Durante estas últimas semanas hemos escuchado mucho sobre el movimiento estudiantil. Es más, este año se cumple la primera década de la “revolución pingüina” que cautivó a muchos estudiantes y en donde se descubrieron varios talentos que hoy integran diversos partidos políticos y que son la joya de la revolución.
Pero si ya se han cumplido 10 años del movimiento, donde hemos visto que han pasado varios gobiernos (algunos más accidentados que otros) y en donde la popularidad del gobernante ha marcado el interés principal de La Moneda, nos preguntamos: ¿este movimiento se moverá realmente? o simplemente se encuentra detenido gritando, y si es así ¿por qué sucede eso?Los estudiantes deben manifestar un verdadero interés en la formación actual, en el desarrollo del compromiso con el país, en donde se puedan proyectar nuevas propuestas educativas, las que implican el esfuerzo particular y conjunto por tener estudiantes de altos niveles educativos para Chile
A mi parecer, el movimiento se ha ido deteniendo hace ya un tiempo atrás, cuando sus principales exponentes como Camila Vallejos, Giorgio Jackson y, el ahora también escritor, Julio Isamit, entre tantos otros, resaltaran de sus partidos políticos con la idea de ser las voces del derecho estudiantil desde distintos ángulos de nuestro país. Seguramente todos esperábamos que el movimiento no solo caminara y avanzara, sino que corriera con paso firme para llegar a la meta tan conocida: la construcción de una educación digna, de calidad y gratuita para todos los estudiantes de Chile. Pero, a pesar de algunos avances importantes, como la gratuidad proporcionada, aún no es así.
Hace unos días atrás la Confech nuevamente ha llamado a movilizarse, a hacer patente lo que hace diez años dijeron los pingüinos, y que es exactamente lo mismo: mejor educación para los chilenos. El problema ahora, al parecer, es que los que deberían seguir y apoyar el movimiento se han cansado de marchar y de tomarse las facultades de las universidades, se han conformaron con lo mínimo. Si antes a todos nos enorgullecía escuchar a los estudiantes hablar con tanta coherencia y verlos marchar, hoy nos aterra pasar por el lado de una marcha, al parecer los guaripolistas se han quedado sin la banda que dirigían tan ágilmente o la banda se desvío para otro lado.
En la década pasada nos llamaba la atención que estudiantes de enseñanza media se dieran cuenta que la educación necesitaba un cambio profundo en la sociedad chilena, y en donde todos, o por lo menos la mayoría, sabia de qué se trataban las demandas y el camino por el que se debía avanzar (lo que a la vez nos cuestionaba profundamente en qué estaban los que realmente tenían aquella responsabilidad de conducir la educación durante esos años, o por lo menos, de cuando se recuperó la democracia).
Hoy nos encontramos con una realidad distinta: estudiantes que al preguntarles sobre las demandas se detienen solo en que “no quieren pagar más el colegio ni la universidad” olvidando todo lo demás que conlleva una verdadera educación. Al parecer se no se ha inculcado que el demandar un derecho (justo por lo demás) como lo es la educación digna, de calidad y gratuita; implica también que se atribuyen deberes propios, como por ejemplo, el esfuerzo en la captación de contenidos técnicos y éticos; el mejoramiento de las competencias cognoscitivas de los estudiantes, el cómo se va estableciendo la relación del futuro profesional con la construcción de un mejor país, entre muchas otras cosas.
Si bien es cierto que para lograr todo esto se debe partir de la idea de generar un cambio profundo en las políticas públicas por parte de las autoridades, estás demandas deberán mostrar nuevamente un mayor interés por parte de los estudiantes, a lo mejor ya no en marchas o tomas como una única medida de presión, sino en inculcar un verdadero interés en la formación actual, en el desarrollo del compromiso con el país, en donde se puedan proyectar nuevas propuestas educativas, las que implican el esfuerzo particular y conjunto por tener estudiantes de altos niveles educativos para Chile, y que estos puedan ser las futuras autoridades que logren generar un cambio profundo en la sociedad con interés y decisión.
Comentarios
06 de junio
Si, obviamente declarar como un derecho la educación gratuita sin que hayan recursos para que todos puedan ejercer ese derecho demuestra la irresponsabilidad del populismo.
En sus inicios el movimiento tuvo una motivación sana y genuina de mejor calidad, mejores condiciones de estudio, etc.. después se desvirtuó al ser manipulados por esta élite populista irresponsable, que teniendo a sus propios hijos en los colegios privados mas lucrativos, reformaron “contra el lucro” para demoler la creciente y mayoritaria presencia de colegios subvencionados que se veían como un paso intermedio entre los colegios públicos y los privados.
Prefieren eso en lugar de enseñar a enfocar bien una campaña para que no sea contradictoria: una mejor calidad que probablemente implique mas recursos y simultáneamente gratuidad, además contra el lucro osea contra los colegios que hasta los reformistas consideran de mejor calidad (o no pondrían sus hijos ahí), etc.. etc..
El destino del movimiento estudiantil estaba condenado a la inmovilidad, obviamente la educación después de las reformas es mucho peór y mucho mas segregada porque volvimos a una élite privilegiada en colegios particulares y la masa a colegios públicos que ahora deben ajustar su presupuesto a la llegada masiva de los alumnos de subvencionados, alumnos que antes eran una carga menor para el estado.
Publiqué algo de eso hace un tiempo.
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06 de junio
Estimado, saludos cordiales. En términos generales comparto su columna de opinión, pero hay algunas afirmaciones que son claramente cuestionable, esa la gracia de un espacio como este.
Lo que si me resulta extraño que muchos de los que cuestionan, o se unen a los cuestionamientos, sobre el derecho a una educación gratuita e inclusiva, son los que no han podido acceder a universidades o centros de estudio por falta de plata.
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