Corría el siglo 19; en pleno apogeo del imperio británico, en tanto que la reina Victoria se ufanaba afirmando que uno de cada cuatro habitantes de la tierra eran súbditos de su corona, sólo China con su historia milenaria de más de 3000 años y con su escala de valores fundada en el confusionismo, se resistía a la penetración inglesa.
Los británicos recurrieron entonces a una herramienta poderosa y letal para debilitar la resistencia china – el narcotráfico.
En efecto, desde sus posesiones coloniales en la India donde producían toneladas de opio, fueron inundando con esta droga a China causando la adicción de millones de personas.
Las autoridades chinas de la época reaccionaron prohibiendo la importación de esta droga que era comercializada por la poderosa “Compañía de las Indias Orientales “. Ante esta prohibición los traficantes ingleses recurrieron al contrabando, pero ante los grandes decomisos de opio que lograron las autoridades chinas sobre todo en el puerto de Candon (Guang Zhou), la corona británica puso en marcha la invasión de China el año 1839, para lo cual contó con la alianza del entonces imperio Ruso y de Francia.
Pese a la heroica resistencia de algunos patriotas chinos como ShiChang DENG, la corona británica doblegó tras tres años de cruenta guerra a una nación debilitada, permitiendo así el tráfico y el consumo masivo de opio que destruyó la salud y la voluntad de la población china, garantizando la alta rentabilidad que este negocio significaba para los narcotraficantes británicos protegidos por la corona.¿Alguien puede pretender legítimamente negar a China su derecho de recuperar la soberanía sobre sus territorios despojados por la invasión, el narcotráfico y la guerra?
La guerra de opio se reanudó en 1856 y ya para 1860, las fuerzas invasoras forzaron la capitulación de la China devastada, obligando a sus autoridades a suscribir los “Tratados Desiguales “.
Las guerras de opio significaron para China entregar a Hong-Kong a la colonización británica así como a abrir once puertos al comercio internacional regentados por las potencias invasoras.
Las ocho naciones invasoras (Imperio Británico, Imperio Japonés, Imperio Ruso, Imperio Austrohugaro, Imperio Alemán, Reino de Italia y Tercera República Francesa) con el pretexto de proteger a sus delegaciones instaladas en China ante la rebelión de los bóxer, continuaron esta historia de invasión y despojo; fue así que bajo el mando del general británico Alfred Gabelle y del general Alemán Alfred Von Wardersee, llegaron hasta Pekín el 14 de agosto del año 1900, consumando así la mutilación territorial de China con el “ Tratado de Tianjin “ en el año 1912.
Más tarde, la invasión japonesa en pleno siglo 20 acrecentó el sufrimiento de China con nuevas usurpaciones territoriales y masacres genocidas como la sufrida por la ciudad Mártir de Nanjing el 13 de diciembre de 1937 en la que fueron sacrificados más de 300000 habitantes de esa ciudad.
Tras la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial, las potencias vencedoras, lejos de restituir a China sus territorios usurpados, decidieron mantener el cautiverio de Hong-Kong en manos británicas y luego apoyaron la instalación del gobierno rebelde de JIANG Jieshi en la Isla de Taiwán.
Así China padeció 100 años de invasiones, humillaciones, masacres y sufrimientos que solo fueron reivindicados tras el triunfo de la guerra de liberación liderada por MAO ZeDong y con la fundación de la República popular China el 1 de octubre de 1949.
En los últimos 70 años China se ha empeñado por reconstruirse a sí misma. Sus logros actuales son frutos de un arduo camino de sacrificio, trabajo colectivo, disciplina y determinación de un pueblo que ha sufrido demasiado.
¿Alguien puede pretender legítimamente negar a China su derecho de recuperar la soberanía sobre sus territorios despojados por la invasión, el narcotráfico y la guerra?
Es verdad que la población actual de Hong-Kong viene de años de vivir bajo el sistema colonial británico; su influencia política y cultural es profunda; el hecho de haber sido el enclave Industrial y comercial británico en Asia les ha dado un especie de identidad y una forma de vivir diferente a la del resto de la nación china.
Es precisamente por eso que el gobierno chino aceptó y ha respetado el acuerdo llamado “Un País Dos Sistemas “ permitiendo a los habitantes de Hong-Kong mantener las estructuras políticas, sociales y jurídicas heredadas desde su pertenencia a Gran Bretaña.
Pero estas concesiones no legitiman de ninguna manera la prevención de aquellos habitantes de Hong-Kong que buscan fracturar la unidad soberana de la nación china obteniendo por medio de la sublevación una autonomía independiente que consolide el despojo territorial colonial.
Cabría preguntarse qué hay atrás de esta agitación; ¿qué intereses se verían estratégicamente favorecidos con este conflicto?
La primera respuesta obvia es que un Hong-Kong separado de China acarrearía en seguida la “Protección norteamericana “para instalar allí bases militares hostiles a China como ya ha ocurrido en Taiwán y Korea.
La segunda respuesta es que un clima de aguda agitación social en Hong-Kong, podría forzar a las autoridades chinas a reprimir con fuerza a los manifestantes, provocando muertes que servirían a los interés anti chinos para desacreditar al régimen de Beijing en el concierto internacional y alejarlo así del prestigio como “promotor de la Paz y la integración “que con justo mérito ha ganado la gestión internacional de Xi Jinping.
Contrario a toda especulación, la reacción china ha sido recurrir a la ley; en efecto, la Asamblea del Congreso Nacional del Pueblo Chino en ejercicio de sus atribuciones absolutamente legítimas ha promulgado la “Ley de Seguridad Nacional “que regula las cuestiones relativas al orden público en Hong-Kong, y que establece el marco normativo que regirá sobre la isla.
Esta reglamentación ratifica los derechos reconocidos a los Hongkoneses bajo el estatuto de “ Un País Dos Sistemas “ pero a la vez advierte a quienes quieran seguir impulsando la fractura territorial y el separatismo, acerca de las consecuencias legales que tales actos tendrían.
Las reglas del juego están claras.
Nada parecido al modo norteamericano de tratar a las personas que consideran peligrosos para sus interés estratégicos a quienes enjaula como animales; somete a torturas, les niega el acceso a algún tribunal y los mantienen cautivos sin ningún derecho, en prisiones clandestinas instaladas en territorios usurpados a terceros países como es la situación de los prisioneros en Guantánamo; para no hablar de las invasiones a naciones soberanas como Guatemala, Panamá, República Dominicana, Granada, y más recientemente Irak y Libia.
¡Qué diferencia!
Comentarios
02 de junio
Tiene razón, China tiene derecho a reclamar su territorio, pero también y como usted bien dice: «Es verdad que la población actual de Hong-Kong viene de años de vivir bajo el sistema colonial británico; su influencia política y cultural es profunda; el hecho de haber sido el enclave Industrial y comercial británico en Asia les ha dado un especie de identidad y una forma de vivir diferente a la del resto de la nación china». Por lo mismo, aprendieron a vivir con la libertad de acción y pensamiento que permiten las sociedades occidentales, razón suficiente para no querer caer en manos de un estado totalitario que vigila y controla a sus ciudadanos.
Saludos
+1