realidad de siempre, está dominado por los hombres y ser mujer es tener una vida bastante cuesta arriba y entre más ignorante y apegada a la religión sea una sociedad, más difícil será su existencia.
Hay culturas donde las niñas no van al colegio y no es raro que se practique en ellas y de forma ceremonial la ablación o mutilación del clítoris como signo de llegar a la adultez y requisito para ser elegida como esposa. En estas sociedades el matrimonio obligado de niñas con adultos es normal, es decir, el abuso sexual infantil forma parte de sus tradiciones y todo por simple ignorancia.
En países como la India las violaciones son habituales, incluso se llega al extremo de hacerlo en bebes de meses. Estas aberraciones son indignantes y entran en el ámbito de la lucha por los derechos humanos.
En las medida que analizamos la situación en países cada vez más desarrollados, la mujer tiene en apariencia más derechos, por ejemplo; acceso a la educación universitaria, pero le es difícil encontrar trabajo y si lo hace será por una renta inferior al hombre, tiene acceso a la salud, pero a un costo mayor, tiene acceso a créditos bancarios, pero a una tasa de interés más alto. Se le impide o restringe el aborto, por lo tanto carece de libertad reproductiva.
La mujer realiza mucho trabajo que no es remunerado, principalmente en el hogar. Además, en su vida cotidiana corre el riesgo de soportar el acoso sexual y en sus relaciones de pareja puede sufrir actos de violencia.
La ciencia y la medicina no escapan a esta situación ya que tienen al hombre como marco de referencia, es decir, la investigación científica se efectúa mayoritariamente con y para machos. Los médicos suelen evaluar a las pacientes femeninas como si fueran hombres y la principal razón es que la investigación médica se efectúa esencialmente con animales machos o en hombres. Resultando en tratamientos para la mujer inadecuados o incluso peligrosos.
Hablemos por ejemplo de los trastornos psiquiátricos; la mujer tiene más probabilidades que el hombre de padecer depresión, migrañas, Intestino irritable, Insomnio, pánico. En cambio el hombre suele caer en alcoholismo y drogadicción. Las causas serían que hombre y mujer respondemos biológicamente de forma diferente ante el estrés.
Al estudiar los efectos de medicamentos preferentemente en roedores machos, se impide detectar que los efectos pueden ser muy distintos en las hembras. Estudios realizados por el neurocientífico Brian Trainor de la Universidad de California en Davis, muestran que la oxitocina nasal reduce la ansiedad en ratones machos y bajo ciertas condiciones lo aumenta en ratones hembra. Y este es solo uno de los estudios, existiendo otros medicamentos que muestran efectos diferentes según el sexo. Estos hechos demuestran que el enfoque tradicional de estudiar solo a machos es claramente un error y sería uno de los motivos de porqué la mujer suele responder mal a los tratamientos existentes hoy en día.
Actualmente los científicos están comprendiendo que en la medida que podamos conocer las diferencias del cerebro femenino obtendremos mejores tratamientos para cada sexo.
Existen normas sociales profundamente arraigadas que a través de la educación y el conocimiento debemos ir dejando atrás y entre ellas la desigualdad sexual y de género.
Ser hombre o ser mujer no es una definición “binaria” que se pueda determinar por ser “XX” o XY”, estudios recientes muestran que es algo mucho más complejo, que un par de cromosomas no son suficiente para determinar el sexo de alguien. Cuando se estudian ambos cerebros nos damos cuenta que son un mosaico de rasgos que se intercambian, donde hombres y mujeres tendrán algunos que son propios del sexo opuesto, es decir, somos una especie de híbrido, donde tendremos mujeres agresivas y hombres empáticos.
Según los expertos, al estudiar un cerebro se puede saber a qué sexo corresponde, pero a partir del sexo de una persona no se puede decir que tipo de cerebro tiene. Nuestros libros de biología deberán ser actualizados con los nuevos conocimientos.
Existen normas sociales profundamente arraigadas que a través de la educación y el conocimiento debemos ir dejando atrás y entre ellas la desigualdad sexual y de género. Beneficiando así a la sociedad en su conjunto, ya que hoy los talentos, capacidades y educación de la mujer se subvaloran al compararlas con los hombres, desaprovechando así las capacidades de millones de mujeres solo por prejuicios y tradiciones equivocadas.
Paralelamente y entre otros beneficios, servirá para disminuir la sobrepoblación humana, aliviando la sobreexplotación de los recursos naturales y bajando al mismo tiempo los niveles de contaminación.
Formas de pensar arraigadas por mucho tiempo se pueden cambiar, por ejemplo; si a nuestros abuelos o padres le hubieran preguntado de joven cual es la esposa ideal, dentro de sus respuestas estarían: “ser una buena madre” y “ser una buena dueña de casa”, pero si esa misma pregunta la formulamos a los jóvenes de hoy, difícilmente dentro de los atributos va a estar el “ser una buena dueña de casa”, hoy responderán que sea activa, inteligente y que tenga estudios. Y estos cambios ocurrieron en un par de generaciones. Es decir, los cambios son posibles y de forma relativamente rápida.
Lograr una sociedad absolutamente libre de sesgos de género es imposible, pero al menos debemos trabajar en la búsqueda de una sociedad cada vez más “desgenerada”.
Fuente: Investigación y Ciencia de Noviembre/2017
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