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Goic: ¿De héroe a villano?

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Con motivo de la celebración de sus 50 años de sacerdocio, un periodista magallánico le preguntó a Alejandro Goic Karmelic si se planteó alguna vez la posibilidad de haber sido el Sumo Pontífice.

Al día de hoy, la inquietud podría parecer un despropósito, pero hace tan solo dos años esa era la valoración que tenía una parte importante de la comunidad austral de uno de sus representantes más conocidos. Y no solo allí recibía aplausos, sino que no fueron pocos los que se preguntaban perspicazmente por qué no había sido nombrado Arzobispo de Santiago ni tampoco Cardenal.

Presidente de la Conferencia Episcopal en dos períodos, Goic dejó una huella profunda como Pastor en todas las comunidades en las que ejerció su liderazgo (Punta Arenas, Concepción, Talca, Osorno y Santiago). Calificado como un verdadero héroe de los derechos humanos en Punta Arenas y en el Gran Concepción, donde fue una potente voz de los sin voz, nadie podría imaginarse que su carrera terminaría apuntado con el dedo en medio de la profunda crisis que vive la Iglesia Católica chilena, que ha significado incluso la renuncia del conjunto del Episcopado nacional ante el Papa.

En 2015 señalaba -en Qué Pasa- que los casos de abusos sexuales por parte de autoridades de la Iglesia que se había conocido hasta entonces,  ha sido la mayor cruz que me ha tocado enfrentar en mi servicio pastoral” y agregaba que le causaba inmenso dolor “la realidad del abuso hacia personas vulnerables, cometido por hermanos míos en quienes las familias depositaron toda su confianza”.

Animaba entonces a sus pares “a trabajar porque las víctimas de abusos sean efectivamente una primera prioridad para nosotros. Y ayudar a que, como ha dicho el Arzobispo de Santiago a sus sacerdotes, cualquier situación que pudiera ser constitutiva de abuso la denunciemos formalmente en las instancias eclesiásticas y civiles cuando corresponda”.

Pero, Goic no solo declaraba. También actuaba: Expulsó en 2016 a un sacerdote acusado de atentar contra un menor de edad, a cuya familia impulsó a denunciar el caso ante la Fiscalía; y presidió una comisión episcopal que, entre otras resoluciones, resolvió que cualquier agente pastoral debe certificarse en prevención de abusos para poder ejercer.

Por lo mismo, el reciente reportaje de Canal 13 que dejó en evidencia que no había actuado con la diligencia que amerita ante denuncias de una cofradía de sacerdotes –llamada “La Familia”- que abusaba de jóvenes en su propia jurisdicción, la Diócesis de Rancagua, fue un golpe terrible. Más aún cuando había usado las mismas palabras que se le criticó al Papa y que hicieron de su visita a Chile un fracaso rotundo: “tráiganme pruebas”. Peor aún, su aseveración de que no había estudiado para detective, sino que para pastor pareció al menos un desatino.

La decisión de suspender a 14 sacerdotes por conductas impropias y de poner los antecedentes respectivos a conocimiento de la Fiscalía, que en otras circunstancias podría haber sido aplaudida, esta vez fue calificada como tardía.

Quienes lo vimos enfrentar con su báculo -y su propia vida, por cierto- a malignos agentes del Estado, pensamos que su jubilación debería haber sido con aclamaciones y no bajo el titular “la caída de Goic”.

Ante el cuestionamiento público que estaba enfrentando, pusieron las manos al fuego por él numerosas personas que lucharon a su lado durante la Dictadura. Martita Wörner, quien fuera Directora del Departamento de Derechos Humanos del Arzobispado de Concepción, emitió una carta, que fue suscrita por connotados penquistas de los tiempos duros. Subrayó quien fuera Subsecretaria de Justicia y Diputada que los hechos registrados en la Región de O’Higgins, dolorosos “para la lglesia en su conjunto, y para cada uno de los católicos, no termina con la estatura moral y con la ética y coherencia a la misión de Pastor que Monseñor Goic ha tenido durante toda su vida. Ayer defendió la vida y la dignidad de las personas, luego ha luchado por las demandas sociales a partir de exigir un salario digno para todos, hoy tiene la grandeza de pedir perdón por su actuar tardío y llevar a la justicia a quienes han faltado a su sagrado ministerio”.

“Su testimonio de vida, entregado a servir a Jesucristo y a su Pueblo, me obliga a rechazar con fuerza cualquier intento de tildarlo de encubridor o cómplice”, dijo Wörner y agregó que “con respeto, admiración y gratitud solidarizo con él, apoyando todo el esfuerzo que está haciendo por alcanzar la verdad de lo ocurrido; establecer responsabilidades y aplicar los castigos que correspondan. De igual forma, valoro su compromiso y trabajo por buscar la verdad, e identificar, acoger y amparar a las víctimas”.

Goic, en todo caso, no alcanzó a ver éxito en sus intentos de reparación a las víctimas, puesto que el jueves 28 de junio, el Vaticano informó escuetamente que había sido aceptada su renuncia (que había presentado cuando cumplió 75 años). La Jerarquía lo informó de manera simultánea con medida similar aplicada al Obispo de Talca, Horacio Valenzuela, acusado de ser uno de los encubridores de Fernando Karadima. Por cierto ello fue leído como una bofetada de similar calibre. Pero, como destacó La Tercera, la despedida al menos fue distinta. Mientras Goic leyó una carta en conferencia de prensa, acompañado por quien asumirá en su reemplazo -como Administrador Apostólico-, Fernando Ramos; Valenzuela solo se despidió por escrito, pidiendo perdón por su desempeño, sin dar indicios de su paradero.

Alejandro Goic acentuó que “las dolorosas circunstancias que vive la Iglesia diocesana le imprimen un sabor amargo a este momento, un momento que siempre había esperado poder asumir con la humildad de quien se va a colaborar desde un servicio sencillo mientras la salud lo permita. Pero, lamentablemente, no es así”.

Su adiós no provoca alegrías. A la ex Coordinadora de la Pastoral Juvenil Elisa Fernández, quien destapó los hechos ocurridos en Rancagua, le molesta que si se establece alguna responsabilidad en el actuar del Obispo no sea mientras ejerce el cargo. En tanto, para quienes lo vimos enfrentar con su báculo -y su propia vida, por cierto- a malignos agentes del Estado, pensamos que su jubilación debería haber sido con aclamaciones y no bajo el titular “la caída de Goic”.

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Jorge Carrasco

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Javi-Al

Vivimos en tiempos difíciles, ya no tenemos grandes hombres ni mujeres, vivimos todos emporcados echándonos culpas que nadie sabe si son o no verdad. Es más, vendrán tiempos en que todas las relaciones se judializarán, todo será conflicto, todo mentira, la edad de posverdad.

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